UNA LECCIÓN DE MISERICORDIA (Juan 8:1-11)
Pero Jesús se dirigió al monte de los Olivos, y al día siguiente, al amanecer, volvió al templo. La gente se le acercó, y él, sentándose, comenzó a enseñarles. Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes y dijeron a Jesús:
–Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?
Preguntaron esto para ponerle a prueba y tener algo de qué acusarle, pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les respondió:
–El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.
Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se levantó y le preguntó:
–Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
Contestó ella: –Ninguno, Señor.
Jesús le dijo: –Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.
Otras lecturas: Isaías 43:16-21; Salmo 126; Filipenses 3:8-14
–Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?
Preguntaron esto para ponerle a prueba y tener algo de qué acusarle, pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les respondió:
–El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.
Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se levantó y le preguntó:
–Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
Contestó ella: –Ninguno, Señor.
Jesús le dijo: –Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.
Otras lecturas: Isaías 43:16-21; Salmo 126; Filipenses 3:8-14
LECTIO:
Esta semana leemos otro ejemplo del perdón y la misericordia de Jesús. Han sorprendido a una mujer en adulterio. Los fariseos, que conocen la compasión de Jesús hacia los pecadores, aprovechan la oportunidad para tenderle una trampa.
Esta semana leemos otro ejemplo del perdón y la misericordia de Jesús. Han sorprendido a una mujer en adulterio. Los fariseos, que conocen la compasión de Jesús hacia los pecadores, aprovechan la oportunidad para tenderle una trampa.
Imagínate la escena. Jesús está enseñando en el templo, el lugar más sagrado de los judíos y al que Jesús ha definido como ‘la casa de mi Padre’. Un grupo de personas le rodea escuchando lo que tiene que decirles. Llega un grupo de fariseos y maestros de la ley y hacen que una mujer se ponga en medio, ante Jesús y el grupo. Declaran que ha sido sorprendida en adulterio y que la Ley de Moisés exige que el castigo sea la muerte por lapidación (Deuteronomio 22:22-24). Y ahora llega la pregunta capciosa: ‘Y tú, ¿qué dices?’ Fingen estar acusando sólo a la mujer, pero en realidad están buscando un oportunidad para acusar (y juzgar) a Jesús.
No se menciona al hombre que estaba cometiendo el adulterio con ella, ni tampoco a su marido. La situación tenía que ser electrizante. Se trataba, literalmente, de una cuestión de vida o muerte. Todos los ojos se vuelven hacia la mujer, cuya vida está en el platillo de la balanza, y a Jesús. ¿Qué irá a decir? Jesús se inclina y escribe en el suelo. ¿Qué escribiría? ¿Y por qué? Tal vez Jesús quería desviar la atención de la mujer aterrorizada, tal vez estaba considerando su respuesta. Juan no nos proporciona explicación alguna.
La respuesta de Jesús es magistral. Es bien consciente de la trampa que le han tendido. Les cierra la boca a los acusadores sin contradecir la Ley ni justificar el pecado. Finalmente, la mujer se queda sola ante Jesús. Como él estaba sin pecado, podría haber ejecutado el castigo, pero le dice que está libre y puede marcharse. Quiere ofrecerle la oportunidad de arrepentirse, y le dice que no vuelva a pecar.
MEDITATIO:
■ Compara la manera en que trataron los fariseos a aquella mujer con la que la trató Jesús. Considera las acciones y motivos de uno y otros. ¿Coincidían en algún punto?
■ Imagínate en primer lugar como si fueras uno de los fariseos y, después como si fueras la mujer asustada. ¿Qué impacto crees que este encuentro habría tenido en ti?
■ ¿Qué podemos aprender de este pasaje sobre nuestra actitud respecto a nuestro propio comportamiento y al de los demás?
■ Compara la manera en que trataron los fariseos a aquella mujer con la que la trató Jesús. Considera las acciones y motivos de uno y otros. ¿Coincidían en algún punto?
■ Imagínate en primer lugar como si fueras uno de los fariseos y, después como si fueras la mujer asustada. ¿Qué impacto crees que este encuentro habría tenido en ti?
■ ¿Qué podemos aprender de este pasaje sobre nuestra actitud respecto a nuestro propio comportamiento y al de los demás?
ORATIO:
Dale gracias a Dios por su gracia y su misericordia. Él conoce nuestras debilidades. Y cuando pecamos, podemos acudir a él para recibir el perdón y la justificación. Pídele a Dios que haga más profundo tu aprecio de estos dones prodigiosamente inmerecidos.
Dale gracias a Dios por su gracia y su misericordia. Él conoce nuestras debilidades. Y cuando pecamos, podemos acudir a él para recibir el perdón y la justificación. Pídele a Dios que haga más profundo tu aprecio de estos dones prodigiosamente inmerecidos.
Reza mediante el Salmo 126 y dale gracias porque ‘¡El Señor ha hecho grandes cosas por nosotros!’
Pídele al Espíritu Santo que te manifieste las actitudes que hay en ti que necesitas cambiar.
CONTEMPLATIO:
Considera las imágenes del agua en Isaías 43 y en el Salmo 126.
Considera las imágenes del agua en Isaías 43 y en el Salmo 126.
Que Dios te manifieste sus propiedades: vivifica, renueva y purifica. Relaciona todo esto con el perdón y la gracia de Dios para tu vida.