I. Fundamentos: El Directorio para el ministerio y la vida de los diáconos permanentes dice que “los diáconos en virtud del Orden recibido, están unidos entre sí por la hermandad sacramental... siéntase cada diácono ligado a sus hermanos con el vínculo de la caridad...”[1]
“Es bueno que los diáconos ...se reúnan periódicamente para verificar el ejercicio de su ministerio, intercambiar experiencias, proseguir su formación, estimularse recíprocamente en la fidelidad”[2]
“La Iglesia reconoce... el derecho de los diáconos para asociarse entre ellos, con el fin de favorecer su vida espiritual , ejercitar obras de caridad y de piedad y conseguir otros fines, en plena conformidad con su consagración sacramental y su misión”[3]
Los diáconos deben aspirar a vivir entre ellos como “la multitud de los primeros creyentes, que tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos...”[4]
“Una primera consideración que podemos hacer sobre este pasaje es que la unidad de corazón y la unidad de alma, fruto del amor recíproco, tiene como inmediata consecuencia la comunión de bienes materiales”[5]
II. Aspectos de la fraternidad diaconal:
Debemos intentar vivir la mutua caridad, el amor recíproco, entre nosotros. Estamos hermanados por el sacramento del Orden y nuestras relaciones deben ser en verdad fraternas. Que los demás, cuando nos ven integrados en una comunidad diaconal puedan decir: “¡miren, cómo se aman!”
¿Cómo vivir esa mutua caridad?. Del modo como la vivimos en nuestras familias biológicas. Con total preocupación y entrega. Demos los pasos necesarios para llegar a conocernos uno por uno; que las necesidades de uno se conviertan en las necesidades de todos; si a uno le falta el trabajo, a todos les falta el trabajo: todos deben buscarlo; si uno tiene a un familiar enfermo, todos lo debemos sentir como nuestro enfermo; si uno pasa hambre o cualquier otra carencia, es como si todos tuviéramos esa necesidad y debemos concurrir para satisfacerla[6].
Si así logramos vivir nuestra fraternidad, “la comunión de bienes materiales sería lógica, espontánea, constante”[7].
Compartir nuestras necesidades y nuestro superfluo será la forma concreta de manifestar la hermandad diaconal.Este es el sentido y la finalidad del Fondo Diaconal Solidario que resolvimos constituir hace poco más de dos años. Poner en común nuestro superfluo mediante una entrega voluntaria de dinero, para atender con ese Fondo las necesidades de nuestras familias diaconales cuando determinadas circunstancias las afectan en su vida y no cuenten con los bienes requeridos para satisfacerlas.
III: Algunas acciones sugeridas para afirmar la fraternidad diaconal
Gestos personales: Cada uno debería intentar vivir en lo personal ese ideal de llegar a ser un solo corazón y una sola alma. Tenemos en nuestro poder el listado de nuestros diáconos con datos de fecha de cumpleaños del diácono y de su esposa y del aniversario de su matrimonio y de su ordenación. ¿Nos podemos comprometer a saludar a quienes festejan estas fechas, mediante una visita o un llamado telefónico?. Es como decir: “hermano!, tu alegría por lo que hoy estás festejando, es mi alegría”.
O también cuando se sabe de un miembro enfermo de la familia: sentir el dolor del otro y preocuparse por él. O frente a un diácono desocupado estar atento a una posibilidad de empleo y de inmediato comunicarla....
Fomentar nuestros encuentros fraternos: Hasta ahora los encuentros mensuales, como comunidad diaconal, tienen una asistencia cercana al 50% del total de diáconos. Y casi siempre son los mismos quienes participan. Esto quiere decir que uno de cada dos diáconos no puede o no quiere encontrarse con sus hermanos.
¿Qué es lo que nos pasa? Tal vez, como ahora somos 38, hemos perdido el contacto de amigos que naturalmente teníamos antes, sea en la Escuela de Ministerios, sea en las visitas de familia después de ordenados. Y debemos procurar volver al ejercicio de encontrarnos.
a) Encuentros por grupos de edades: un modo de comunicarnos con naturalidad, por tener los mismos campos de interés, es dividirnos según nuestras edades. Por ejemplo: de 63 y más años, de 55 a 62 años y hasta 54 años. Un programa simple para estos encuentros: compartir sus realidades de vida en la familia, en el ejercicio del ministerio, en sus actividades profesionales.
b) Encuentros por cercanía de domicilios (decanatos o zonas geográficas). Estos encuentros pueden servir para unir a las familias de los diáconos en convivencias de medio día, por ejemplo, para celebrar algunos acontecimientos (cumpleaños, aniversario de ordenación o de matrimonio)
c) Encuentros de “a dos o tres”. ¿No se nos ocurre que con facilidad podemos combinar una merienda o un almuerzo dos o tres de nosotros, acompañados por nuestras esposas?. Resultan útiles para compartir nuestras realidades de vida, sirven para conocernos más profundamente y crear relaciones más sólidas entre nosotros.
d) Encuentros de formación. Podríamos añadir algunos encuentros dedicados exclusivamente al estudio de un documento de la Iglesia, por ejemplo, o a profundizar un aspecto de nuestra espiritualidad diaconal. Podrían incorporarse como modalidad a los encuentros por grupos de edades o por domicilio.
IV. Hacia la concreción de un programa para fomentar la fraternidad diaconal.
El movimiento se demuestra andando. No pensemos por ahora en una estructura específica para llevar adelante este programa. Basta que tres o cuatro de nosotros nos pongamos de acuerdo para iniciar algunas de las acciones. Es cuestión de empezar. Queda abierta la invitación para todos.
Marco Antonio Gallar Mendoza
Diácono de Argentina