Mi servicio a la Iglesia se inicia en la Parroquia de San José Obrero. En ella participo de un proceso catecumenal, en el que voy profundizando mi fe en Jesucristo, compartiendo mi vida con otras personas y sintiéndome partícipe cada vez más de la Iglesia. Al poco tiempo inicio mi compromiso con la tarea de la Parroquia en algunos de los campos existentes en ella: catequesis de adultos, evangelización, cantos, … Por otro lado mi condición de trabajador me lleva a asumir responsabilidades sindicales, y a ser miembro del comité de la empresa en la que trabajo durante varios años.
Este descubrimiento de la Iglesia, al que me lleva mi participación en estos grupos de la Parroquia y mi compromiso como trabajador, permite que el servicio a los demás fuera formando parte de mi vida. Esto hace que, cuando en el año 80 la Parroquia en asamblea me propone, junto a otros miembros de la misma, el que me plantee mi vocación de servicio a la Iglesia desde el ministerio de Diácono Permanente, caiga en un terreno abonado. Me sorprende la elección de mi persona, pero no la llamada a un ministerio que tiene como fundamento el servicio a los más pobres, al que me sentía especialmente vocacionado. Tras un largo tiempo de estudio, de preparación, de espera hasta que este ministerio se fuera abriendo cauce en la Diócesis, fui ordenado, con 38 años de edad, el 7 de Octubre de 1992, día de la Virgen del Rosario.
Mi primer y único destino ha sido la Parroquia de San José Obrero. En un primer momento mi servicio se desarrolló en un grupo parroquial que tiene como misión la atención al mundo del marginado: fue una tarea amplia con drogadictos, sus madres, deficientes mentales, siquiatrizados, … Al mismo tiempo me comprometí con la puesta en marcha de una asociación, en la que participaban creyentes y no creyentes, que pretendía encontrar respuestas para jóvenes afectados por la droga y sus madres.
Actualmente mi servicio lo realizo en la evangelización y pastoral del mundo del mayor, donde acompaño a un grupo de monitores y elaboro el contenido de las reuniones con los mayores; en la pastoral y evangelización del enfermo, donde también acompaño a los miembros que forman el grupo, visito enfermos, llevo la comunión a los que lo solicitan, … ; en promover la comunión de bienes en la parroquia, que busca atender situaciones que se dan entre sus miembros y entre los vecinos del barrio; soy miembro del consejo de economía de la parroquia y del consejo pastoral parroquial; el estar prejubilado me ha permitido también ahora acompañar al grupo de Acción Social. Celebro habitualmente bautizos y, cuando trabajaba, exequias y bodas, según se me requería y mi horario laboral me permitía. La prejubilación me da otras posibilidades.
No puedo olvidar que esto es posible hacerlo gracias a la compresión y el apoyo de Mary Paz, mi mujer. Nos casamos en el año 1975; tenemos dos hijas y un hijo. Mary Paz en la parroquia, pertenece al mismo grupo de fe que yo, donde vivimos y compartimos la fe con otras personas desde el año 1973. Es catequista de niños y adolescentes desde hace más de 30 años. Ha formado parte del consejo de catequesis. Es miembro de la Coordinadora Local, Monitora Diocesana y pertenece al Secretariado Diocesano de Catequesis.
Compaginar la tarea de ambos, cuando los niños eran pequeños, tuvo sus dificultades y algunas tensiones que, con algo de organización y con el tiempo, fuimos aprendiendo a resolver; el crecimiento de nuestras hijas e hijo fue facilitando también las cosas. Por otro lado la vida matrimonial, no sin dificultades, se ha enriquecido, ayudándonos a una mayor compresión mutua, a valorar el servicio que cada uno realizamos, a darle a nuestro amor más autenticidad, más desprendimiento del uno por el otro, más vida, …
Mi profesión fue, durante muchos años, de administrativo. Una reorganización en la empresa me hizo asumir tareas de reponedor en pequeños y grandes almacenes. Otro planteamiento distinto a este suponía traslado, ruptura con la parroquia donde vivía mi fe, trastorno en la vida familiar, …
Mi servicio a la Iglesia, creo que aporta una visión nueva de la Iglesia para los vecinos de nuestros barrios, dando una imagen de persona casada, con hijos, trabajando, … , que asume tareas de responsabilidad en la parroquia, y ser junto al sacerdote elemento de unión, animador del servicio a los más pobres y necesitados. Aporta también un acercamiento a situaciones sociales y personales de pobreza y marginación., que visualiza un trato personal, de escucha, acogida, … de la Iglesia, a personas creyentes o no, necesitadas por su situación de excluidos de la sociedad.
El ministerio me aporta una mayor conciencia de pertenencia a la Iglesia; compromiso ante la comunidad parroquial, esto no es un hobby; satisfacción por la tarea que realizo que, aunque con dificultades y limitaciones, busca hacer Iglesia, promover la fe en Jesucristo y el servicio a los que más lo necesitan.
Este descubrimiento de la Iglesia, al que me lleva mi participación en estos grupos de la Parroquia y mi compromiso como trabajador, permite que el servicio a los demás fuera formando parte de mi vida. Esto hace que, cuando en el año 80 la Parroquia en asamblea me propone, junto a otros miembros de la misma, el que me plantee mi vocación de servicio a la Iglesia desde el ministerio de Diácono Permanente, caiga en un terreno abonado. Me sorprende la elección de mi persona, pero no la llamada a un ministerio que tiene como fundamento el servicio a los más pobres, al que me sentía especialmente vocacionado. Tras un largo tiempo de estudio, de preparación, de espera hasta que este ministerio se fuera abriendo cauce en la Diócesis, fui ordenado, con 38 años de edad, el 7 de Octubre de 1992, día de la Virgen del Rosario.
Mi primer y único destino ha sido la Parroquia de San José Obrero. En un primer momento mi servicio se desarrolló en un grupo parroquial que tiene como misión la atención al mundo del marginado: fue una tarea amplia con drogadictos, sus madres, deficientes mentales, siquiatrizados, … Al mismo tiempo me comprometí con la puesta en marcha de una asociación, en la que participaban creyentes y no creyentes, que pretendía encontrar respuestas para jóvenes afectados por la droga y sus madres.
Actualmente mi servicio lo realizo en la evangelización y pastoral del mundo del mayor, donde acompaño a un grupo de monitores y elaboro el contenido de las reuniones con los mayores; en la pastoral y evangelización del enfermo, donde también acompaño a los miembros que forman el grupo, visito enfermos, llevo la comunión a los que lo solicitan, … ; en promover la comunión de bienes en la parroquia, que busca atender situaciones que se dan entre sus miembros y entre los vecinos del barrio; soy miembro del consejo de economía de la parroquia y del consejo pastoral parroquial; el estar prejubilado me ha permitido también ahora acompañar al grupo de Acción Social. Celebro habitualmente bautizos y, cuando trabajaba, exequias y bodas, según se me requería y mi horario laboral me permitía. La prejubilación me da otras posibilidades.
No puedo olvidar que esto es posible hacerlo gracias a la compresión y el apoyo de Mary Paz, mi mujer. Nos casamos en el año 1975; tenemos dos hijas y un hijo. Mary Paz en la parroquia, pertenece al mismo grupo de fe que yo, donde vivimos y compartimos la fe con otras personas desde el año 1973. Es catequista de niños y adolescentes desde hace más de 30 años. Ha formado parte del consejo de catequesis. Es miembro de la Coordinadora Local, Monitora Diocesana y pertenece al Secretariado Diocesano de Catequesis.
Compaginar la tarea de ambos, cuando los niños eran pequeños, tuvo sus dificultades y algunas tensiones que, con algo de organización y con el tiempo, fuimos aprendiendo a resolver; el crecimiento de nuestras hijas e hijo fue facilitando también las cosas. Por otro lado la vida matrimonial, no sin dificultades, se ha enriquecido, ayudándonos a una mayor compresión mutua, a valorar el servicio que cada uno realizamos, a darle a nuestro amor más autenticidad, más desprendimiento del uno por el otro, más vida, …
Mi profesión fue, durante muchos años, de administrativo. Una reorganización en la empresa me hizo asumir tareas de reponedor en pequeños y grandes almacenes. Otro planteamiento distinto a este suponía traslado, ruptura con la parroquia donde vivía mi fe, trastorno en la vida familiar, …
Mi servicio a la Iglesia, creo que aporta una visión nueva de la Iglesia para los vecinos de nuestros barrios, dando una imagen de persona casada, con hijos, trabajando, … , que asume tareas de responsabilidad en la parroquia, y ser junto al sacerdote elemento de unión, animador del servicio a los más pobres y necesitados. Aporta también un acercamiento a situaciones sociales y personales de pobreza y marginación., que visualiza un trato personal, de escucha, acogida, … de la Iglesia, a personas creyentes o no, necesitadas por su situación de excluidos de la sociedad.
El ministerio me aporta una mayor conciencia de pertenencia a la Iglesia; compromiso ante la comunidad parroquial, esto no es un hobby; satisfacción por la tarea que realizo que, aunque con dificultades y limitaciones, busca hacer Iglesia, promover la fe en Jesucristo y el servicio a los que más lo necesitan.
Enrique Paloma García
Diácono de la diócesis de Asidonia-Jerez