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domingo, 3 de julio de 2011

La JMJ de Madrid bate el record de inscritos

Ya se han apuntado 440 mil jóvenes

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), a menos de 50 días de su celebración, ya ha batido récords por el número de inscritos, según ha revelado este martes la Santa Sede.

En la Oficina de Información del Vaticano se celebró una rueda de prensa para presentar los preparativos de este evento que Benedicto XVI culminara el 21 de agosto.

El cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, reveló que la cifra de 440 mil inscritos a día de hoy en la JMJ es una cifra nunca alcanzada en ninguna otra edición a más de mes y medio de su comienzo.

Destacó asimismo que es “una experiencia extraordinaria de una Iglesia amiga de los jóvenes, que se pone al servicio de las nuevas generaciones. Es una experiencia de la Iglesia Universal que abraza a todo el planeta, de una Iglesia joven, plena de entusiasmo”.

También subrayó la importancia de la formación de los jóvenes, tanto en los preparativos como en las 260 catequesis en 30 idiomas que se celebrarán durante la JMJ.

El cardenal Antonio María Rouco Varela, presidente del Comité Organizador Local de la JMJ, reconoció la inestimable colaboración de una gran plataforma cívica de la sociedad española, en la que destaca la colaboración de parroquias, movimientos e instituciones de la Iglesia, los voluntarios, las distintas administraciones públicas - Gobierno, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid-, además de los medios de comunicación.

El purpurado animó a hacer “un nuevo diagnóstico en los valores” por la crisis que afecta la juventud y la sociedad contemporánea, visible en las últimas actuaciones de jóvenes españoles en la calle.

Yago de la Cierva, director ejecutivo de la JMJ presentó la labor de los 22.500 voluntarios, clave para la organización de un evento de estas dimensiones, para el que se espera más de un millón de jóvenes durante el mes de agosto en Madrid.

El director ejecutivo de la JMJ también valoró la importancia del Fondo de Solidaridad, “imprescindible para que jóvenes de todo el mundo donde la Iglesia es perseguida o tiene dificultades económicas, puedan cumplir su sueño y asistan a la próxima edición de la JMJ”.
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miércoles, 29 de junio de 2011

Benedicto XVI dice que la Eucaristía es el antídoto contra el individualismo

La Iglesia "a pesar de sus límites y errores humanos" ha sido "fuerza de comunión, de unidad

Benedicto XVI dijo el pasado domingo, dia 26 de junio, que en un mundo cada vez más individualista, "como es la sociedad occidental y que tiende a difundirse a todo el mundo", la Eucaristía es el "antídoto" que opera en las mentes de los hombres y germina en ellos la lógica de compartir, del servicio y de la unidad.
Ante varias decenas de miles de personas que asistieron en la plaza de San Pedro del Vaticano al rezo del ángelus, el papa recordó que hoy se celebra en muchos países el Corpus Christi y aseguró que sin la Eucaristía la Iglesia "simplemente no existiría, ya que ella es la que hace de una comunidad humana un misterio de unión, capaz de llevar Dios al mundo y el mundo a Dios".
"En una cultura siempre más individualista, como es la actual occidental, que tiende a difundirse en todo el mundo, la Eucaristía constituye una especie de antídoto, que opera en las mentes y los corazones de los creyentes y continuamente siembra en ellos la lógica de la unidad, del servicio, del compartir, es decir lo que señala el Evangelio", afirmó el Pontífice.
El Obispo de Roma recordó que los primeros cristianos, de Jerusalén, eran la señal evidente de ese estilo de vida, "ya que vivían en hermandad y ponían a disposición de todos sus bienes, para que ninguno fuese indigente".
El papa aseguró que todo ello se debe a la Eucaristía, "Cristo resucitado realmente presente entre sus discípulos".
Benedicto XVI agregó que en todas las épocas, a través de los siglos, la Iglesia "a pesar de sus límites y errores humanos" ha sido en el mundo una "fuerza de comunión, de unidad".
A este respecto señaló que incluso en los periodos más difíciles, "que han puesto a la sociedad a prueba, como fueron los de los regímenes totalitarios", la Eucaristía fue una fuerza de unidad, de comunión y que para los cristianos, al igual que decían los antiguos mártires, sin la eucaristía dominical no podían vivir.
Benedicto XVI advirtió que el "vacío" producido por la falsa libertad puede ser también muy peligroso y que la comunión con Cristo es "fármaco de la inteligencia y la voluntad para reencontrar el gusto por la verdad y el bien común".
Tras el ángelus, el Pontífice recordó que ayer fueron beatificados en Hamburgo (Alemania) Johannes Prassek, Eduard Muller y Hermann Lange, asesinados por los nazis en 1943, y que hoy los serán los italianos Serafino Morazzone, párroco; el misionero Clemente Vismara y la monja Enrichetta Alfieri, conocida como el "ángel" en la cárcel de San Vittore de Milán.
El papa puso a los seis como "luminosos testimonios" del Evangelio.
Benedicto XVI celebró el pasado jueves, 23, el Corpus Christi, en la basílica romana de San Juan de Letrán y después presidió la procesión con el Santísimo por el centro de Roma, acto al que asistieron decenas de miles de fieles.
(RD/Efe)
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lunes, 20 de junio de 2011

Benedicto XVI: El Espíritu Santo es el que da la vida a la Iglesia



El Papa reconoce la labor de los donantes de sangre


El Espíritu Santo es el que guía a la Iglesia y la hace capaz de cumplir su misión, afirmó hoy el Papa, al introducir el rezo de la Regina Caeli en la Plaza de San Pedro.
Citando al beato italiano Antonio Rosmini, el Papa explicó que “en el día del Pentecostés de los cristianos Dios promulgó su ley de caridad, escribiéndola por medio del Espíritu Santo no sobre tablas de piedra, sino en el corazón de los Apóstoles, comunicándola después a toda la Iglesia”
El Espíritu Santo, "que es el Señor de la vida” – como recitamos en el Credo –, está unido al Padre por medio del Hijo y completa la revelación de la Santísima Trinidad”.
“Proviene de Dios como aliento de su boca y tiene el poder de santificar, abolir las divisiones, disolver la confusión debida al pecado”.
Él, “incorpóreo e inmaterial”, otorga “los bienes divinos, sostiene a los seres vivientes, para que actúen en conformidad con el bien”.
“Como Luz inteligible da significado a la oración, da vigor a la misión evangelizadora, hace arder los corazones de quien escucha el alegre mensaje, inspira el arte cristiano y la melodía litúrgica”, añadió el Papa.
Este Espíritu es el que crea en los cristianos “la fe en el momento de nuestro Bautismo, nos permite vivir como hijos de Dios, conscientes y consecuentes, según la imagen del Hijo Unigénito”.
Tras el Regina Caeli, el Papa quiso proponer a los presentes el ejemplo de un sacerdote alemán, Alois Andritzki, que con sólo 28 años fue ejecutado en el campo de concentración de Dachau, y que será beatificado mañana en Dresde.
Por último, se dirigió a los jóvenes, recordándoles que el próximo martes se celebra la Jornada Mundial de los Donantes de Sangre.
Son “millones de personas que contribuyen, de modo silencioso, a ayudar a los hermanos en dificultad. Dirijo a todos los donantes un cordial saludo e invito a los jóvenes a seguir su ejemplo”, concluyó.
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domingo, 19 de junio de 2011

El Papa dice que “la felicidad tiene un nombre: Jesús de Nazaret”




“La fe no se conserva por sí sola, debe ser anunciada”


El papa Benedicto XVI expresó hoy la necesidad de una nueva evangelización y dijo que, si los seres humanos olvidan a Dios, es porque muchas veces "reducen la persona de Jesús a la de un hombre sabio, pero le niegan la divinidad".
"Si los hombres olvidan a Dios es porque muchas veces la figura de Jesús viene reducida a la de un hombre sabio, pero se debilita e incluso se le niega la divinidad. Este modo de pensar impide captar las novedades radicales del cristianismo", afirmó el pontífice en un discurso pronunciado en la basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma.
Agregó que, si Jesús no es el hijo único del Padre, tampoco Dios ha venido al mundo.
Benedicto XVI manifestó que la fe "no debe ser presupuesta, sino propuesta", y señaló que ésta no se conserva por sí misma en el mundo y no se transmite de manera automática en el corazón del ser humano, "sino que debe siempre ser anunciada".
El papa exhortó a los padres y las madres a "cooperar con Dios en la transmisión del don inestimable de la vida, pero también a conocer a quien es la Vida".
A este respecto, agregó que desde pequeños los niños tienen necesidad de Dios y de percibir su grandeza, apreciar el valor de la plegaria y de los ritos e intuir la diferencia entre el bien y el mal.
Hay que aprender a "acompañarlos en la fe desde temprana edad", afirmó el pontífice, quien subrayó la necesidad de una nueva evangelización dirigida hacia aquellos "que, aun habiendo escuchado hablar de la fe, no aprecian la belleza del cristianismo y muchas veces la consideran un obstáculo para alcanzar la felicidad".
Benedicto XVI aseguró que la felicidad que busca el ser humano "tiene un nombre: Jesús de Nazaret, escondido en la Eucaristía".


(RD/Efe)
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jueves, 2 de junio de 2011

Benedicto XVI: La sociedad necesita un “renovado anuncio de esperanza”




“Ser cristiano no es un traje para vestir en privado o en las ocasiones importantes”

En una sociedad como la de hoy, a menudo marcada por la secularización, la Iglesia tiene el deber de ofrecer a los hombres “un renovado anuncio de esperanza”.
Lo afirmó hoy el Papa Benedicto XVI al recibir en audiencia a los participantes en la Plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, instituido por él el año pasado, dando “un principio operativo” a la reflexión que había hecho durante mucho tiempo “sobre la necesidad de ofrecer una respuesta particular al momento de crisis de la vida cristiana”.
“El término "nueva evangelización” recuerda la exigencia de una renovada modalidad de anuncio, sobre todo para aquellos que viven en un contexto, como el actual, en el que los desarrollos de la secularización han dejado pesadas huellas también en países de tradición cristiana”, observó el Papa en su discurso.
“Subrayar que en este momento de la historia la Iglesia está llamada a realizar una nueva evangelización, quiere decir intensificar la acción misionera para corresponder plenamente al mandato del Señor”.
En el contexto actual, reconoció, “la crisis que se experimenta lleva consigo los trazos de la exclusión de Dios de la vida de las personas” y “de una generalizada indiferencia hacia la misma fe cristiana, hasta el intento de marginarla de la vida pública”.

“Se asiste al drama de la fragmentación que no consiente tener una referencia de unión; además se verifica, a menudo, el fenómeno de personas que desean pertenecer a la Iglesia, pero que son fuertemente influenciados por una visión de la vida que contrasta con la fe”.
“Anunciar a Jesucristo, único Salvador del mundo, parece ser hoy más complejo que en el pasado; pero nuestro deber es idéntico como en los albores de nuestra historia”, reconoció el Papa. “La misión no ha cambiado, así como no deben cambiar el entusiasmo y la valentía que empujaron a los Apóstoles y a los primeros discípulos”.
La nueva evangelización, indicó, “deberá hacerse cargo de encontrar los caminos para hacer más eficaz el anuncio de la salvación, sin el cual, la existencia personal permanece en su contradicción y privada de lo esencial”.
“También en quien permanece el lazo con las raíces cristiana, pero vive la difícil relación con la modernidad, es importante hacer comprender que el ser cristiano no es una especie de traje que ponerse en privado o en ocasiones particulares, sino algo vivo y totalitario, capaz de asumir todo lo hay de bueno en la modernidad”.
Dado que “el estilo de vida de los creyentes necesita una genuina credibilidad, tanto más convincente cuanto más es dramática la condición de aquellos a los que se dirigen”, el Papa concluyó con las palabras de la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI: “Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra de santidad”.
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miércoles, 4 de mayo de 2011

Beato Juan Pablo II: Homilía de Benedicto XVI




Queridos hermanos y hermanas.

Hace seis años nos encontrábamos en esta Plaza para celebrar los funerales del Papa Juan Pablo II. El dolor por su pérdida era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento. Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad, y el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él. Por eso, he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato.

Deseo dirigir un cordial saludo a todos los que, en número tan grande, desde todo el mundo, habéis venido a Roma, para esta feliz circunstancia, a los señores cardenales, a los patriarcas de las Iglesias católicas orientales, hermanos en el episcopado y el sacerdocio, delegaciones oficiales, embajadores y autoridades, personas consagradas y fieles laicos, y lo extiendo a todos los que se unen a nosotros a través de la radio y la televisión.

Éste es el segundo domingo de Pascua, que el beato Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia. Por eso se eligió este día para la celebración de hoy, porque mi Predecesor, gracias a un designio providencial, entregó el espíritu a Dios precisamente en la tarde de la vigilia de esta fiesta. Además, hoy es el primer día del mes de mayo, el mes de María; y es también la memoria de san José obrero. Estos elementos contribuyen a enriquecer nuestra oración, nos ayudan a nosotros que todavía peregrinamos en el tiempo y el espacio. En cambio, qué diferente es la fiesta en el Cielo entre los ángeles y santos. Y, sin embargo, hay un solo Dios, y un Cristo Señor que, como un puente une la tierra y el cielo, y nosotros nos sentimos en este momento más cerca que nunca, como participando de la Liturgia celestial.

«Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29). En el evangelio de hoy, Jesús pronuncia esta bienaventuranza: la bienaventuranza de la fe. Nos concierne de un modo particular, porque estamos reunidos precisamente para celebrar una beatificación, y más aún porque hoy un Papa ha sido proclamado Beato, un Sucesor de Pedro, llamado a confirmar en la fe a los hermanos. Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica. E inmediatamente recordamos otra bienaventuranza: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo» (Mt 16, 17). ¿Qué es lo que el Padre celestial reveló a Simón? Que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Por esta fe Simón se convierte en «Pedro», la roca sobre la que Jesús edifica su Iglesia. La bienaventuranza eterna de Juan Pablo II, que la Iglesia tiene el gozo de proclamar hoy, está incluida en estas palabras de Cristo: «Dichoso, tú, Simón» y «Dichosos los que crean sin haber visto». Ésta es la bienaventuranza de la fe, que también Juan Pablo II recibió de Dios Padre, como un don para la edificación de la Iglesia de Cristo.

Pero nuestro pensamiento se dirige a otra bienaventuranza, que en el evangelio precede a todas las demás. Es la de la Virgen María, la Madre del Redentor. A ella, que acababa de concebir a Jesús en su seno, santa Isabel le dice: «Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45). La bienaventuranza de la fe tiene su modelo en María, y todos nos alegramos de que la beatificación de Juan Pablo II tenga lugar en el primer día del mes mariano, bajo la mirada maternal de Aquella que, con su fe, sostuvo la fe de los Apóstoles, y sostiene continuamente la fe de sus sucesores, especialmente de los que han sido llamados a ocupar la cátedra de Pedro. María no aparece en las narraciones de la resurrección de Cristo, pero su presencia está como oculta en todas partes: ella es la Madre a la que Jesús confió cada uno de los discípulos y toda la comunidad. De modo particular, notamos que la presencia efectiva y materna de María ha sido registrada por san Juan y san Lucas en los contextos que preceden a los del evangelio de hoy y de la primera lectura: en la narración de la muerte de Jesús, donde María aparece al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25); y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, que la presentan en medio de los discípulos reunidos en oración en el cenáculo (cf. Hch. 1, 14).

También la segunda lectura de hoy nos habla de la fe, y es precisamente san Pedro quien escribe, lleno de entusiasmo espiritual, indicando a los nuevos bautizados las razones de su esperanza y su alegría. Me complace observar que en este pasaje, al comienzo de su Primera carta, Pedro no se expresa en un modo exhortativo, sino indicativo; escribe, en efecto: «Por ello os alegráis», y añade: «No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación» (1 P 1, 6.8-9). Todo está en indicativo porque hay una nueva realidad, generada por la resurrección de Cristo, una realidad accesible a la fe. «Es el Señor quien lo ha hecho –dice el Salmo (118, 23)- ha sido un milagro patente», patente a los ojos de la fe.

Queridos hermanos y hermanas, hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium. Todos los miembros del Pueblo de Dios –Obispos, sacerdotes, diáconos, fieles laicos, religiosos, religiosas- estamos en camino hacia la patria celestial, donde nos ha precedido la Virgen María, asociada de modo singular y perfecto al misterio de Cristo y de la Iglesia. Karol Wojtyła, primero como Obispo Auxiliar y después como Arzobispo de Cracovia, participó en el Concilio Vaticano II y sabía que dedicar a María el último capítulo del Documento sobre la Iglesia significaba poner a la Madre del Redentor como imagen y modelo de santidad para todos los cristianos y para la Iglesia entera. Esta visión teológica es la que el beato Juan Pablo II descubrió de joven y que después conservó y profundizó durante toda su vida. Una visión que se resume en el icono bíblico de Cristo en la cruz, y a sus pies María, su madre. Un icono que se encuentra en el evangelio de Juan (19, 25-27) y que quedó sintetizado en el escudo episcopal y posteriormente papal de Karol Wojtyła: una cruz de oro, una «eme» abajo, a la derecha, y el lema: «Totus tuus», que corresponde a la célebre expresión de san Luis María Grignion de Monfort, en la que Karol Wojtyła encontró un principio fundamental para su vida: «Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, Maria -Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón». (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n. 266).

El nuevo Beato escribió en su testamento: «Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszyński, me dijo: "La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio"». Y añadía: «Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado». ¿Y cuál es esta «causa»? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: «¡No temáis! !Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás.

Karol Wojtyła subió al Solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su «timonel», el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar «umbral de la esperanza». Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al Cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el Cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de «adviento», con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz.
Quisiera finalmente dar gracias también a Dios por la experiencia personal que me concedió, de colaborar durante mucho tiempo con el beato Papa Juan Pablo II. Ya antes había tenido ocasión de conocerlo y de estimarlo, pero desde 1982, cuando me llamó a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una «roca», como Cristo quería. Su profunda humildad, arraigada en la íntima unión con Cristo, le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Eucaristía.

En el texto de la homilía: ¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. (E improvisando, Benedicto XVI añadió:) Tantas veces nos has bendecido desde esta plaza. Santo Padre, hoy te pedimos, bendícenos. Amén.








CIUDAD DEL VATICANO, domingo 1 de mayo de 2011




(ZENIT.org)
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lunes, 2 de mayo de 2011

Dos respuestas a la llamada del amor: matrimonio y celibato consagrado




Dos posibles formas de responder a la llamada del amor, así lo considera el Secretario del Consejo Pontificio para la Familia, monseñor Jean Laffitte: matrimonio y celibato consagrado.


Monseñor Laffitte, realizó el discurso de clausura del Encuentro Nacional de Familias Católicas en Melbourne, Australia, después de encontrarse con un gran grupo de jóvenes el sábado.



Durante todo el fin de semana, 15 al 17 de abril, más de 800 personas participaron en una amplia variedad de conferencias y talleres de más de 40 temas relacionados con el matrimonio y la vida familiar.


En el discurso de clausura, monseñor Laffitte animó a los allí reunidos a llevar el amor de Cristo en todas sus dimensiones como el único fundamento seguro y esperanzador de la familia: “el amor humano en su forma madura, el matrimonio, es una buena noticia, corresponde a la profunda aspiración del corazón de la mujer y del hombre. Como un regalo irrevocable que los esposos se hacen el uno al otro, el matrimonio sella un pacto que es, en la forma cristiana, un pacto hecho con el mismo Cristo”, dijo monseñor Laffitte.


A la gente joven, monseñor Laffitte ilustró dos formas posibles de responder a la llamada del amor: el matrimonio y el celibato consagrado. La intervención terminó con una sesión de preguntas y respuestas.


En su discurso del domingo, el secretario del Consejo Pontificio para la Familia, mostró como las familias ofrecen su contribución esencial al bien común de la sociedad. Dijo que el perdón es una expresión de amor.


“Por esta razón, sólo cuando una pareja unida dispone sus corazones a amar”, dijo, “este amor se abre al perdón; en la Pasión del Domingo, vemos claramente el amor de Dios que se manifiesta a sí mismo en la Persona de Cristo el cual se ofrece para traernos el Perdón de Dios”.


El Encuentro atrajo a cientos de familias con sus hijos, así como a personas solteras, parejas comprometidas, abuelos. El luminoso ambiente festivo del fin de semana culminó con una Misa de clausura que fue una celebración rica, presidida por el arzobispo de Melbourne, Denis Hart, que acogió la conferencia con el apoyo de la Conferencia Episcopal Australiana y concelebrada por monseñor Laffitte.


Al final de la Misa de clausura, monseñor Hart, encabezó a los delegados en la grabación de un breve mensaje de vídeo de agradecimiento para mandarlo a Su Santidad, agradeciéndole sus oraciones y apoyo. El Papa Benedicto XVI, previamente, había mandado un mensaje de vídeo, ofreciendo su bendición a los delegados y asegurándoles sus oraciones.


Matthew McDonald de la Oficina de la archidiócesis de la Vida Matrimonial y Familia, que fue el responsable de coordinar el evento, dijo: “El encuentro es un estímulo enorme para todos nosotros. El mensaje del Santo Padre, la presencia de ocho obispos además de muchos sacerdotes y religiosos, expresan elocuentemente la solidaridad de toda la Iglesia en nuestra misión de promover el indispensable e irreemplazable papel del matrimonio y de la vida familiar”.


“Como cristianos, hay momentos en los que nos sentimos aislados por una cultura que no siempre favorece un ambiente fértil en el que las familias puedan florecer. Pero al permitirnos, a nosotros mimos, ser modelados por el amor de Cristo, confiando en su fidelidad y con el apoyo de tantos hermanos y hermanas que piensan como nosotros, ¿Cómo podemos sentir otra cosa que no sea una gran esperanza por el futuro?”.


Monseñor Jean Laffitte habla a los jóvenes católicos australianos

MELBOURNE, miércoles 20 de abril de 2011


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jueves, 28 de abril de 2011

Estáis llamados a ser testigos de Dios en el mundo entero



Fue una conferencia vibrante, creativa, con ritmo y con viveza. El cardenal de Tegucigalpa, el salesiano Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, trazó un discurso acerca de la vida religiosa, el martirio y la mística en el mundo de hoy durante la segunda jornada de la Semana Nacional de Vida Religiosa organizada por el ITVR. "Si me matan, voy a resucitar en el pueblo", concluyó, parafraseando al arzobispo de San Salvador, Óscar Romero, uno de los nuevos mártires, todavía no reconocidos con la gloria de los altares. "Estamos llamados a ser testigos de Dios en el mundo entero", proclamó Maradiaga.


"Pasión por Dios, pasión por el hombre", es lo que pidió el cardenal a los centenares de religiosos y religiosas que se congregaron esta tarde en el auditorio del colegio calasancio. A estos hombres y mujeres, que "entregan libre y confiadamente su vida a Dios", el arzobispo hondureño recordó que "los hombres de hoy deben sentirse amados, y nosotros tenemos que ser testigos de ese amor".


Más aún en el mundo globalizado de hoy, donde "se necesita más misión que voluntariado", más coherencia y saber aceptar la bondad del "amor recibido y amor correspondido". "El consagrado es el que se siente llamado a amar hasta el extremo, a todos, hasta la entrega total de sí", proclamó Maradiaga. "No puede ser de otro modo. No nos basta celebrar la muerte de Cristo. La vida consagrada vive la muerte de Cristo en todos los que llevan la Cruz de Cristo". "El amor es lo esencial", proclamó.


"Hasta el martirio de sangre, si fuera necesario, para anunciar la Buena Noticia", insistió, para ofrecer el "don del amor que se nos ha sido dado. El consagrado tiene plena conciencia de haber sido elegido. Él no es el sujeto principal de la misión que realiza, sino Aquél que lo ha elegido y lo ha enviado".


"Ser coherente y ser testigo pertenece a la vida consagrada", como los mártires y los místicos, de los primeros siglos y los más recientes. "Místico y mártir significa originalmente testimonio. El mártir y el mistico no están lejos el uno del otro. Ambos son testigos: el martirio y la mística son como una forma de testimoniar la verdad del cristianismo. Son como un control de calidad de nuestro bautismo", afirmó el cardenal.


Para Maradiaga, "el amor verdadero se autentifica con la entrega verdadera, con la fuerza del amor". Por ello, reivindicó que el consagrado está "dispuesto a cargar con la persecución y la cruz, en la medida en que es totalmente de Dios. La fe del consagrado y la consagrada es la aceptación de Dios, por la mente, el corazón y la fidelidad. El consagrado cree en la vida eterna: el místico y el mártir se apoyan, también, en la promesa de Dios".


Ayer, hoy y siempre, "la sangre de los mártires implora perdón para los asesinos. Esta sangre es semilla de vida nueva, y precepto de esperanza. Con el perdón al morir, se rompe el círculo del odio y del dolor. El mártir cristiano, el místico cristiano, no se retuerce en el suplicio gritando venganza: su memoria no es llamar al odio contra los perseguidores y sus herederos, sino oferta de reconciliación y de paz".


Por ello, recordó que "los consagrados no podemos ser indiferentes a los valores más profundos, ni ocultar nuestra identidad. Hemos de ser testigos de un diálogo paciente, de la verdad que no se defiende con la violencia. Una falta de coherencia hace a veces vivir la persecución como debilidad ante la fuerza de la verdad. No hemos de confundir tolerancia con una convalidación ética".


"Si ellos fueron fieles en situaciones límite, nosotros también. Dios nos quiere todo, no a medias. No nos podemos limitar a reconocer a Jesús en el santuario de nuestra conciencia", apuntó Maradiaga, quien insistió en que "no" estamos atraídos por mesianismos ideológicos, sino por la persona de Jesús en la Pasión. El mártir no ofrece resistencia, porque viviendo con la promesa de Jesús Resucitado sabe que se establecerá una vida nueva. Dar testimonio del Señor entregando la vida".


Jesús Bastante
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domingo, 27 de marzo de 2011

Benedicto XVI: Dimensión y visibilidad del diaconado


- Publicamos la primera de las preguntas y respuestas que dio el Papa espontáneamente-


Giuseppe Corona, diácono
Santo Padre: desearía expresar ante todo mi gratitud y la de mis hermanos diáconos por el ministerio que tan providencialmente la Iglesia ha retomado con el Concilio, ministerio que nos permite dar plena expresión a nuestra vocación. Estamos comprometidos en una gran variedad de tareas que desarrollamos en ámbitos muy diferentes: la familia, el trabajo, la parroquia, la sociedad, también en las misiones en África y América Latina, entornos que usted ya indicó en la audiencia que nos concedió con ocasión del veinticinco aniversario del diaconado romano. Ahora nuestro número ha aumentado: somos 108. Y nos gustaría que nos indicara una iniciativa pastoral que pueda convertirse en signo de una presencia más incisiva del diaconado permanente en la ciudad de Roma, como sucedió en los primeros siglos de la Iglesia romana. De hecho, compartir un objetivo significativo, común, por un lado incrementaría la cohesión de la fraternidad diaconal, por otro daría mayor visibilidad a nuestro servicio en esta ciudad. Le presentamos, Santo Padre, el deseo de que nos indique una iniciativa que podamos compartir en los modos y en las formas que desee señalar. En nombre de todos los diáconos le saludo, Santo Padre, con filial afecto.

Benedicto XVI
Gracias por este testimonio de uno de los más de cien diáconos de Roma. Desearía también yo expresar mi alegría y mi gratitud al Concilio, porque repuso este importante ministerio en la Iglesia universal. Debo decir que cuando era arzobispo de Munich no encontré tal vez más que a tres o cuatro diáconos y favorecí mucho este ministerio porque me parece que pertenece a la riqueza del ministerio sacramental en la Iglesia. Al mismo tiempo, puede ser igualmente un vínculo entre el mundo laico, el mundo profesional y el mundo del ministerio sacerdotal --dado que muchos diáconos continúan desenvolviendo sus profesiones y mantiene sus posiciones, importantes o también de vida sencilla, mientras que sábado y domingo trabajan en la Iglesia--. De esta forma testimonian en el mundo de hoy, asimismo en el mundo laboral, la presencia de la fe, el ministerio sacramental y la dimensión diaconal del sacramento del Orden. Esto me parece muy importante: la visibilidad de la dimensión diaconal.

Naturalmente asimismo todo sacerdote sigue siendo diácono y debe siempre pensar en esta dimensión, porque el Señor mismo se hizo nuestro ministro, nuestro diácono. Pensamos en el gesto del lavatorio de los pies, con el que explícitamente se muestra que el Maestro, el Señor, actúa como diácono y quiere que cuantos le siguen sean diáconos, que desempeñen este ministerio para la humanidad, hasta el punto de ayudar también a lavar los pies ensuciados de los hombres confiados a nosotros. Esta dimensión me parece de gran importancia.

En esta ocasión traigo a la memoria --aunque a lo mejor no es inmediatamente inherente al tema-- una pequeña experiencia que apuntó Pablo VI. Cada día del Concilio se entronizó el Evangelio. Y el Pontífice dijo a los ceremonieros que una vez habría deseado realizar él mismo esta entronización del Evangelio. Le dijeron: no, ésta es tarea de los diáconos, no del Papa. Él escribió en su diario: pero también yo soy diácono, sigo siendo diácono y desearía también ejercer este ministerio del diaconado poniendo en el trono la Palabra de Dios. Por lo tanto esto nos concierne a todos. Los sacerdotes siguen siendo diáconos y los diáconos explicitan en la Iglesia y en el mundo esta dimensión diaconal de nuestro ministerio. Esta entronización litúrgica de la Palabra de Dios cada día durante el Concilio era siempre para nosotros un gesto de gran importancia: nos decía quién era el verdadero Señor de aquella asamblea, nos decía que sobre el trono está la Palabra de Dios y que nosotros ejercemos el ministerio para escuchar y para interpretar, para ofrecer a los demás esta Palabra. Es ampliamente significativo para todo cuanto hacemos: entronizar en el mundo la Palabra de Dios, la Palabra viva, Cristo. Que realmente sea Él quien gobierne nuestra vida personal y nuestra vida en las parroquias.

Además usted me hace una pregunta que, debo decir, excede un poco mis fuerzas: cuáles serían las tareas propias de los diáconos en Roma. Sé que el cardenal vicario conoce mucho mejor que yo las situaciones reales de la ciudad, de la comunidad diocesana de Roma. Pienso que una característica del ministerio de los diáconos es precisamente la multiplicidad de las aplicaciones del diaconado. En la Comisión Teológica Internacional, hace algunos años, estudiamos largamente el diaconado en la historia y también en el presente de la Iglesia. Y descubrimos justamente esto: no existe un perfil único. Cuánto se debe hacer, varía según la preparación de las personas, de las situaciones en las que se encuentran. Puede haber aplicaciones y concreciones muy diferentes, siempre en comunión con el obispo y con la parroquia, naturalmente. En las distintas situaciones se muestran varias posibilidades, también dependiendo de la preparación profesional que eventualmente tengan estos diáconos: podrían estar comprometidos en el sector cultural, tan importante hoy, o podrían tener una voz y un puesto significativo en el sector educativo. Pensamos este año precisamente en el problema de la educación como central para nuestro futuro, para el futuro de la humanidad.

Ciertamente el sector de la caridad era en Roma el sector originario, porque los títulos presbiterales y las diaconías eran centros de la caridad cristiana. Éste era desde el inicio en la ciudad de Roma un sector fundamental. En mi Encíclica Deus caritas est mostré que no sólo la predicación y la liturgia son esenciales para la Iglesia y para el ministerio de la Iglesia, sino que lo es igualmente el servicio de la caritas --en sus múltiples dimensiones-- por los pobres, por los necesitados. Así que espero que en todo tiempo, en toda diócesis, si bien con situaciones distintas, ésta siga siendo una dimensión fundamental y también prioritaria para el compromiso de los diáconos, si bien no la única, como nos muestra también la Iglesia primitiva, donde los siete diáconos fueron elegidos precisamente para permitir a los apóstoles dedicarse a la oración, a la liturgia, a la predicación. También después Esteban se encuentra en la situación de tener que predicar a los helénicos, a los judíos de lengua griega, y así se amplía el campo de la predicación. Él está condicionado, digamos, por las situaciones culturales, donde tiene voz para hacer presente en dicho sector la Palabra de Dios y así hace más posible la universalidad del testimonio cristiano, abriendo las puertas a san Pablo, que fue testigo de su lapidación y posteriormente, en cierto sentido, su sucesor en la universalización de la Palabra de Dios. No sé si el cardenal vicario desea añadir una palabra; yo no estoy tan próximo a las situaciones concretas.

Cardenal Camillo Ruini, Vicario del Papa para la diócesis de Roma
Santo Padre: sólo puedo confirmar, como usted decía, que también en Roma en concreto los diáconos trabajan en muchos ámbitos, en su mayor parte en las parroquias, donde se ocupan de la pastoral de la caridad, pero por ejemplo muchos también están en la pastoral de la familia. Al estar casados casi todos los diáconos, preparan al matrimonio, siguen a los jóvenes parejas, y labores por el estilo. Además brindan una contribución significativa a la pastoral sanitaria, ayudan también en el Vicariato --donde algunos trabajan-- y, como escuchó antes, en las misiones. Existe alguna presencia misionera de diáconos. Creo que, naturalmente, en el plano numérico el compromiso de amplitud más relevante es en las parroquias, pero existen igualmente otros ámbitos que se están abriendo y precisamente por esto tenemos ya más de un centenar de diáconos permanentes.



Encuentro del Papa con los párrocos y el clero de Roma, 2008
(Traducción del original italiano por Marta Lago)
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sábado, 26 de febrero de 2011

Bienvenido, Don Santiago


Carta semanal del Arzobispo de Sevilla para el domingo 20 de febrero de 2011

Queridos hermanos y hermanas:
El pasado 18 de diciembre, fiesta de Ntra. Sra. de la Esperanza, a mediodía, la Santa Sede hacía público el nombramiento de Mons. Santiago Gómez Sierra como Obispo titular de Vergi y auxiliar de Sevilla. Con gran gozo, yo mismo di la noticia a la Archidiócesis, mientras repicaban las campanas de nuestra Catedral anunciando el acontecimiento. En esa mañana invité a todos los diocesanos a dar gracias a Dios por este regalo que el Señor Don Santiago Gómez con el Arzobispo, don Juan José Asenjo. nos hacía en las vísperas de Navidad a través del Santo Padre: un regalo que, estoy seguro, ha llenado de alegría y esperanza no sólo al Arzobispo, que se va a ver ayudado de forma significativa en su ministerio, sino a toda la comunidad cristiana de Sevilla, a la que D. Santiago viene a amar y servir.

En la carta pastoral que entonces os escribí, os invitaba además a elevar al Señor preces especiales para que conceda a D. Santiago el corazón, las entrañas y el estilo de Jesucristo, Buen Pastor, para que se entregue sin descanso al servicio de nuestra Carta semanal del Arzobispo de Sevilla Iglesia, para que encuentre en nosotros un pueblo bien dispuesto y sea siempre fiel al ministerio de salvación que la Iglesia pone en sus manos.

Yo sé que todos habéis orado por él. Lo he comprobado a lo largo de estos dos meses en mis visitas a las parroquias y comunidades. Llega ahora el momento de darle la bienvenida. Efectivamente, el próximo sábado, 26 de febrero, tendré el honor y el gozo de imponerle las manos, en presencia del Nuncio apostólico, de dos Cardenales (entre ellos, Fray Carlos Amigo Vallejo, nuestro Arzobispo emérito), de un grupo de Obispos y de los sacerdotes, miembros de la vida consagrada y laicos de nuestra Archidiócesis. Nos acompañarán en nuestra Catedral Metropolitana sacerdotes, consagrados y laicos de las diócesis hermanas de Córdoba y Toledo. Por la ordenación episcopal, don Santiago Gómez Sierra recibirá la plenitud del sacerdocio y entrará a formar parte del Colegio Episcopal como sucesor de los Apóstoles. A partir de ese momento, la Iglesia de Dios que peregrina en Sevilla será su nueva familia en la fe, con la que D. Santiago compartirá su vida, su ministerio, sus afanes y proyectos y el intercambio de dones.

Os invito ahora a acogerlo con calor, con espíritu sobrenatural, como a quien viene en el nombre del Señor y enviado por Él. No dudo que él se abrirá camino y que se hará querer entre nosotros con su cercanía, su humildad y sencillez y con los muchos dones que Dios le ha regalado, que sin duda nos van a enriquecer a todos. Os invito de nuevo a orar por él, para que el Señor, que le ha conducido hasta aquí con su custodia amorosa y fiel, le sostenga y aliente a partir de ahora y le conceda los dones de su Espíritu, especialmente la sabiduría, el consejo, la piedad y la fortaleza.

Ni el ministerio sacerdotal ni el ministerio episcopal son hoy empeños fáciles. Como les sucedió a los Apóstoles y a todos los que se nos encomienda el oficio de amor que es apacentar la grey del Señor, tendrá, sin duda, momentos difíciles. Que gracias a nuestra plegaria, no olvide entonces que el Señor navega y camina a su lado y le dice con palabra soberana, sólo propia de Dios: «Soy yo. No temas. Yo estoy contigo». Se lo pedimos también a la Santísima Virgen en su título de los Reyes, patrona de la Archidiócesis, y en tantos títulos y advocaciones hermosísimas como tachonan todo el territorio diocesano. Pongamos su ministerio en sus manos maternales, para que Ella le proteja, le guíe y llene de fecundidad su ministerio para la gloria de Dios. Que le acompañe también la protección de los santos sevillanos, especialmente los Beatos obispos Marcelo Spínola y Manuel González.

A partir de ahora, como en el caso de los Apóstoles, su dedicación preferente será la oración y el servicio de la Palabra y de los Sacramentos. Sólo desde el venero fecundo que es la plegaria con los brazos alzados al Cielo, crecerá cada día su caridad pastoral al servicio del rebaño que el Señor le encomienda apacentar para ofrecerle los dones de la salvación. Su plegaria constante y nuestra oración le sostendrán en su tarea primordial, el anuncio de Jesucristo, único Salvador y Redentor, camino, verdad y vida de los hombres. Le ayudarán también a servir a los últimos, los que no cuentan, los pobres y los débiles, los enfermos, las víctimas de la injusticia y los esclavos de tantas cadenas, imitando a Jesucristo, Buen Pastor, jefe y modelo de pastores, que no vino a ser servido, sino a servir.

En nombre de todos, doy a don Santiago la bienvenida más cordial a Sevilla. Le felicito anticipadamente por el don grande que va a recibir. Para él, mi abrazo fraterno. Para todos los fieles de la Archidiócesis, mi saludo cordial y mi bendición.

† Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo metropolitano de Sevilla
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domingo, 23 de enero de 2011

Ciclo de conferencias sobre Perfiles de santidad conyugal



El matrimonio es un auténtico camino de santidad, motivo por el cual el Pontificio Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre el matrimonio y la familia ha organizado a partir de enero un ciclo de conferencias sobre "Perfiles de santidad conyugal".

En este ciclo de conferencias se tratarán temas como la fuerza que viene del amor, la fidelidad al amor o testimonios de amor entre otros, acompañados de testimonios de parejas en camino a la santidad.

El ciclo de conferencias se inauguró el 13 de enero bajo el tema "un camino de amor y fe en pareja" tomando como ejemplo a Raissa y Jacques Maritain, dos jóvenes intelectuales convertidos que se cocieron en 1900 y desde ese momento comenzaron una vida juntos descubriendo el camino de la fe y con la única meta de santificar su matrimonio.

La conversión de la pareja Maritain no fue fácil como reconoció la coordinadora del II ciclo, Ludmila Grygiel: "En general me parece una regla que la conversión de un intelectual es más difícil de cuanto lo sea la de un artesano o un agricultor porque el equipaje cultural del mundo científico de explicar y conocer la realidad hacen más difícil el unirse al simple mensaje evangélico y aceptar los misterios de Dios, por otra parte, la tarea de un intelectual honesto el buscar la verdad".

Esto es lo que hicieron Raissa y Jacques al inicio de sus estudios, todavía cuando buscaron el sentido de la vida y la verdad en la filosofía corrieron el riesgo de caer en la desesperación, incluso pensaron en suicidarse.

Cada vez que comenzaban a estudiar el pensamiento de un filósofo crecía su sabiduría cultural, algunas veces incluso les absorbía el entusiasmo del discurso que poco después se convertía en un especie de opio metafísico como recuerda Raissa.
Los Maritain decidieron bautizarse sólo después de haber renunciado a la idea de encontrar la verdad y la felicidad intelectual en la filosofía propuesta en aquellos tiempos. Gracias a la lectura de los místicos entendieron que lo que se sabe de Dios no es nada comparado con aquello que no se conoce de Él.

La sed de verdad de los Maritain fue saciada no por el estudio sino por el amor a la verdad que dona la sabiduría, el amor perfecto que dona la libertad perfecta.

Grygiel destacó que para la pareja Maritain el momento del Bautismo, el inicio de la vida de cristianos, significa "comenzar a realizar su vocación a la santidad".

Raissa escribió sobre la conversión en su diario, "cada converso experimenta la caída de Pablo en el camino hacia Damasco. El converso se separa del mundo con un duro golpe que le arranca el enlace consigo mismo y con los otros. En un instante, en la hora de la gracia, todos los valores se inclinan hacia Él".

La profesora Guilia Paola di Nicola y su marido el profesor Attilio Danese relataron la historia del camino recorrido por Raissa y Jacques Maritain hacia Dios.

Por su parte el Cardenal Geoges Cottier, O.P, teólogo de Juan Pablo II y del inicio del pontificado de Benedicto XVI, presidió la conferencia aportando toda su experiencia sobre el tema al haber conocido personalmente a Jacques Maritain en Roma en los años 1946 - 1952.

Su Eminencia trató el tema de la pareja en la crisis de la familia que se vive actualmente: "Estamos ante una grande crisis del matrimonio. Hay que tener en cuenta la idea que el matrimonio ha tenido en las corrientes de nuestra cultura. Recientemente la idea de que el matrimonio dura toda la vida parece una cosa casi imposible. El amor de Jacques y Raissa es otra cosa. Hasta el último momento sigue siendo el mismo amor de cuando tenían 18 años y esto parece una monstruosidad. Una persona se pregunta ¿cómo puedo estar seguro que dentro de diez años tendré los mismos sentimientos que ahora?".

"Vivimos en el mundo del momento, del instante, en la provisionalidad y esto sería una buena cosa para reflexionar junto con el sacramento como tal. ¿Dónde esta la columna que sostiene todo si no hay Dios?", se preguntó el purpurado.

"No hay que olvidar el tiempo, que pasa también por el cuerpo que envejece. Cambiamos incluso en este punto de vista. La chica que conocí con veinte años no es la misma con ochenta. Están también las enfermedades... pero el mundo actual no quiere que veamos esto. Todos son jóvenes, gente guapa, sin enfermedades. Es contrario a la experiencia humana cotidiana. A la hora de la verdad sólo hay que atravesar la calle para ver que la realidad es otra. Esto sucede porque hay un materialismo de fondo que estropea el tiempo".

"Si no existe la interioridad y la relación con Dios sucede esto. La juventud y la obsesión por el cuerpo quieren estar al mismo nivel que lo espiritual . Si el cuerpo marca las reglas del vivir, todo cambia. A esto se le suman las enormes dificultades económicas que las familias sufren, el problema laboral, la desocupación o incluso el hecho de que las parejas llegan a casa cansadísimas de trabajar. Al final del día cada uno ha vivido una experiencia diferente y no es posible meterla en común porque la sociedad no lo permite. Todo esto lo paga la familia. Habría que reflexionar sobre los condicionamentos sociales de la vida en familia porque la gente es víctima de esta situación", concluyó el purpurado suizo.

Di Nicola y Danese como punto final añadieron que "el perdón es una cuestión fundamental en la relación de pareja y que el amor arde. Si se ama se fecunda porque el amor es fecundo. Dos que se aman harán que su amor pase a todos los que les rodean".
Sobre la cuestión de que Raissa Maritain reconoció que al morir su marido no conocía todo sobre él, la profesora Di Nicola añadió que "hoy en día se defiende el hecho de decirse todo en pareja, vemos a novios jóvenes que se llaman millones de veces para contarse todo, explicarse todo y piensan que retrocediendo a las mismas cosas todo se va a aclarar y en cambio pueden aparecer discusiones. Darse todo, es una cosa y decirse todo es otra".

"Es un campo delicado porque a veces estar sólo con Dios puede ser una fuga de la propia responsabilidad y del otro. Al mismo tiempo estar siempre juntos se convierte en una dependencia, en un no crecer. El silencio a su vez no significa quitarle algo al otro sino un venerarlo. Venerar el misterio que el otro contiene y contemplarlo en su belleza. Simplemente admirar el misterio que su alma contiene. Y no está fuera de lugar proponer la validez del pudor, tan disperso en la sociedad actual, hecha solo de exhibición -añadieron-. Es el velo del pudor que en el fondo falta en nuestra sociedad, esto nos ayudaría a descubrir con discreción el misterio del otro".


CIUDAD DEL VATICANO, martes 18 de enero de 2011 (ZENIT.org).-
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lunes, 10 de enero de 2011

Fallece el sacerdote Rvdo. Don José María León Acha


"Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para si mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos" (Ro. 14, 7-9)

Nos hemos enterado de la noticia a través del bueno de Alfonso Romero, Diácono de la diócesis de Asidonia-Jerez de la subida al Cielo del Rvdo. Don José María León Acha. Un santo Varón que ha pasado por la vida haciendo el Bien.

Jose Máría quería a los Diaconos y a sus Esposas muchísimo. Mucho, sería mentir. Muchísimo. Las Esposas y los Diáconos queríamos a Don Jose María mucho más. Por cuanto nos daba, con su persona. Su recuerdo se grabó en nuestro corazón con el buril de lo indeleble. Inborrable su presencia entre nosotros.


Recuerdo en los distintos Encuentros Nacionales del Diaconado Permanente, como Don Jose Mária acogía a uno por uno de todos los Diaconos y sus Esposas. Las Esposas de los Diáconos “adoraban” a Jose María. Sentían una fuerte cariño hacia su persona. Recuerdo como en uno de sus viajes a Sevilla, lo acogimos varios Diáconos con nuestras esposas y lo feliz que era entre nosotros, cómo nos quería, cuánto trabaja por el Señor, cómo reconocía y amaba el ministerio del diaconado.

Muchos Diáconos siempre me han reiterado que las mejores pláticas, la han escuchado de Don José María. Sacerdote enamorado de la Iglesia y de la formación del Clero que puso toda su vida a disposición del Señor.
Ofrecemos nuestras oraciones por su eterno descanso.

Os trasladamos la noticia de Alfonso, recogida en Religión digital.


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sábado, 1 de enero de 2011

MENSAJE DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI PARA LA CELEBRACIÓN DE LA XLIV JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ


LA LIBERTAD RELIGIOSA, CAMINO PARA LA PAZ.

1. Al comienzo de un nuevo año deseo hacer llegar a todos mi felicitación; es un deseo de serenidad y de prosperidad, pero sobre todo de paz. El año que termina también ha estado marcado lamentablemente por persecuciones, discriminaciones, por terribles actos de violencia y de intolerancia religiosa.Pienso de modo particular en la querida tierra de Iraq, que en su camino hacia la deseada estabilidad y reconciliación sigue siendo escenario de violencias y atentados. Vienen a la memoria los recientes sufrimientos de la comunidad cristiana, y de modo especial el vil ataque contra la catedral sirio-católica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de Bagdad, en la que el 31 de octubre pasado fueron asesinados dos sacerdotes y más de cincuenta fieles, mientras estaban reunidos para la celebración de la Santa Misa. En los días siguientes se han sucedido otros ataques, también a casas privadas, provocando miedo en la comunidad cristiana y el deseo en muchos de sus miembros de emigrar para encontrar mejores condiciones de vida. Deseo manifestarles mi cercanía, así como la de toda la Iglesia, y que se ha expresado de una manera concreta en la reciente Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos. Ésta ha dirigido una palabra de aliento a las comunidades católicas en Iraq y en Medio Oriente para vivir la comunión y seguir dando en aquellas tierras un testimonio valiente de fe.Agradezco vivamente a los Gobiernos que se esfuerzan por aliviar los sufrimientos de estos hermanos en humanidad, e invito a los Católicos a rezar por sus hermanos en la fe, que sufren violencias e intolerancias, y a ser solidarios con ellos. En este contexto, siento muy viva la necesidad de compartir con vosotros algunas reflexiones sobre la libertad religiosa, camino para la paz. En efecto, se puede constatar con dolor que en algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión comporta un riesgo para la vida y la libertad personal. En otras regiones, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos. Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo por su búsqueda de la verdad, su fe en Jesucristo y por su sincero llamamiento a que se reconozca la libertad religiosa. Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral. En efecto, en la libertad religiosa se expresa la especificidad de la persona humana, por la que puede ordenar la propia vida personal y social a Dios, a cuya luz se comprende plenamente la identidad, el sentido y el fin de la persona. Negar o limitar de manera arbitraria esa libertad, significa cultivar una visión reductiva de la persona humana, oscurecer el papel público de la religión; significa generar una sociedad injusta, que no se ajusta a la verdadera naturaleza de la persona humana; significa hacer imposible la afirmación de una paz auténtica y estable para toda la familia humana.Por tanto, exhorto a los hombres y mujeres de buena voluntad a renovar su compromiso por la construcción de un mundo en el que todos puedan profesar libremente su religión o su fe, y vivir su amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente (cf. Mt 22, 37). Éste es el sentimiento que inspira y guía el Mensaje para la XLIV Jornada Mundial de la Paz, dedicado al tema: La libertad religiosa, camino para la paz.

Derecho sagrado a la vida y a una vida espiritual
2. El derecho a la libertad religiosa se funda en la misma dignidad de la persona humana, cuya naturaleza trascendente no se puede ignorar o descuidar. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 27). Por eso, toda persona es titular del derecho sagrado a una vida íntegra, también desde el punto de vista espiritual. Si no se reconoce su propio ser espiritual, sin la apertura a la trascendencia, la persona humana se repliega sobre sí misma, no logra encontrar respuestas a los interrogantes de su corazón sobre el sentido de la vida, ni conquistar valores y principios éticos duraderos, y tampoco consigue siquiera experimentar una auténtica libertad y desarrollar una sociedad justa. La Sagrada Escritura, en sintonía con nuestra propia experiencia, revela el valor profundo de la dignidad humana: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies» (Sal 8, 4-7).Ante la sublime realidad de la naturaleza humana, podemos experimentar el mismo asombro del salmista. Ella se manifiesta como apertura al Misterio, como capacidad de interrogarse en profundidad sobre sí mismo y sobre el origen del universo, como íntima resonancia del Amor supremo de Dios, principio y fin de todas las cosas, de cada persona y de los pueblos. La dignidad trascendente de la persona es un valor esencial de la sabiduría judeo-cristiana, pero, gracias a la razón, puede ser reconocida por todos. Esta dignidad, entendida como capacidad de trascender la propia materialidad y buscar la verdad, ha de ser reconocida como un bien universal, indispensable para la construcción de una sociedad orientada a la realización y plenitud del hombre. El respeto de los elementos esenciales de la dignidad del hombre, como el derecho a la vida y a la libertad religiosa, es una condición para la legitimidad moral de toda norma social y jurídica.

Libertad religiosa y respeto recíproco
3. La libertad religiosa está en el origen de la libertad moral. En efecto, la apertura a la verdad y al bien, la apertura a Dios, enraizada en la naturaleza humana, confiere a cada hombre plena dignidad, y es garantía del respeto pleno y recíproco entre las personas. Por tanto, la libertad religiosa se ha de entender no sólo como ausencia de coacción, sino antes aún como capacidad de ordenar las propias opciones según la verdad.Entre libertad y respeto hay un vínculo inseparable; en efecto, «al ejercer sus derechos, los individuos y grupos sociales están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los demás y sus deberes con relación a los otros y al bien común de todos».Una libertad enemiga o indiferente con respecto a Dios termina por negarse a sí misma y no garantiza el pleno respeto del otro. Una voluntad que se cree radicalmente incapaz de buscar la verdad y el bien no tiene razones objetivas y motivos para obrar, sino aquellos que provienen de sus intereses momentáneos y pasajeros; no tiene una “identidad” que custodiar y construir a través de las opciones verdaderamente libres y conscientes. No puede, pues, reclamar el respeto por parte de otras “voluntades”, que también están desconectadas de su ser más profundo, y que pueden hacer prevalecer otras “razones” o incluso ninguna “razón”. La ilusión de encontrar en el relativismo moral la clave para una pacífica convivencia, es en realidad el origen de la división y negación de la dignidad de los seres humanos. Se comprende entonces la necesidad de reconocer una doble dimensión en la unidad de la persona humana: la religiosa y la social. A este respecto, es inconcebible que los creyentes «tengan que suprimir una parte de sí mismos –su fe- para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos».

La familia, escuela de libertad y de paz
4. Si la libertad religiosa es camino para la paz, la educación religiosa es una vía privilegiada que capacita a las nuevas generaciones para reconocer en el otro a su propio hermano o hermana, con quienes camina y colabora para que todos se sientan miembros vivos de la misma familia humana, de la que ninguno debe ser excluido.La familia fundada sobre el matrimonio, expresión de la unión íntima y de la complementariedad entre un hombre y una mujer, se inserta en este contexto como la primera escuela de formación y crecimiento social, cultural, moral y espiritual de los hijos, que deberían ver siempre en el padre y la madre el primer testimonio de una vida orientada a la búsqueda de la verdad y al amor de Dios. Los mismos padres deberían tener la libertad de poder transmitir a los hijos, sin constricciones y con responsabilidad, su propio patrimonio de fe, valores y cultura. La familia, primera célula de la sociedad humana, sigue siendo el ámbito primordial de formación para unas relaciones armoniosas en todos los ámbitos de la convivencia humana, nacional e internacional. Éste es el camino que se ha de recorrer con sabiduría para construir un tejido social sólido y solidario, y preparar a los jóvenes para que, con un espíritu de comprensión y de paz, asuman su propia responsabilidad en la vida, en una sociedad libre.

Un patrimonio común
5. Se puede decir que, entre los derechos y libertades fundamentales enraizados en la dignidad de la persona, la libertad religiosa goza de un estatuto especial. Cuando se reconoce la libertad religiosa, la dignidad de la persona humana se respeta en su raíz, y se refuerzan el ethos y las instituciones de los pueblos. Y viceversa, cuando se niega la libertad religiosa, cuando se intenta impedir la profesión de la propia religión o fe y vivir conforme a ellas, se ofende la dignidad humana, a la vez que se amenaza la justicia y la paz, que se fundan en el recto orden social construido a la luz de la Suma Verdad y Sumo Bien.La libertad religiosa significa también, en este sentido, una conquista de progreso político y jurídico. Es un bien esencial: toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos. No debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna. En este ámbito, el ordenamiento internacional resulta emblemático y es una referencia esencial para los Estados, ya que no consiente ninguna derogación de la libertad religiosa, salvo la legítima exigencia del justo orden público. El ordenamiento internacional, por tanto, reconoce a los derechos de naturaleza religiosa el mismo status que el derecho a la vida y a la libertad personal, como prueba de su pertenencia al núcleo esencial de los derechos del hombre, de los derechos universales y naturales que la ley humana jamás puede negar.La libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra. Es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre. Es un «indicador para verificar el respeto de todos los demás derechos humanos». Al mismo tiempo que favorece el ejercicio de las facultades humanas más específicas, crea las condiciones necesarias para la realización de un desarrollo integral, que concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones.

La dimensión pública de la religión
6. La libertad religiosa, como toda libertad, aunque proviene de la esfera personal, se realiza en la relación con los demás. Una libertad sin relación no es una libertad completa. La libertad religiosa no se agota en la simple dimensión individual, sino que se realiza en la propia comunidad y en la sociedad, en coherencia con el ser relacional de la persona y la naturaleza pública de la religión.La relacionalidad es un componente decisivo de la libertad religiosa, que impulsa a las comunidades de los creyentes a practicar la solidaridad con vistas al bien común. En esta dimensión comunitaria cada persona sigue siendo única e irrepetible y, al mismo tiempo, se completa y realiza plenamente.Es innegable la aportación que las comunidades religiosas dan a la sociedad. Son muchas las instituciones caritativas y culturales que dan testimonio del papel constructivo de los creyentes en la vida social. Más importante aún es la contribución ética de la religión en el ámbito político. No se la debería marginar o prohibir, sino considerarla como una aportación válida para la promoción del bien común. En esta perspectiva, hay que mencionar la dimensión religiosa de la cultura, que a lo largo de los siglos se ha forjado gracias a la contribución social y, sobre todo, ética de la religión. Esa dimensión no constituye de ninguna manera una discriminación para los que no participan de la creencia, sino que más bien refuerza la cohesión social, la integración y la solidaridad.

La libertad religiosa, fuerza de libertad y de civilización: los peligros de su instrumentalización
7. La instrumentalización de la libertad religiosa para enmascarar intereses ocultos, como por ejemplo la subversión del orden constituido, la acumulación de recursos o la retención del poder por parte de un grupo, puede provocar daños enormes a la sociedad. El fanatismo, el fundamentalismo, las prácticas contrarias a la dignidad humana, nunca se pueden justificar y mucho menos si se realizan en nombre de la religión. La profesión de una religión no se puede instrumentalizar ni imponer por la fuerza. Es necesario, entonces, que los Estados y las diferentes comunidades humanas no olviden nunca que la libertad religiosa es condición para la búsqueda de la verdad y que la verdad no se impone con la violencia sino por «la fuerza de la misma verdad». En este sentido, la religión es una fuerza positiva y promotora de la construcción de la sociedad civil y política.¿Cómo negar la aportación de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Las comunidades cristianas, con su patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, así como a la conquista de instituciones democráticas y a la afirmación de los derechos del hombre con sus respectivas obligaciones.También hoy, en una sociedad cada vez más globalizada, los cristianos están llamados a dar su aportación preciosa al fatigoso y apasionante compromiso por la justicia, al desarrollo humano integral y a la recta ordenación de las realidades humanas, no sólo con un compromiso civil, económico y político responsable, sino también con el testimonio de su propia fe y caridad. La exclusión de la religión de la vida pública, priva a ésta de un espacio vital que abre a la trascendencia. Sin esta experiencia primaria resulta difícil orientar la sociedad hacia principios éticos universales, así como al establecimiento de ordenamientos nacionales e internacionales en que los derechos y libertades fundamentales puedan ser reconocidos y realizados plenamente, conforme a lo propuesto en los objetivos de la Declaración Universal de los derechos del hombre de 1948, aún hoy por desgracia incumplidos o negados.

Una cuestión de justicia y de civilización: el fundamentalismo y la hostilidad contra los creyentes comprometen la laicidad positiva de los Estados
8. La misma determinación con la que se condenan todas las formas de fanatismo y fundamentalismo religioso ha de animar la oposición a todas las formas de hostilidad contra la religión, que limitan el papel público de los creyentes en la vida civil y política.No se ha de olvidar que el fundamentalismo religioso y el laicismo son formas especulares y extremas de rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad. En efecto, ambos absolutizan una visión reductiva y parcial de la persona humana, favoreciendo, en el primer caso, formas de integrismo religioso y, en el segundo, de racionalismo. La sociedad que quiere imponer o, al contrario, negar la religión con la violencia, es injusta con la persona y con Dios, pero también consigo misma. Dios llama a sí a la humanidad con un designio de amor que, implicando a toda la persona en su dimensión natural y espiritual, reclama una correspondencia en términos de libertad y responsabilidad, con todo el corazón y el propio ser, individual y comunitario. Por tanto, también la sociedad, en cuanto expresión de la persona y del conjunto de sus dimensiones constitutivas, debe vivir y organizarse de tal manera que favorezca la apertura a la trascendencia. Por eso, las leyes y las instituciones de una sociedad no se pueden configurar ignorando la dimensión religiosa de los ciudadanos, o de manera que prescinda totalmente de ella. A través de la acción democrática de ciudadanos conscientes de su alta vocación, se han de conmensurar con el ser de la persona, para poder secundarlo en su dimensión religiosa. Al no ser ésta una creación del Estado, no puede ser manipulada, sino que más bien debe reconocerla y respetarla.El ordenamiento jurídico en todos los niveles, nacional e internacional, cuando consiente o tolera el fanatismo religioso o antirreligioso, no cumple con su misión, que consiste en la tutela y promoción de la justicia y el derecho de cada uno. Éstas últimas no pueden quedar al arbitrio del legislador o de la mayoría porque, como ya enseñaba Cicerón, la justicia consiste en algo más que un mero acto productor de la ley y su aplicación. Implica el reconocimiento de la dignidad de cada uno,[11] la cual, sin libertad religiosa garantizada y vivida en su esencia, resulta mutilada y vejada, expuesta al peligro de caer en el predominio de los ídolos, de bienes relativos transformados en absolutos. Todo esto expone a la sociedad al riesgo de totalitarismos políticos e ideológicos, que enfatizan el poder público, mientras se menoscaba y coarta la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión, como si fueran rivales.

Diálogo entre instituciones civiles y religiosas
9. El patrimonio de principios y valores expresados en una religiosidad auténtica es una riqueza para los pueblos y su ethos. Se dirige directamente a la conciencia y a la razón de los hombres y mujeres, recuerda el imperativo de la conversión moral, motiva el cultivo y la práctica de las virtudes y la cercanía hacia los demás con amor, bajo el signo de la fraternidad, como miembros de la gran familia humana. La dimensión pública de la religión ha de ser siempre reconocida, respetando la laicidad positiva de las instituciones estatales. Para dicho fin, es fundamental un sano diálogo entre las instituciones civiles y las religiosas para el desarrollo integral de la persona humana y la armonía de la sociedad.

Vivir en el amor y en la verdad
10. En un mundo globalizado, caracterizado por sociedades cada vez más multiétnicas y multiconfesionales, las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana. Sobre la base de las respectivas convicciones religiosas y de la búsqueda racional del bien común, sus seguidores están llamados a vivir con responsabilidad su propio compromiso en un contexto de libertad religiosa. En las diversas culturas religiosas, a la vez que se debe rechazar todo aquello que va contra la dignidad del hombre y la mujer, se ha de tener en cuenta lo que resulta positivo para la convivencia civil.El espacio público, que la comunidad internacional pone a disposición de las religiones y su propuesta de “vida buena”, favorece el surgir de un criterio compartido de verdad y de bien, y de un consenso moral, fundamentales para una convivencia justa y pacífica. Los líderes de las grandes religiones, por su papel, su influencia y su autoridad en las propias comunidades, son los primeros en ser llamados a vivir en el respeto recíproco y en el diálogo.Los cristianos, por su parte, están llamados por la misma fe en Dios, Padre del Señor Jesucristo, a vivir como hermanos que se encuentran en la Iglesia y colaboran en la edificación de un mundo en el que las personas y los pueblos «no harán daño ni estrago […], porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar» (Is 11, 9).

El diálogo como búsqueda en común
11. El diálogo entre los seguidores de las diferentes religiones constituye para la Iglesia un instrumento importante para colaborar con todas las comunidades religiosas al bien común. La Iglesia no rechaza nada de lo que en las diversas religiones es verdadero y santo. «Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de los que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan, sin embargo, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres». Con eso no se quiere señalar el camino del relativismo o del sincretismo religioso. La Iglesia, en efecto, «anuncia y tiene la obligación de anunciar sin cesar a Cristo, que es “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa, en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas». Sin embargo, esto no excluye el diálogo y la búsqueda común de la verdad en los diferentes ámbitos vitales, pues, como afirma a menudo santo Tomás, «toda verdad, independientemente de quien la diga, viene del Espíritu Santo». En el año 2011 se cumplirá el 25 aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz, que fue convocada en Asís por el Venerable Juan Pablo II, en 1986. En dicha ocasión, los líderes de las grandes religiones del mundo testimoniaron que las religiones son un factor de unión y de paz, no de división y de conflicto. El recuerdo de aquella experiencia es un motivo de esperanza en un futuro en el que todos los creyentes se sientan y sean auténticos trabajadores por la justicia y la paz.

Verdad moral en la política y en la diplomacia
12. La política y la diplomacia deberían contemplar el patrimonio moral y espiritual que ofrecen las grandes religiones del mundo, para reconocer y afirmar aquellas verdades, principios y valores universales que no pueden negarse sin negar la dignidad de la persona humana. Pero, ¿qué significa, de manera práctica, promover la verdad moral en el mundo de la política y de la diplomacia? Significa actuar de manera responsable sobre la base del conocimiento objetivo e íntegro de los hechos; quiere decir desarticular aquellas ideologías políticas que terminan por suplantar la verdad y la dignidad humana, y promueven falsos valores con el pretexto de la paz, el desarrollo y los derechos humanos; significa favorecer un compromiso constante para fundar la ley positiva sobre los principios de la ley natural. Todo esto es necesario y coherente con el respeto de la dignidad y el valor de la persona humana, ratificado por los Pueblos de la tierra en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas de 1945, que presenta valores y principios morales universales como referencia para las normas, instituciones y sistemas de convivencia en el ámbito nacional e internacional.
Más allá del odio y el prejuicio
13. A pesar de las enseñanzas de la historia y el esfuerzo de los Estados, las Organizaciones internacionales a nivel mundial y local, de las Organizaciones no gubernamentales y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que cada día se esfuerzan por tutelar los derechos y libertades fundamentales, se siguen constatando en el mundo persecuciones, discriminaciones, actos de violencia y de intolerancia por motivos religiosos. Particularmente en Asia y África, las víctimas son principalmente miembros de las minorías religiosas, a los que se les impide profesar libremente o cambiar la propia religión a través de la intimidación y la violación de los derechos, de las libertades fundamentales y de los bienes esenciales, llegando incluso a la privación de la libertad personal o de la misma vida.Como ya he afirmado, se dan también formas más sofisticadas de hostilidad contra la religión, que en los Países occidentales se expresan a veces renegando de la historia y de los símbolos religiosos, en los que se reflejan la identidad y la cultura de la mayoría de los ciudadanos. Son formas que fomentan a menudo el odio y el prejuicio, y no coinciden con una visión serena y equilibrada del pluralismo y la laicidad de las instituciones, además del riesgo para las nuevas generaciones de perder el contacto con el precioso patrimonio espiritual de sus Países.La defensa de la religión pasa a través de la defensa de los derechos y de las libertades de las comunidades religiosas. Que los líderes de las grandes religiones del mundo y los responsables de las naciones, renueven el compromiso por la promoción y tutela de la libertad religiosa, en particular, por la defensa de las minorías religiosas, que no constituyen una amenaza contra la identidad de la mayoría, sino que, por el contrario, son una oportunidad para el diálogo y el recíproco enriquecimiento cultural. Su defensa representa la manera ideal para consolidar el espíritu de benevolencia, de apertura y de reciprocidad con el que se tutelan los derechos y libertades fundamentales en todas las áreas y regiones del mundo.
La libertad religiosa en el mundo
14. Por último, me dirijo a las comunidades cristianas que sufren persecuciones, discriminaciones, actos de violencia e intolerancia, en particular en Asia, en África, en Oriente Medio y especialmente en Tierra Santa, lugar elegido y bendecido por Dios. A la vez que les renuevo mi afecto paterno y les aseguro mi oración, pido a todos los responsables que actúen prontamente para poner fin a todo atropello contra los cristianos que viven en esas regiones. Que los discípulos de Cristo no se desanimen ante las adversidades actuales, porque el testimonio del Evangelio es y será siempre un signo de contradicción.Meditemos en nuestro corazón las palabras del Señor Jesús: «Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados […]. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5, 5-12). Renovemos, pues, «el compromiso de indulgencia y de perdón que hemos adquirido, y que invocamos en el Pater Noster, al poner nosotros mismos la condición y la medida de la misericordia que deseamos obtener: “Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6, 12)». La violencia no se vence con la violencia. Que nuestro grito de dolor vaya siempre acompañado por la fe, la esperanza y el testimonio del amor de Dios. Expreso también mi deseo de que en Occidente, especialmente en Europa, cesen la hostilidad y los prejuicios contra los cristianos, por el simple hecho de que intentan orientar su vida en coherencia con los valores y principios contenidos en el Evangelio. Que Europa sepa más bien reconciliarse con sus propias raíces cristianas, que son fundamentales para comprender el papel que ha tenido, que tiene y que quiere tener en la historia; de esta manera, sabrá experimentar la justicia, la concordia y la paz, cultivando un sincero diálogo con todos los pueblos.
La libertad religiosa, camino para la paz
15. El mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel nacional e internacional.La paz es un don de Dios y al mismo tiempo un proyecto que realizar, pero que nunca se cumplirá totalmente. Una sociedad reconciliada con Dios está más cerca de la paz, que no es la simple ausencia de la guerra, ni el mero fruto del predominio militar o económico, ni mucho menos de astucias engañosas o de hábiles manipulaciones. La paz, por el contrario, es el resultado de un proceso de purificación y elevación cultural, moral y espiritual de cada persona y cada pueblo, en el que la dignidad humana es respetada plenamente. Invito a todos los que desean ser constructores de paz, y sobre todo a los jóvenes, a escuchar la propia voz interior, para encontrar en Dios referencia segura para la conquista de una auténtica libertad, la fuerza inagotable para orientar el mundo con un espíritu nuevo, capaz de no repetir los errores del pasado. Como enseña el Siervo de Dios Pablo VI, a cuya sabiduría y clarividencia se debe la institución de la Jornada Mundial de la Paz: «Ante todo, hay que dar a la Paz otras armas que no sean las destinadas a matar y a exterminar a la humanidad. Son necesarias, sobre todo, las armas morales, que den fuerza y prestigio al derecho internacional; primeramente, la de observar los pactos». La libertad religiosa es un arma auténtica de la paz, con una misión histórica y profética. En efecto, ella valoriza y hace fructificar las más profundas cualidades y potencialidades de la persona humana, capaces de cambiar y mejorar el mundo. Ella permite alimentar la esperanza en un futuro de justicia y paz, también ante las graves injusticias y miserias materiales y morales. Que todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y ángulos de la Tierra, puedan experimentar pronto la libertad religiosa, camino para la paz.


Vaticano, 8 de diciembre de 2010
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sábado, 18 de diciembre de 2010

Mnsr. Don Santiago Gómez Sierra, nuevo Obispo Auxiliar de la Archidiócesis de Sevilla


La Nunciatura Apostólica en España acaba de hacer público el nombramiento del Excmo. y Rvdmo. Sr. Don Santiago Gómez Sierra, como Obispo titular de Vergi y Auxiliar de Sevilla. Dios nuestro Señor, que vela siempre amorosamente por su Iglesia, envía un nuevo Obispo para proseguir la tarea evangelizadora, santificadora y de gobierno de la larga serie de pastores que han servido a nuestra Iglesia Hispalense. Demos gracias a Dios y demos también la bienvenida a la Archidiócesis hermana de Sevilla al nuevo Obispo Auxiliar con las palabras del Evangelio: "Bendito el que viene en el nombre del Señor" (Lc 19,38).
Para más información se puede encontrar en la web de la Archisiócesis Hispalense http://ww.archisevilla.org/
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sábado, 6 de noviembre de 2010

El hijo de un Diácono Permanente fue nombrado por Benedicto XVI Obispo de la Diócesis catalana de Solsona


El papa ha nombrado el pasado día 3 de noviembre, obispo de Solsona a D. Xavier Novell Gomá, de 41 años, convirtiendose así en el obispo mas joven de España. D Xavier era hasta este momento Vicario Episcopal de la misma diócesis. La peculiaridad de esta noticia es que el nuevo obispo es el hijo de un hermano diácono permanente, Joan Novell i Balagueró, uno de los cuatro diáconos permanentes de la diócesis de Solsona. Nos unimos a la alegría de esta noticia y pedimos al Señor que acompañe a D. Xavier en el nuevo ministerio que ahora le encomienda la Iglesia.

El nuevo obispo obtuvo el título oficial de Ingeniero Técnico Agrícola por la Universidad de Lleida (1987-1990). Consiguió la Licenciatura en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana en 1997 y el Doctorado en 2004. Fue ordenado sacerdote el 6 de julio de 1997, en Tàrrega (Lleida). Habla castellano, catalán, italiano, francés y conoce el inglés. Ha fundado en la diócesis la “Escuela de Formación para Laicos”, dirigida por su padre D. Joan, del 2007 al 2010, docente estimado.

Quienes deseen hacer llegar su cercanía a nuestro hermano Joan Novell, diácono permanente y padre del nuevo Obispo, pueden hacerlo escribiendo al email: novell.joan@gmail.com


Gonzalo Eguía Cañón
Diácono de la diócesis de Bilbao
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