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lunes, 9 de mayo de 2011

50 AÑOS DE LA ENCÍCLICA MATER ET MAGISTRA



EL MUNDO EN LOS SESENTA
Hace cincuenta años el mundo era bastante distinto al actual, aunque a muchos de los que tuvimos la suerte de vivirlos nos cueste trabajo comprender el alcance de tantísimo cambio. Para ilustrar algo aquellos años la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) nos da unas cuantas pinceladas: el rifle de repetición, el micrófono y la bombilla eléctrica formaban parte de nuestra vida desde hacía setenta años; la primera bomba atómica ya había caído en Hiroshima hacía dieciséis años; USA experimentó la primera de hidrógeno en 1952; en 1959 vemos la cara oculta de la luna desde una cámara de televisión que viaja en un satélite soviético, gracias a que dos años antes el "Sputnik" ruso iniciara los vuelos fuera del espacio exterior…
Además, los pueblos de Asia y África van naciendo, con alegría o sangre, a la independencia; la ONU, constituida en 1945 por 51 Estados, alcanza los ciento diez miembros libres en el pontificado de Juan XXIII; se ha dado, a escala de naciones enteras, la misma emancipación de siervos de la época de León XIII…Y también, la distancia que separaba y separa a ricos y pobres divide en los años sesenta a los pueblos ahora denominados "desarrollados" y" subdesarrollados"; a los jornales bajos se les llama en la época "rentas per capita"; el hambre se extiende a cientos de millones y se agrava por el crecimiento demográfico; los barrios proletarios sustituyen a las grandes y deprimidas áreas agrícolas, con jornadas inhumanas, paga insegura, trabajo de la mujer y el niño, enfermedad, analfabetismo, descreimiento, desesperanza…
Nunca una luz tan brillante como la del gran progreso técnico ha tenido sombra tan oscura como la de esta miseria. (Presentación de Mater et Magistra en BAC)



¿DONDE ESTABA LA IGLESIA HACE CINCUENTA AÑOS?
En los años sesenta la Iglesia se presenta a la vez, desde veinte años atrás, tanto inmersa en investigaciones pastorales y teológicas, como en una cierta ruptura con la Iglesia salida del concilio de Trento, del que se vivía desde hacía cuatro siglos.
En el año 1958 el cardenal Roncalli, de 77 años, sucedía a Pío XII (veinte años de Pontificado), que tomó el nombre de Juan XXIII. Por su experiencia diplomática sacó la conclusión de que el mundo había evolucionado mucho y que la Iglesia estaba ausente de muchos sectores de la vida. Comenzó el nuevo estilo de salir del Vaticano, con la intención de mostrar la Iglesia al mundo.
A los tres meses de Pontificado provocó la sorpresa general anunciando la reforma del código canónico y la reunión de un concilio para la iglesia universal. Pio XI y Pio XII habían soñado con un concilio alguna vez, pero se pensaba que había pasado la época de los concilios con la proclamación de la infalibilidad pontificia y con la facilidad de comunicación con Roma.
Sin tener ideas muy concretas sobre el contenido del concilio, Juan XXIII le señaló dos objetivos muy amplios: una adaptación (aggiornamento) de la iglesia y del apostolado a un mundo en plena transformación, y la vuelta a la unidad de los cristianos.
En esos momentos, pues, la Iglesia está, no tratando de luchar contra sus adversarios, sino de encontrar un medio de expresión para el mundo en que vivía y que parecía ignorar. En palabras de Juan XXIII: "Hay que sacudir el polvo imperial" que recubre la Iglesia.

LA ENCÍCLICA "MATER ET MAGISTRA"
Antes de la solemne apertura del Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962, el Papa Juan tuvo ocasión de publicar, el 15 de mayo de 1961, su primera carta encíclica, "SOBRE EL RECIENTE DESARROLLO DE LA CUESTION SOCIAL A LA LUZ DE LA DOCTRINA CRISTIANA", cuyo comienzo –"Madre y Maestra de pueblos, la Iglesia…"- le da nombre.
Esta encíclica vio la luz con motivo del septuagésimo aniversario de la encíclica Rerum Novarum , de León XIII. A las cuestiones sociales de dimensiones universales vuelve el corazón Juan XXIII, como los volvió León XIII setenta años antes.

En la Encíclica se refuerzan ideas ya desarrolladas por anteriores papas:
- El hombre, y no el Estado, como centro y fin de la vida social;
- La subsidiaridad de cada nivel asociativo con respecto a su inferior y de todos frente a la actividad libre de la persona humana;
- La reafirmación de la propiedad privada como derecho individual;
- La subordinación del provecho propio al bien común.

Y otras ideas son nuevas y llenas de fuerza:
- El concepto del bien común aplicado al consorcio de todas las naciones;
- Los claros criterios sobre la socialización necesaria para mejor servir a la persona;
- La realística consideración de los pueblos subdesarrollados y del desnivel humano en los sectores agrícolas;
- La detección del cripto-colonialismo (un colonialismo oculto);
- Las primeras alusiones a la regulación moral del crecimiento demográfico
El lenguaje claro y rompedor de la Encíclica hizo que fuera recibida con asombro: a medias entre el agradecimiento (los arzobispos del África Occidental) y el recelo (la prensa rusa). El gran capitalismo callaba.

¿Y DÓNDE ESTABA LA IGLESIA DE SEVILLA?
A finales del año 1961 ni el pueblo fiel ni las autoridades eclesiásticas vivían con ansiosas expectativas las vísperas conciliares. Sencillamente no nos sonaba el Concilio para nada, como a más de medio mundo. Pero a principios del año 62 la voz del cardenal arzobispo de Sevilla, José Mª Bueno Monreal, se hizo oir a través de una Instrucción Pastoral, acostumbrada en vísperas cuaresmales, que en ese año llevaba por título "ALGUNOS PROBLEMAS SOCIALES DE LA ARCHIDIÓCESIS DE SEVILLA". (Publicada el 18 de febrero de 1962, Domingo de Septuagésima)
La presentación de la misma no podía ser más directa y acertada: "La carta encíclica de Su Santidad Juan XXIII "Mater et Magistra", que viene a urgir el despertar de nuestra conciencia social, nos ofrece ocasión oportuna para recordaros algunos principios sencillos, pero fundamentales, de especial interés en el presente momento social diocesano".


Solamente nos detenemos en el pilar en que fundamenta su exhortación: con palabras tan claras como Juan XXIII describe dos planos: los hechos y la mentalidad reinante:
- La realidad es dolorosa: los salarios insuficientes encuentran un irritante contraste con un lujo desorbitado; y el orden económico está radicalmente turbado, pues los oscuros brochazos que describió León XIII siguen vigentes en nuestra situación social.
- La falta de conciencia social abre una amplísima brecha en el orden moral: confesamos nuestra fe y no vivimos la caridad.


Hoy, cincuenta años después de Mater et Magistra, la denuncia explícita de Juan XXIII no ha sido sanada, y su aniversario nos debe servir para seguir corrigiendo las situaciones no cerradas.


Delegación diocesana de Orientación Social

Archidiócesis de Sevilla