Has recibido un destino de otra palabra más fuerte.
Es tu misión ser profeta: palabra del Dios viviente.
Tú irás llevando la luz, en una entrega perenne,
que tu voz es voz de Dios y la voz de Dios no duerme.
Ve por el mundo, grita a la gente: que el amor de Dios no acaba ni la voz de Dios se pierde.
Sigue tu rumbo, profeta, sobre la arena caliente.
Sigue sembrando en el mundo, que el fruto se hará presente.
No temas si nuestra fe ante tu voz se detiene,
porque huimos del dolor y la voz de Dios nos duele.
Sigue cantando, profeta, cantos de vida y de muerte.
Sigue anunciando que el Reino de Dios ya viene.
No callarán esa voz, y a nadie puedes temerle,
que tu voz es voz de Dios y la voz de Dios no muere.