Por todos es sabido que la familia es reconocida como la unidad básica de la sociedad, la más importante y fundamental de todas las instituciones sociales. Pero es evidente que esta institución está sufriendo, quizá como ninguna otra, las convulsiones de las rápidas transformaciones de nuestra sociedad.
Asistimos permanentemente al número cada día menor de jóvenes dispuestos a asumir ante la sociedad un compromiso estable. Nos debe preocupar el alarmante descenso de natalidad (a pesar del empujoncito que nos ofrece las familias inmigrantes) el creciente y elevado número de separaciones y divorcios, la generalización del adulterio y las parejas de hecho, y sobre todo los cimientos donde todo esto se apoya: la mentira, el ansia de dinero y de poder, la despreocupación por los hijos, la falta de diálogo, la ausencia de valores religiosos, el nulo o bajo aprecio de los valores básicos sobre los que se fundan el matrimonio y la familia, como es el amor y la apertura generosa a la vida.
Pero es innegable que junto a estos síntomas internos también desde el exterior vienen los ataques, más o menos abiertos, en contra de esta institución, llamándola por muchos y con menosprecio "familia tradicional" porque esta institución, según dicen los llamados (mal)progresistas de nuestra sociedad, sirve para frenar el progreso. Personalmente insisto, ya desde nuestra misión diaconal, en que hay que proclamar con valentía y sin ningún tipo de complejos los valores familiares en las que sigue creyendo la mayoría de los españoles, incluidos jóvenes.
Para ello es importante y urgente restituirle la esperanza, formándolos para el amor, educándoles en valores auténticos, en una comunidad humana y libre, solidaria y justa. La familia es un compromiso y una tarea de todos. No siendo así, que Dios nos coja confesados. Y los diáconos debemos ser farol que ilumine a toda la comunidad que busque el camino recto y seguro. Tenemos que ser luz del mundo y sal de la tierra, pero empezando desde nuestra propia familia, con nuestro testimonio y con nuestro amor.
Alberto Álvarez Pérez
Diácono de la Diócesis de Sevilla
Diácono de la Diócesis de Sevilla