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miércoles, 13 de octubre de 2010

Lectio Divina del 17de octubre de 2010 - Ciclo C -


NO OS DESANIMÉIS
Lucas 18:1-8

Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar siempre y no desanimarse. Les dijo: “Había en un pueblo un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Y en el mismo pueblo vivía también una viuda, que tenía planteado un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla, pero finalmente pensó: ‘Yo no temo a Dios ni respeto a los hombres. Sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, le haré justicia, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia.’ ”
El Señor añadió: “Pues bien, si esto es lo que dijo aquel mal juez, ¿cómo Dios no va a hacer justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Os digo que les hará justicia sin demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?”
Otras lecturas: Éxodo 17:8-13; Salmo 121; 2 Timoteo 3:14 – 4:2
LECTIO:
Jesús es un maestro a la hora de clarificar ideas. En este caso, utiliza una sencilla historia para explicar la importancia de la perseverancia, virtud que pone en relación con la oración.
La viuda que apela al juez está buscando justicia. Sencillamente quiere que defienda sus derechos para que su adversario se someta a la ley. Pero por alguna razón, el juez se niega a atenderla. Por fin, el juez acaba cediendo, no porque trate de realizar lo que es justo, sino porque se da cuenta de que esta mujer no va a rendirse. No puede soportar la idea de que se presente ante él una y otra vez, así que claudica y le hace justicia.

Jesús entonces contrapone el comportamiento del juez corrupto con el de Dios. La diferencia es tan grande como la que hay entre la noche y el día. Jesús nos asegura que Dios juzgará a favor de su pueblo y que lo hará sin demora. ¿Por qué? Porque Dios es bueno y justo. Por eso no nos tiene que dar miedo pedir la ayuda de Dios, puesto que nos responderá sin lugar a dudas (segunda mitad del versículo 8).
En esta segunda mitad del versículo Jesús plantea otra pregunta: ‘Pero cuando el Hijo del Hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?’ ¿Qué tiene esto que ver con la perseverancia en el orar?
Tal vez lo que Jesús nos está diciendo es que la oración perseverante está sostenida por la fe. Si crees que Dios te ama, entonces no dejas de orar, aun cuando Dios no te responda inmediatamente.
Hay algo más importante aún: Jesús da a entender que su vuelta se retrasará mucho más de lo que algunos esperan. Así pues, hay un vínculo entre la perseverancia y la paciencia, especialmente para los creyentes que oran.
La oración constante anima a una esperanza fiel y es ahí por donde Jesús había comenzado su parábola. Relaciona los versículos de Lucas 21:34-36 sobre la necesidad de permanecer vigilantes en la oración porque nadie sabe el momento en que volverá Jesús. Y esto era tan verdadero para los discípulos de entonces como para nosotros lo es hoy.
MEDITATIO:
■ Piensa en los momentos en que has tenido que esperar largo tiempo hasta que Dios diera respuesta a tus oraciones. ¿Qué te animó a seguir perseverando y no cesar?
■ ¿Por qué crees que Dios no siempre responde inmediatamente a nuestras oraciones o incluso nos dice ‘no’?
■ Considera el paralelo entre este pasaje y Mateo 7:7-11, que también nos instruye sobre la perseverancia en el orar: ‘Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo las dará a quienes se las pidan!’
ORATIO:
El Salmo 121:2 nos recuerda que nuestra ayuda vendrá del Señor creador del cielo y de la tierra.
¿Por qué no vuelves a presentar a Dios en la oración de hoy las cosas que te preocupan?
Pídele su ayuda para no desanimare mientras esperas su respuesta. Dale gracias porque Él, creador omnipotente del universo, no nos fallará.
CONTEMPLATIO:
Considera las palabras de Pablo en 2 Timoteo 3:14 - 4:2, en particular los versículos 16-17. ¿Qué significan para ti?
Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud. Así el hombre de Dios estará capacitado y perfectamente preparado para hacer toda clase de bien.