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jueves, 8 de julio de 2010

Cinco consejos para recuperarnos en verano


Está claro. Las vacaciones no es un periodo para dejar transcurrir los días y las horas sin hacer nada provechoso, y sin más objetivos que tomar el sol. Las vacaciones es un tiempo para recuperarnos física y síquicamente del desgaste producido durante el curso concluido y para seguir creciendo como personas.

Dejamos cinco consejos para descansar a fondo, reparar nuestras fuerzas mermadas y ganar en personalidad humana y cristiana.

1. Selecciona un par de libros a leer. Una de formación religiosa y otro que te haga disfrutar de la belleza del arte o de la literatura. Nuestras mentes y nuestro espíritu, si no se alimentan, se atrofian. ¡Hay que enriquecerse! Aprovechemos el verano para ello.

2. Celebra todos los Domingos la Eucaristía con otros. Durante los meses de julio y agosto, son muchos los que nos trasladamos a otros lugares. Celebremos la Eucaristía, el “Día del Señor”, allí donde estemos, nos encontraremos con otras comunidades cristianas, probablemente distintas en las formas, y con otros cristianos, a los que, quizás, no conozcamos. Pero, tengámoslo en cuenta, son células de la misma Iglesia, miembros de la misma Iglesia. El verano es un tiempo precioso para sentirnos Iglesia, más allá de nuestra parroquia.

3. Recuerda y siéntete unido a tu comunidad parroquial. Aunque estés lejos, no olvides a tu comunidad de origen. Ella te tendrá presente durante todo el verano. ¿Por qué no rezas todos los días por ella, por sus grupos y actividades, para que sea una parroquia viva y dinámica, que dé testimonio de Jesús?

4. Cultiva la amistad, la cercanía, el detalle. Durante el año andamos siempre deprisa, sumidos en numerosos quehaceres y trabajos. El verano puede ser un tiempo precioso, para cultivar la amistad y la cercanía, para hablar con los nuestros, despacio, sin prisas; para tener detalles de ternura hacia quienes nos rodean y nos colman de afecto, y a quienes frecuentemente, no correspondemos.

5. Cuida el silencio contemplativo y oración, todos los días. Durante el curso hay mucho ruido en nosotros, y el ruido nos va comiendo y chupando la sangre. Cinco minutos de oración te permitirán escuchar a Dios que habla especialmente en el silencio, te ayudarán a recuperar la paz y serenidad ante la vida. ¡Solo cinco minutos! ¡Es la mejor zona verde para el descanso total! Te sentirás renovado.

Jose Luis Cortés