FERNANDO ARANAZ ZUZA, Diácono adjunto a la Capellanía del Centro penitenciario de la Diócesis de Pamplona-Tudela.
El diaconado es para mí un gran don que he recibido de Dios y que ha cambiado mi óptica de la vida. Aporta una dimensión nueva a mi familia desde mi papel de esposo, padre y diácono. Dios me permite ver a los presos con los ojos de la fe. Siento que vivo una vida plena con el sentido propio de la imitación a Cristo servidor de todos, que vino no a ser servido sino a servir. Me siento afortunado por poder dar testimonio de mi alegría y esperanza a los hombres y mujeres que desde la cárcel viven desesperanzados en uno de los rincones más grises de nuestra sociedad. Nunca pensé que podría recibir de Dios tanto siendo yo tan poco, y eso sin pensar en lo que nos espera si lo amamos.
El diaconado es el gran desconocido de nuestra Iglesia: solo 300 diáconos en nuestro país, dejando sus vidas con una apretada agenda de familia, trabajo y ministerio entre los más pobres. La sociedad está necesitada de personas que con su compromiso de vida testimonien que Cristo está vivo y que nos ama a todos con locura. Los diáconos tenemos la ventaja de que, siendo clérigos, estamos muy cercanos a los laicos, ya que trabajamos en la vida civil, somos padres y esposos. Considero que es un lujo poder estar cercano y alegrarme y sufrir con quienes menos tienen y más sufren en nuestra sociedad. Mi vida solo cobra sentido en la medida en que soy capaz de imitar al Cristo que comía con los pecadores y prostitutas, oraba a Dios Padre y partía y compartía su pan con todos.
VIDA NUEVA 2749_pliego DIACONOS PERMANENTES


