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domingo, 8 de mayo de 2011

Vale la pena dedicarse a la causa de Cristo



“Al volver la vista atrás y recordar los años de mi vida, les puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo”. En el pórtico de este breve artículo dedicado a la beatificación hoy del Papa Juan Pablo II, he querido traer a colación esta rotunda y hermosa afirmación del entonces ya anciano Papa que ciertamente, haciendo honor a estas palabras, dedicó toda su vida a la causa de Cristo. Con la beatificación de este domingo, la Iglesia no hace otra cosa que reconocer que Karol Wojtyla, fue en este mundo un hombre de Dios que “vivió las virtudes cristianas en grado heroico” y falleció con reconocida fama de Santidad.


La beatificación no añade nada nuevo a lo que la persona ha sido y es ante Dios, pero con ello la Iglesia reconoce su entrega y fidelidad a la causa de Cristo y lo presenta a los fieles como alguien a quien podemos imitar y con quien podemos seguir contando, pues sus enseñanzas son guía segura para la vida cristiana y desde el cielo nos ayuda con su intercesión.


En el caso de Juan Pablo II la reforma de la legislación canónica ha permitido que, a poco más de cinco años de su ‘partida a la casa del Padre’, vaya a ser ya elevado a los altares al reconocerse ambas cosas. No podemos olvidar el clamor del pueblo cristiano en su propio funeral reclamando el conocido “santo súbito”. Además, el reconocimiento oficial de un milagro, es decir, un hecho que no es explicable por causas naturales, y que se atribuye a la intercesión de este siervo de Dios, hace posible que la Iglesia entera se alegre por este acontecimiento singular.


Un buen grupo de peregrinos de nuestra Diócesis Nivariense nos representarán en esta jornada en la plaza de S. Pedro. La rapidez del proceso hace posible que muchos podamos contar alguna experiencia personal con Juan Pablo II. Yo recuerdo con especial cariño cuando, mientras cursaba estudios en Roma, una temprana mañana pude concelebrar con él y otros sacerdotes diocesanos en su capilla privada. Entonces le pregunté: ¿Santidad, para cuándo un viaje a Canarias? A lo que él, con su conocido sentido del humor, me respondió: “Cuando me dejen”. Al final no pudo ser.


Aún así, Juan Pablo II, además de por sus muchas obras, mensajes, gestos que nos ha legado a todos los católicos, y yo diría a cualquiera que quiera escucharlos, para nosotros siempre será el Papa que canonizó en Guatemala a nuestro primer santo canario: El Santo hermano Pedro de S. José Betancur.


El hecho singular de que varias generaciones de personas sintamos al ya hoy beato Juan Pablo II como contemporáneo nuestro, es una espléndida oportunidad para imitar el ejemplo de su vida, de su entrega, de su fidelidad hasta las últimas consecuencias. Una vida en gran medida inexplicable si no fuera porque "Dios estaba con él" y, en cierto modo, esto es lo que la Iglesia proclama con su beatificación.


Buena parte de nosotros tendrá en la retina de sus ojos y en los oídos momentos de la vida de este eslavo que fue considerado ‘el atleta de Dios’, que se presentó al mundo con aquel conocido: “No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo”, que influyó decisivamente en los acontecimiento ocurridos en la Europa del Este y que condujeron a la "caída del muro de Berlín", que viajó por buena parte del planeta como predicador incansable de la Buena Nueva de Jesucristo, que nos legó extraordinarias encíclicas, profundizó en la aplicación del Concilio Vaticano II, promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, reformó el Código de Derecho Canónico, empatizó y simpatizó con los jóvenes de modo singular, sin tener que adularles sino proponiéndoles con libertad y valentía la exigencia del evangelio, que se acercó a tantos empobrecidos y vulnerables con sus palabras y con sus hechos, y que nos legó en la manera de vivir – entre otras cosas - el perdón a quien le intentó asesinar, su entrega cotidiana al plan de Dios, su enfermedad, su muerte, etc. ejemplos preclaros de vida en la fe, esperanza y caridad.


Juan Pablo II sube hoy a los altares sólo 6 años y un mes después de su muerte. Como señalan algunos de los que han estado en este proceso: “Él mismo decía que no se puede entender su personalidad desde fuera sino desde dentro. Por eso, la clave de lectura de este personaje es su fe. Fue un hombre de Dios. Esto es lo que mejor le define. Fue auténticamente un hombre de Dios, un hombre que realmente creía, que estaba enamorado de Cristo y de la Iglesia”. “La fama de santidad es una constante en la vida de Juan Pablo II. Cuando estaba vivo la gente lo consideraba un santo. Muchos dicen que han recibido gracias especiales de Dios cuando pidieron a este papa que rezara por ellos”. Este domingo, el sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI, reconocerá oficialmente todo ello.


Celebremos, por tanto, con gozo, la grandeza de Dios en este día, ya que como proclama la liturgia: “En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre Santo, porque manifiestas tu gloria en la asamblea de los santos, y, al coronar sus méritos, coronas tu propia obra. Tú nos ofreces el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino, para que, animados por su presencia alentadora, luchemos sin desfallecer en la carrera y alcancemos, como ellos, la corona de gloria que no se marchita, por Cristo, Señor nuestro”.


Desde hoy podemos darle culto e invocarlo públicamente: "Beato Juan Pablo II, ruega por nosotros".


+ Bernardo Álvarez Afonso

Obispo de Tenerife