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miércoles, 23 de marzo de 2011

Lectio Divina del 27 de marzo de 2011



EL AGUA QUE DA LA VIDA
(Juan 4:5-15, 25-26, 39-42)

Llegó así a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob había dado en herencia a su hijo José. Allí estaba el pozo que llamaban de Jacob. Cerca del mediodía, Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Los discípulos habían ido al pueblo a comprar algo de comer. En esto una mujer de Samaria llegó al pozo a sacar agua, y Jesús le pidió: –Dame un poco de agua.
Pero como los judíos no tienen trato con los samaritanos, la mujer le respondió: –¿Cómo tú, que eres judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?
Jesús le contestó: –Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
La mujer le dijo: –Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es muy hondo: ¿de dónde vas a darme agua viva? Nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo, del que él mismo bebía y del que bebían también sus hijos y sus animales. ¿Acaso eres tú más que él?
Jesús le contestó: –Los que beben de esta agua volverán a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, jamás volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré brotará en él como un manantial de vida eterna.
La mujer le dijo: –Señor, dame de esa agua, para que no vuelva yo a tener sed ni haya de venir aquí a sacarla. Dijo la mujer: –Yo sé que ha de venir el Mesías (es decir, el Cristo) y que cuando venga nos lo explicará todo.
Jesús le dijo: –El Mesías soy yo, que estoy hablando contigo.
Muchos de los que vivían en aquel pueblo de Samaria creyeron en Jesús por las palabras de la mujer, que aseguraba: “Me ha dicho todo lo que he hecho.” Así que los samaritanos, cuando llegaron a donde estaba Jesús, le rogaron que se quedara con ellos. Se quedó allí dos días, y muchos más fueron los que creyeron por lo que él mismo decía. Por eso dijeron a la mujer: –Ahora ya no creemos solo por lo que tú nos contaste, sino porque nosotros mismos le hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo.

Otras Lecturas: Éxodo 17:3-7; Salmo 95:1-2, 6-9; Romanos 5:1-2, 5-8

LECTIO:
Hoy asistimos, junto al pozo de Jacob, a la conversación de Jesús con una mujer samaritana. Juan es el único evangelista que nos cuenta este importante encuentro.
Los judíos tenían una opinión muy negativa de los samaritanos. En aquellos momentos, no habría sido culturalmente aceptable que un hombre estuviera a solas con una mujer, como no fuera su esposa o un miembro de la familia. Por eso resultaba doblemente extraño que Jesús hablase a solas con aquella samaritana.
La de aquella mujer había sido una vida dura, y en aquel momento estaba viviendo con un hombre que no era su marido. Puede que sus anteriores maridos se hubieran divorciado de ella, algo que resultaba muy fácil, ya que bastaba con escribir una carta de divorcio, y el matrimonio era ya historia pasada…
Pero las palabras de Jesús la impresionaron y el conocimiento que tenía de su vida la dejó desconcertada. Al instante, aceptó el ofrecimiento del agua de vida eterna. Incapaz de conservar para sí sola aquel increíble encuentro, corrió a decirle a la gente del pueblo que fueran a conocer a Jesús.
MEDITATIO:
■Aquella mujer había sido objeto de malos juicios y de rechazo a lo largo de su vida. Jesús decide hablar con ella a solas. ¿Qué nos manifiesta este hecho sobre el respeto Jesús muestra hacia ella como persona? ¿Qué podemos aprender de todo ello?
■ Lo más probable es que la gente de su pueblo despreciara a aquella mujer. ¿Por qué crees que Jesús decidió manifestarse a ella como Mesías?
■ Prepara tu propia respuesta al ofrecimiento que Jesús te hace del agua de la vida.
■ ¿De qué manera puedes invitar a otros a que conozcan a Jesús?
ORATIO:
Cada vez que oramos podemos mantener una conversación personal con Jesús lo mismo que la mujer samaritana. Dios te ama y se cuida de ti, sea cual sea tu situación.
Ábrele el corazón a Dios en la oración ahora mismo. El agua viva –la vida que ofrece Jesús- también es para ti.
CONTEMPLATIO:
Jesús conoció a esta mujer junto al pozo. Siéntate y ten cerca de ti un vaso de agua y deja que Dios te hable a medida que te la vas bebiendo, sorbo a sorbo.
Pasa algún tiempo reflexionando cuál es el verdadero culto que busca Jesús (versículo 23)..
Lectio Divina de Sociedad Bíblica España