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jueves, 1 de abril de 2010

LECTIO DIVINA PARA EL JUEVES SANTO 01 DE ABRIL 2010


NATURALEZA DE SIERVO
Juan 13:1-15
Era la víspera de la fi esta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir a reunirse con el Padre. Él siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el fin. El diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús. Durante la cena, Jesús, sabiendo que había venido de Dios, que volvía a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad, se levantó de la mesa, se quitó la ropa exterior y se puso una toalla a la cintura. Luego vertió agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
Cuando iba a lavar los pies a Simón Pedro, este le dijo: –Señor, ¿vas tú a lavarme los pies?
Jesús le contestó: –Ahora no entiendes lo que estoy haciendo, pero más tarde lo entenderás.
Pedro dijo: – ¡Jamás permitiré que me laves los pies!
Respondió Jesús: –Si no te los lavo no podrás ser de los míos.
Simón Pedro le dijo: –¡Entonces, Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza!
Pero Jesús le respondió: –El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.
Dijo: “No estáis limpios todos”, porque sabía quién le iba a traicionar. Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la ropa exterior, se sentó de nuevo a la mesa y les dijo: ¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado un ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo que yo os he hecho.
Otras lecturas: Éxodo 12:1-8, 11-14; Salmo 116:12-13, 15-18; 1 Corintios 11:23-26

LECTIO:
Juan es el único evangelista que nos ofrece este maravilloso ejemplo: Jesús lavándoles los pies a los discípulos.
Lavándoles los pies, Jesús se humilla de una manera que tuvo que dejar asombrados a los discípulos. El gesto habitual de hospitalidad consistía en que el anfitrión les ofreciera agua a los invitados para que éstos se lavaran ellos mismos los pies al entrar en la casa (Lucas 7:44). Podía encargarse este menester a un siervo o a un esclavo, o es posibles que los discípulos le lavaran los pies a su maestro, pero sería inconcebible lo contrario. Era algo completamente inaudito.
Este acto de humillación de sí mismo es un símbolo profundísimo de la crucifixión de Cristo. No podemos ganarnos la salvación por medio de nuestras acciones. Es mediante el humilde sacrificio del Hijo de Dios como somos salvos.
Al comienzo, Pedro no entiende el signo, y protesta. Jesús insiste en que Pedro debe permitirle lavarle los pies. Pedro vuelve a interpretar mal el signo y quiere ser purificado de pies a cabeza. Pero lo que Jesús está buscando es humildad. La humildad de recibir: la aceptación es la única manera en que podemos recibir su don de la salvación.
Con este gesto práctico Jesús también demuestra una lección muy importante a los discípulos –y a nosotros-, y es que tenemos que servirnos los unos a los otros, tal como él nos sirve.

MEDITATIO:
■ Piensa en el increíble acto de humildad que se nos muestra: ¡el Hijo de Dios lavándoles los pies a sus discípulos!
■ Jesús se humilló por nosotros hasta la muerte en una Cruz. Nosotros no podemos hacer nada para salvarnos. Sencillamente tenemos que responder al inmenso amor de Dios y aceptar el don de su salvación. Asómbrate ante este maravilloso regalo.
■ Considera de qué manera estás dispuesto a servir a los demás cristianos de tu iglesia. Pídele a Dios que te ayude a seguir el ejemplo de Jesús y que te muestre los medios para servir a tus hermanos cristianos.

ORATIO:
Dale gracias a Dios por la gran humildad de Jesús, que nos salvó del pecado y de la muerte eterna. Pídele al Espíritu Santo que te ayude a vencer el orgullo y el egoísmo.
Reza con las palabras del Salmo 116:12 como oración propia de este día: Presta atención a cualquier cosa que te quiera comunicar el Espíritu Santo. ‘¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho?’

CONTEMPLATIO:
Dedica algo de tiempo a reflexionar sobre el amor y el humilde sacrificio de Cristo, su dolorosa muerte por nosotros, su deseo infinito de estar en comunión con nosotros y conducirnos al Padre.