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martes, 2 de marzo de 2010

El silencio en la liturgia

Es cierto que el tema del silencio es uno de los que habría que revisar para mejorar el “ars celebrandi” de nuestras misas. La 3ª edición de la Ordenación General del Misal Romano insiste en esta cuestión, considerando que “el silencio sagrado es una parte de la misma celebración”. En diversos números se van comentando cada uno de los momentos de la misa en los que es laudable guardar espacios de silencio.

45. Debe guardarse también, en el momento en que corresponde, como parte de la celebración, un sagrado silencio. Sin embargo, su naturaleza depende del momento en que se observa en cada celebración. Pues en el acto penitencial y después de la invitación a orar, cada uno se recoge en sí mismo; pero terminada la lectura o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon; y después de la Comunión, alaban a Dios en su corazón y oran.

Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el “secretarium” y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada.

51. Después el sacerdote invita al acto penitencial que, tras una breve pausa de silencio, se lleva a cabo por medio de la fórmula de la confesión general de toda la comunidad, y se concluye con la absolución del sacerdote que, no obstante, carece de la eficacia del sacramento de la Penitencia.

54. En seguida, el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente con el sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de que están en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus deseos. Entonces el sacerdote dice la oración que suele llamarse “colecta” y por la cual se expresa el carácter de la celebración.

56. La Liturgia de la Palabra se debe celebrar de tal manera que favorezca la meditación; por eso hay que evitar en todo caso cualquier forma de apresuramiento que impida el recogimiento. Además conviene que durante la misma haya breves momentos de silencio, acomodados a la asamblea reunida, gracias a los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, se saboree la Palabra de Dios en los corazones y, por la oración, se prepare la respuesta. Dichos momentos de silencio pueden observarse oportunamente, por ejemplo, antes de que se inicie la misma Liturgia de la Palabra, después de la primera lectura, de la segunda y, finalmente, una vez terminada la homilía.

66. … Los domingos y las fiestas del precepto debe tenerse la homilía en todas las Misas que se celebran con asistencia del pueblo y no puede omitirse sin causa grave, por otra parte, se recomienda tenerla todos días especialmente en las ferias de Adviento, Cuaresma y durante el tiempo pascual, así como también en otras fiestas y ocasiones en que el pueblo acude numeroso a la Iglesia.

Es conveniente que se guarde un breve espacio de silencio después de la homilía.

128. Concluida la colecta, todos se sientan. El sacerdote puede presentar a los fieles, con una brevísima intervención, la Liturgia de la Palabra. El lector se dirige al ambón y, del leccionario colocado allí antes de la Misa, proclama la primera lectura, que todos escuchan. Al final el lector dice: Palabra de Dios, y todos responden: Te alabamos, Señor.

Entonces, según las circunstancias, se pueden guardar unos momentos de silencio, para que todos mediten brevemente lo que escucharon.

130. Si está prescrita una segunda lectura antes del Evangelio, el lector la proclama desde el ambón, mientras todos escuchan, y al final responden a la aclamación, como se dijo antes. En seguida, según las circunstancias, se pueden guardar unos momentos de silencio.

136. El sacerdote, de pie en la sede o en el ambón mismo, o según las circunstancias, en otro lugar idóneo pronuncia la homilía; terminada ésta se puede guardar unos momentos de silencio.

147. Entonces el sacerdote inicia la Plegaria Eucarística. Según las rúbricas, elige una de las que se encuentran en el Misal Romano, o que están aprobadas por la Sede Apostólica. La Plegaria Eucarística por su naturaleza exige que sólo el sacerdote, en virtud de su ordenación, la profiera. Sin embargo, el pueblo se asocia al sacerdote en la fe y por medio del silencio, con las intervenciones determinadas en el curso de la Plegaria Eucarística…

88. Terminada la distribución de la Comunión, si resulta oportuno, el sacerdote y los fieles oran en silencio por algún intervalo de tiempo. Si se quiere, la asamblea entera también puede cantar un salmo u otro canto de alabanza o un himno.

164. Después (de la purificación) el sacerdote puede regresar a la sede. Se puede, además, observar un intervalo de sagrado silencio o cantar un salmo, o un cántico de alabanza, o un himno.

Significativamente, muchos de estos números contienen añadidos respecto a la edición anterior sobre el tema del silencio para subrayar este aspecto. Incluso antes de la celebración, se recomienda que - haya silencio en la iglesia y la sacristía.

En muchas ocasiones hemos insistido en la necesidad del silencio, especialmente durante la liturgia de la Palabra, ya que esta ha sido también una de las prioridades del pasado Sínodo sobre la Palabra de Dios (propuesta 14).

Lo mismo habría que insistir respecto a la liturgia eucarística. Sobre el momento de después de la comunión, también es laudable un espacio de silencio, para “alabar a Dios en su corazón y orar”.

Hay dos números en los que se habla directamente de ese silencio. Son el n. 88: “Cuando se ha terminado de distribuir la comunión, el sacerdote y los fieles, si se juzga oportuno, pueden orar un espacio de tiempo en secreto. Si se prefiere, toda la asamblea puede también cantar un salmo, o algún otro canto de alabanza o un himno”. Y el n. 164: “Después, el sacerdote puede regresar a la sede. Se puede observar un espacio de silencio sagrado o también entonar un salmo u otro cántico o himno de alabanza”.

O sea que conviene guardar ese silencio, pero también se puede orar con un himno, canto o salmo. No con cualquier texto o composición, que a veces son de poca calidad teológica, pero sí con un texto litúrgico que pueda ayudar a la oración de los fieles - en ese momento después de haber recibido la comunión.

Xavier Aymerich