Dios tiene una meta en nuestras vidas, que no se mide con la extensión de nuestra vida (...).
Habrá momentos en los cuales estamos realmente enojados con Dios: o bien totalmente deprimidos o totalmente desilusionados porque parece que Dios no esté haciendo nada...
Pero, aprovechando esos momentos de desconcierto (“las noches oscuras del alma”, como dicen los místicos) nuestra relación con Dios se puede volver más profunda.
Si yo alabo a Dios sólo cuando brilla el sol, mi fe es superficial.
David Watson
A Biograpy, 1992, p. 299)