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jueves, 9 de junio de 2011

Apóstoles de las nuevas fronteras de la misión



Brasil, sede del II Congreso Latinoamericano y Caribeño del Diaconado Permanente
Alrededor de 350 personas participaron, del 24 al 29 de mayo, en el II Congreso Latinoamericano y Caribeño del Diaconado Permanente, convocado por el Departamento de Vocaciones y Ministerios del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y que se celebró en Itaici, Indaiatuba (São Paulo). Acudieron a la cita representantes de Perú, México, Guatemala, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Colombia, Venezuela, Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile y Brasil, cuya delegación, con un centenar de miembros, fue la más numerosa. Asistieron al encuentro, en calidad de observadores, algunos invitados de Europa, EE.UU. y Canadá.

Inspirados por el tema Los diáconos, apóstoles de las nuevas fronteras de la misión (cf. DA, 208), los participantes analizaron la situación pastoral de la Iglesia y el diaconado en la región, con el objetivo de fortalecer este ministerio. Claves del Congreso fueron las reflexiones sobre los desafíos pastorales ante la realidad cultural, además del intercambio de experiencias.

Los diáconos propusieron a las conferencias episcopales de sus respectivos países acciones, formas de seguimiento, educación, espiritualidad y animación para que ellos y sus familias desarrollen la vocación a la que fueron llamados.

Según el asesor de la Comisión Episcopal para los Ministerios Ordenados de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), P. Reginaldo de Lima, el deseo de los organizadores fue “reflexionar sobre la realidad pastoral de la Iglesia y la misión del diaconado permanente, escuchando las directrices de la Conferencia de Aparecida, para fortalecer el ministerio de los diáconos y la misión permanente en las nuevas fronteras”.

El Congreso fue convocado también, de manera especial, para acoger las contribuciones de Aparecida y compartir las experiencias del diaconado permanente tras el I Congreso, celebrado en Lima (Perú) del 13 al 16 agosto de 1998.

El nuevo secretario general de la CNBB, Leonardo Ulrich Steiner, presidió el 24 de mayo la misa de apertura, mientras que la clausura tuvo lugar el domingo 29 con otra celebración en la iglesia de Vila Kostka, en Itaici. Un día antes, los participantes peregrinaron hasta Aparecida, donde, tras una eucaristía televisada, los diáconos prosiguieron sus trabajos en el anfiteatro del subsuelo de la basílica.La Iglesia en Brasil presenta un crecimiento en el número de diáconos permanentes. Datos facilitados por el presidente de la Comisión Nacional de Diáconos (CND) de Brasil, el diácono Odélcio Calligaris Costa, confirman que hay 2.400 diáconos, 70 escuelas de formación diaconal y 600 candidatos para la educación permanente en el país. Según la propia Comisión, el crecimiento de diáconos en el mundo se sitúa en torno al 35%, y en Brasil alcanza cifras más altas. Estos detalles fueron dados a conocer durante la 11ª Reunión Nacional de Directores y Formadores de las Escuelas Diaconales, celebrada en Brasilia coincidiendo con el Congreso de Itaici.

Importancia pastoral
Según el arzobispo de Teresina (Piauí) y miembro de la Comisión para la actualización de las Directrices del Diaconado Permanente, Sergio da Rocha, dicha Reunión sirvió para poner al día tales líneas orientadoras. “Por otra parte, este intercambio de experiencias a través del creciente número de diáconos y escuelas diaconales –explicó– muestra la importancia de estos agentes de pastoral”.

El presidente de la CND reconoció, por su parte, la importancia de la formación de los agentes de pastoral y su papel en las comunidades para llevar a cabo una evangelización más eficaz. “La Reunión sirvió de motivación para continuar la formación de los futuros diáconos y su profundización. Para ser un buen agente, es necesario generosidad, voluntad y competencia. Los dos primeros son dones de Dios, y el último debe ser conquistado por los estudios; por lo tanto, pongo de relieve la importancia de la formación permanente del diácono”, insistió Odélcio Calligaris.

Finalmente, el obispo de Balsas (Maranhão), Enemésio Angelo Lazzaris, que también asistió a la Reunión, confirmó la tendencia de crecimiento en el número de diáconos en su diócesis, cuyo mayor problema son las distancias. “No hay más candidatos al diaconado porque sufrimos las largas distancias: hay 700 kilómetros de un extremo al otro, y se hace muy difícil reunir a estas personas. Pero, incluso con estas distancias, estamos trabajando en la capacitación constante y exhaustiva de futuros diáconos”, concluyó el prelado.

Graciela Cruz. Brasil
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jueves, 19 de mayo de 2011

El Diacono en el siglo IV



“El diácono es la imagen de toda la Iglesia. Atiende a los enfermos, se preocupa de los forasteros y ayuda a las viudas. Como un padre atiende a los huérfanos, y entra y sale de las casas de los pobres, para averiguar si no hay nadie quien haya caído en miedo, enfermedad o necesidad. Visita a los catecúmenos en sus viviendas, para animar a los que dudan y enseñar a los que no saben. Viste y embellece a los difuntos, sepulta a los forasteros, atiende a los que salieron de su tierra o fueron expulsados de ella. Hace conocer a la comunidad los nombres de los que necesitan ayuda.

Si el diácono trabaja en una ciudad que está en la orilla del mar, debe buscar cuidadosamente en toda la orilla para ver, si el cuerpo de algún náufrago ha sido arrojado a tierra. Lo debe vestir y sepultar. En el alojamiento de los forasteros debe averiguar, si hay allá enfermos, pobres o difuntos, y lo comunicará a la comunidad, para que haga por cada uno lo necesario. Los paralíticos y enfermos bañará, para que puedan respirar un poco en su enfermedad. El diácono será en todo como el ojo de la Iglesia.”


Regla eclesial Siria del siglo IV
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sábado, 7 de mayo de 2011

EL DIÁCONO



¿QUIÉN ES?
Un hombre al servicio de los hombres: «Misericordioso, diligente, procediendoconforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos». (S. Policarpo)


Los candidatos al Diaconado permanente:
· PUEDEN SER: Hombres casados, mayores de 35 años, con 5 años al menos de matrimonio estable, que han dado testimonio cristiano en la educación de los hijos y la vida familiar.


Miembros pertenecientes a Institutos religiosos, o miembros de Institutos seculares, mayores de 25 años viviendo en celibato.


· DEBEN POSEER: Madurez humana y cristiana, amor a la Iglesia y espíritu de oración.Capacidad para el diálogo, sentido moral y de responsabilidad.
Dispuesto A: Continuar viviendo de su propio trabajo en la vida civil o religiosa e insertos en la vida común de la gente, siendo testigos cualificados de la vida cristiana.
Aceptar el Ministerio que le encomienda el obispo, o superior competente, en perfecta comunión con el mismo y con los presbiteros y en estrecha conexión con los seglares comprometidos en la Iglesia.

¿Cómo se forma?



En tres etapas:
+ INTRODUCTORIA: Un tiempo de discernimiento en el que se reflexiona sobre el significado de su vocación diaconal.
+ DE FORMACIÓN: Tres años de preparación teologica, pastoral, espiritual y comunitaria.
DE PASTORAL: Un tiempo de inserción pastoral recibiendo los ministerios laicales y ácolito.

¿DÓNDE SE EJERCE?
Su acción pastoral se concreta en:

CARITAS:
> Delegados diocesanos en: organizaciones de caridad, Cáritas diocesanas.
> Encargados o directores: Cáritas parroquial, obras asistenciales, pastoral de enfermos y marginados.

LITURGIA:
+ Asiste durante las funciones liturgicas al obispo o al presbitero.
+ Administra sacramentales: comunión fuera de la misa, comunión y viatico a los enfermos.
+ Exequias.
+ Administra solemnemente el Bautismo.
+ Bendice matrimonios (con delegación)
+ Preside la comunidad (párroco) y la liturgia de las horas.

PALABRA:
+ Catequesis en todas sus gamas
+ Actividades apostolicas de los laicos: padres, novios, confirmandos...
+ Preside la celebración de la Palabra
+ Lee y predica la homilía.

ADMINISTRACIÓN Y GOBIERNO:
+ Cargos administrativos de Curia
+ Delegados diocesanos de acciones pastorales
+ Despacho parroquial
+ Centros de orientación familiar
+ Relaciones públicas.

El Concilio Vaticano II acogió los deseos de que allí donde lo pidiera el bien de los fieles, fuera restaurado el Diaconado permanente como un Orden intermediario entre los Obispos y Presbiteros y el Pueblo de Dios, para que fuera interprete de los deseos y de las necesidades cristianas, inspirador del servicio, o sea, de la “diaconia” de la Iglesiaante dichas comunidades, signo o sacramento del mismo Jesucristo, quein “no vino a ser servido, sino a servir” (LG III, 29)

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jueves, 3 de marzo de 2011

Las Esposas de los Diáconos


Características y sugerencias de acompañamiento

a. Características que debe poseer la esposa del diácono permanente

1. Imitadora de la Virgen María en el silencio, en la capacidad de saber escuchar, en la atención a las necesidades del prójimo, en la fortaleza, la prudencia y la sencillez, en la oración, en la virtud de la esperanza y en la fidelidad;

2. Paciente, comprensiva, tolerante, discreta, alegre, virtuosa, abierta al diálogo, modesta en el vestir;

3. Formada con una sólida base cristiana, dispuesta a seguir creciendo en la fe y en el conocimiento;

4. Capaz de dar testimonio de su vida cristiana y de ser coherente entre su pensamiento y su obrar;

5. Abierta y bien integrada a la comunidad;

6. Consciente de que la vocación y el ministerio diaconal de su esposo enriquece su vocación matrimonial;

7. Capaz de suplir la ausencia del esposo en el hogar y de ayudarlo a encontrar un equilibrio en la distribución de su tiempo entre la familia y el ministerio;



b. Sugerencias de acompañamiento del esposo en el ministerio

1. Compartir con él la oración, especialmente la Liturgia de las Horas, y alimentar una espiritualidad específicamente diaconal;

2. Trabajar, en la medida de sus posibilidades y conocimientos, en pastorales tales como la matrimonial, la familiar, la catequística, la educativa, la carcelaria, de la salud...

3. Ayudar a su esposo a preparar conferencias, retiros, jornadas.



c. Otras sugerencias

1. Estar dispuestas a recibir una adecuada formación espiritual y doctrinal durante el tiempo de preparación al diaconado de su esposo.

2. Continuar esa formación de modo permanente después que su esposo sea ordenado.

3. Tomar conciencia que su rol será el de ser esposa de diácono y no el de "diaconisa".

4. Contar con un director espiritual.

5. Participar de la actividad pastoral del esposo.

6. Invitar a los hijos del diácono a participar de actividades parroquiales, diocesanas y nacionales.

7. Organizar convivencias a las que sean invitados todos los miembros de la familia del diácono.

8. Alentar a la comunidad cristiana para que facilite la integración a la misma de los miembros de la familia del diácono.

9. Favorecer la participación de los diáconos y sus esposas en retiros espirituales.


1er. Congreso Latinoaméricano de diaconado permanente
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miércoles, 8 de diciembre de 2010

ORDENADOS SIETE NUEVOS DIÁCONOS EN LA ARCHIDIÓCESIS DE SEVILLA


El lunes, día 6 de diciembre, a las seis de la tarde, tuvo lugar en la S.I. Catedral de Sevilla la ceremonia de ordenación de siete nuevos diáconos permanentes. Presidió la solemne acción litúrgica el arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina.

Los siete nuevos diáconos son:

ANTONIO CEPEDA OSTOS, de la Parroquia de S. Fernando y S. Luís de los Franceses, en la barriada de Rochelambert de Sevilla.
FRANCISCO GÁLVEZ ACEDO, de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Granada de Guillena (Sevilla).
FRANCISCO GUTIÉRREZ SÁNCHEZ, de la Parroquia del Divino Salvador de Dos Hermanas (Sevilla).
MANUEL LUÍS GÓNGORA GARCÍA, de la Parroquia de S. Antonio Mª Claret de Sevilla.
GABRIEL JURADO MUÑOZ, de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Encarnación de Casariche (Sevilla).
JOSÉ ANTONIO LIZANA ROMERO, de la Parroquia de San Juan Bautista de Marchena (Sevilla).
ANTONIO RIVERA CAMACHO, de la Parroquia de Santa Ana de Sevilla.

Los siete nuevos Diáconos de la diócesis hispalense han cumplido antes los requisitos exigidos por la Santa Sede y el Directorio Diocesano para su Formación de nuestra Archidiócesis de Sevilla. Han recorrido un largo proceso de formación en los aspectos humano, intelectual, teológico y pastoral de, al menos, cinco años, en los que han intervenido como colaboradores, coordinados por la Comisión Diocesana para el Diaconado Permanente, su esposa y familia, su párroco, un presbítero o diácono a modo de tutor, los profesores y su director espiritual.

En este tiempo han conjugado su vida familiar y laboral con la preparación teológica y pastoral (clases, retiros espirituales, convivencias, prácticas parroquiales, etc), orientadas a su vocación específica: ser diáconos y servidores de todos en la Iglesia de Jesucristo.
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domingo, 28 de noviembre de 2010

EL DIACONO PERMANENTE EN LA "VERBUM DOMINI"


El pasado 30 de septiembre de este año 2010, su Santidad el papa Benedicto XVI publicó la “Exhortación Apostólica VERBUM DOMINI, dirigida al Episcopado, al clero, a las personas consagradas y a los fieles laicos sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia.

En relación a los Diáconos Permanentes, el Papa hace la siguiente reflexión:“81. Quisiera referirme también al puesto de la Palabra de Dios en la vida de los que están llamados al diaconado, no sólo como grado previo del orden del presbiterado, sino como servicio permanente. El Directorio para el diaconado permanente dice que, «de la identidad teológica del diácono brotan con claridad los rasgos de su espiritualidad específica, que se presenta esencialmente como espiritualidad de servicio. El modelo por excelencia es Cristo siervo, que vivió totalmente dedicado al servicio de Dios, por el bien de los hombres». En esta perspectiva, se entiende cómo, en las diversas dimensiones del ministerio diaconal, un «elemento que distingue la espiritualidad diaconal es la Palabra de Dios, de la que el diácono está llamado a ser mensajero cualificado, creyendo lo que proclama, enseñando lo que cree, viviendo lo que enseña». Recomiendo por tanto que los diáconos cultiven en su propia vida una lectura creyente de la Sagrada Escritura con el estudio y la oración. Que sean introducidos a la Sagrada Escritura y su correcta interpretación; a la teología del Antiguo y del Nuevo Testamento; a la interrelación entre Escritura y Tradición; al uso de la Escritura en la predicación, en la catequesis y, en general, en la actividad pastoral.”

El fundamento de la espiritualidad cristiana es la Palabra de Dios. La cual los Diáconos tienen la noble labor de anunciarla y celebrarla en la Iglesia
El Papa en una de sus conclusiones dice:“123. Cuanto más sepamos ponernos a disposición de la Palabra divina, tanto más podremos constatar que el misterio de Pentecostés está vivo también hoy en la Iglesia de Dios. El Espíritu del Señor sigue derramando sus dones sobre la Iglesia para que seamos guiados a la verdad plena, desvelándonos el sentido de las Escrituras y haciéndonos anunciadores creíbles de la Palabra de salvación en el mundo.”
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lunes, 4 de octubre de 2010

XXV Encuentro Nacional de Diáconos Permanentes


Del 9 al 12 de octubre de 2010, como buena noticia, se celebra en la Casa de Ejercicios Espirituales de Santiago de Compostela, el XXV Encuentro Nacional de Diáconos Permanentes, organizado por el Comité Nacional para el Diaconado de la Conferencia Episcopal Española que preside el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Bernardo Álvarez Alfonso, obispo de Tenerife. Con un motivo muy justificado: Año Compostelano 2010.

El tema del XXV Encuentro es "NUESTRO TRABAJO DIACONAL EN EL MUNDO ACTUAL". Como es habitual, en este interesante Encuentro participan un elevado número de diáconos casados, la mayoría acompañados de sus esposas, y aquellos célibes que pertenecen a diversas órdenes y congregaciones religiosas. Estas reuniones están dedicadas principalmente a reflexionar sobre este ministerio ordenado, a compartir experiencias y a la oración.
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domingo, 5 de septiembre de 2010

EL DIACONO, SERVIDOR DE LA COMUNIDAD


Desde siempre la imagen del pastor que guía el rebaño es una de mis preferidas; es Jesús la estampa del pastor ideal, el pastor modelo, el buen pastor frente a los pastores de oficio. (Jn 10, 1 ss) Todos tenemos el recuerdo de la figura del pastor que desde pequeño hemos contemplado una imagen muy querida por los primeros fieles, y que forma parte ya del arte sacro cristiano del tiempo de las catacumbas. ¡cuántas cosas nos evoca aquel pastor joven con la oveja sobre las espaldas¡. Y es durante el periodo pascual cristiano donde se anuncia con insistencia al Buen Pastor, en el que se recogen todos los años pasajes de esa bella alegoría con que el evangelista San Juan representa la figura de Jesús. La Pascua ha sido el momento en que Cristo ha demostrado ser el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Realmente su vida fue la prenda de nuestro rescate, sin su vida compró la nuestra; gracias a esta entrega nosotros hemos sido rescatados. “Yo soy la puerta. Si uno entra por mi, estará a salvo”. (Jn 10,9).

En el Antiguo Testamento, Dios mismo es representado como Pastor de su pueblo: “El Señor es mi Pastor, nada me falta” (Sal 22,1). “El es nuestro Dios y nosotros el pueblo de su parto” (Sal 95,7). El futuro Mesías también es descrito con la imagen del Pastor: “Como Pastor pastorea su rebaño recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva y trata con cuidado a las paridas”. (Is 40,11). El Profeta Ezequiel nos marca el pastor fiel como la figura del Mesías: “Yo mismo cuidaré de mi ganado y le pasaré revista. Como pastor pasa revista a su ganado cuando se encuentra entre su grey dispersa, así pasaré yo revista a mis ovejas”. (Ez 34, 11-22) Esta imagen ideal del Pastor encuentra su plena realización en Cristo. El es el buen Pastor que va en busca de la oveja extraviada, se apiada del pueblo porque lo ve “como ovejas sin pastor” (Mt 9,36). Llama a sus discípulos “el pequeño rebaño” (Lc 12,32), Pedro llama a Jesús “el Pastor de nuestras almas” (1P 2,25), en la carta de los Hechos “el gran Pastor de las ovejas” (Hch 13,20).

La pesadilla de los pastores de corral, por aquellos momentos históricos, eran las bestias salvajes y los salteadores; era el momento en que se evidenciaba la diferencia entre el verdadero pastor y el voluntariado que se pone al servicio de algún pastor solo para la paga que recibe, pero no ama. En la iglesia los pastores deben mirarse, inequívocamente, en Cristo, nuestro verdadero Pastor.
Desde el nacimiento del mundo, de las relaciones humanas y en todos los niveles, se necesitan lideres dignos, educadores, capacitados, padres, responsables, buenos pastores. Hoy en día, desgraciadamente, hay crisis de liderazgo y de autoridad.

En nuestra cercanía vocacional, ser pastor en el ministerio de la diaconía es dirigir, ir en la vida por delante de los demás con obras y palabras, vivir para el otro y no a costa del otro, adquirir un compromiso de permanencia sin limites junto al pueblo llano, entablar una relación personal con los feligreses, conocer sus nombres y su vida, compartir gozos y esperanzas, tristezas y angustias. Sin estos valores no se podría ser buen pastor. Ser buen diácono, no sólo desde un templo, o un lugar sacro, sino que un buen diácono es aquel que convive con la comunidad, sabe de sus dolores, los acepta, los entiende, los abraza…Es ser servidor de la comunidad. “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen y yo les doy la vida eterna, no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mis manos” (Jn 10, 27-30) Quienes no viven este modelo de pastor, son ajenos a los sentimientos de sus ovejas, de los feligreses, de su comunidad.

Una cualidad que debe tener un buen pastor, es decir, el diácono, es el amor mutuo, como de pastor a las ovejas, de las ovejas al pastor; un amor sin límites, capaz de darse la vida mutuamente. Esa es la comunidad proyectada por Dios, y es que el amor del diácono hacia su comunidad debe ser tan grande que aunque vengan enormes dificultades, nunca la abandonará. “Tened cuidado de vosotros y del rebaño, que el Espíritu Santo os ha encargado guardar como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo”. (Hch 20, 28-38).

Ser pastor, ser diácono hoy en día, no es nada fácil, sobre todo si está dispuesto a dar la vida por las ovejas. El buen pastor, el buen diácono, debe ser aquel que desee vivir la caridad pastoral, prolongar las palabras y los signos de Cristo. Afortunadamente puedo dar fé que son muchos los que estarán siguiendo, y continúan, este llamamiento.

Pero el Señor quiere y desea más, porque “la mies es mucha y los obrero pocos”. El servidor de la comunidad, el diacono, debe luchar con todos los medios a su alcance para que el pueblo, la feligresía, la comunidad en general, tengan condiciones dignas de vida. Dios, como señor de la vida, no se complace en un sacrificado rebaño de muertos. El teólogo Pedro Casaldáliga, en su libro “Con Dios en medio del pueblo”, escribió que “todo lo que estimula dignidad, salud, libertad, identidad, la alegría de un pueblo, eso es pastoreo evangélico”.

Siempre he pensado, y celebro que muchos hermanos coincidan en estas opiniones, que debemos ser (y más en estos tiempos que corren) el pastor de humildes, condición de servicios, de fraternidad, de soledad, de riesgo, que un pastor debe asumir día a día, noche a noche. Es decir, haciendo una Eucaristía pastoral permanente. Para ser un buen pastor, un excelente y ejemplar diácono, debe de barajar unas series de actitudes. Según mi leal entender, pondría gran capacidad en saber escuchar. Las palabras que transmitan los diáconos deben ser vivas, alegres, que lleguen a los corazones de todos, para transformar sus existencias. También la de conocer a cada miembro de la comunidad por su nombre, apreciando sus cualidades y ayudándoles en las debilidades. Intentar poseer de todo un poco conocimiento puramente fraternal. Adquirir la actitud de defensa frente a todos los males, sobre todo de los comentarios y actitudes externas. Que ningún miembro de la feligresía u otras comunidades, teman los caminos que vayan trazando los diáconos.

Como buen pastor que cuida a sus ovejas, como buen servidor que comparte todo con la comunidad, no debe dejar de observar a los pobres, los desempleados y marginados, los inmigrantes y rechazados, los enfermos y discapacitados, los niños, jóvenes y ancianos, las familias y asociaciones, el mundo de los intelectuales y los trabajadores, los campos del estudio y de la investigación, la mejoría de la salud y la ecología, la enseñanza y la justicia, la política y la economía, el arte y el deporte, los medios de comunicación…Ancho es el campo de acción para cuidar con amor estas heterogéneas inquietudes de la vida, de las cuales el diácono tiene un papel importante que cumplir. Así lo manifestó el Obispo de San Feliú de Llobregat “Vosotros los diáconos sois una parte muy importante de nuestra Iglesia diocesana. Desde vuestro sentido de pertenencia a vuestras diócesis, el Espiritu nos bendice con vuestra ayuda, y en buena medida la salud de nuestro pueblo depende de vuestra santidad personal.”

En definitiva, todos los diáconos, como el buen pastor, debemos tener muy presente la advertencia de San Policarpo “Sed misericordiosos, activo, caminando conforme a la verdad del Señor que se convirtió en el siervo de todos.”

Alberto Álvarez Pérez
Diácono de la P. San Vicente Mártir de Sevilla.
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viernes, 5 de febrero de 2010

Juntos en el servicio y en la esperanza


Los días 29, 30 y 31 de enero tuvo lugar en la casa de espiritualidad de los Claretianos de Salvatierra-Agurain (Álava), el cuarto retiro de diáconos permanentes de las diócesis del País Vasco y Navarra. Al encuentro acudieron diáconos, candidatos, esposas e hijos de las diócesis de Bilbao, Vitoria y Pamplona. En esta ocasión el tema fue “Juntos en el servicio y en la esperanza”.

El retiro estuvo dirigido por Aurelio Ortín y su esposa Montserrat Martínez Deschamps. Aurelio Ortín, ordenado hace veintiocho años, es diácono permanente de la Diócesis de Barcelona y miembro del Comité Nacional e Internacional para el diaconado permanente. Por su parte Montserrat Martínez Deschamps, es licenciada en ciencias religiosas y autora del libro “Matrimonio y diaconado en la Iglesia de comunión”, además es la actual delegada del Centro Internacional del Diaconado.
En el encuentro, se trató principalmente el tema de la relación entre el sacramento del matrimonio y el del orden en el grado del diaconado, aplicado a la situación personal de cada uno de los asistentes, resaltando la importante labor de la esposa del diácono, que adquiere un compromiso de servicio desde su matrimonio, acompañando a su esposo en el desempeño de su ministerio diaconal. Se utilizó la metodología de reflexión tras cada ponencia, trabajo personal, trabajo en grupos y posterior puesta en común.
Desde hace cuatro años los diáconos de las diócesis de Bilbao, Vitoria y Pamplona vienen celebrando periódicamente un retiro cercano a la fecha del 22 de enero, festividad de San Vicente y un encuentro convivencia con sus familias en el mes de junio con motivo de la fiesta de San Efrén, ambos diáconos. La organización de los retiros, encuentros y convivencias corre a cargo de una comisión diaconal interdiocesana, para su preparación y celebración en diferentes lugares de las diócesis participantes.
El Diaconado permanente fue restablecido por el Concilio Vaticano II, dentro del sacramento del orden, con la posibilidad de ser conferido a hombres casados con unas determinadas condiciones (Lumen Gentium 29), completando el mismo junto con el episcopado y el presbiterado. Actualmente en España hay cerca de trescientos diáconos permanentes ordenados que desempeñan su ministerio bajo el carisma del servicio cerca de los más necesitados, compaginando así su vida familiar, laboral y ministerial como compromiso de vida. En nuestra diócesis hay cuatro diáconos permanentes y cinco candidatos.
Fernando Aranaz Zuza
Diácono de la diócesis de Pamplona
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domingo, 31 de enero de 2010

REFLEXIONES DIACONALES: Un nuevo año para el Diácono Permanente


También los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios, que guarden el misterio de la fe con conciencia pura. Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos…..Los diáconos sean casados una sola vez y gobiernen bien a sus hijos y su propia casa (1 Tim. 8-11).

Estamos comenzando un año nuevo. El pasado estuvo lleno de acontecimientos eclesiales: La Conferencia General de Aparecida y su encargo de una actitud de misión. Una nueva Encíclica papal “Somos salvados por la esperanza”. Un fuerte acercamiento entre nuestra Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa. El Papa nos regaló su libro “Jesús de Nazaret”.

Se evidenció un mundo en el que muchos pueblos están en guerra, y que sigue sin comprometerse con una verdadera solidaridad a favor de los más necesitados. Muchas naciones, algunas líderes, no quieren practicar el control de la contaminación, que incide en la destrucción de la tierra. Un desproporcionado precio de los combustibles que repercute finalmente en las economías domésticas. Una serie de leyes y propuestas de leyes en las que se promueve el aborto, la eutanasia y un ataque destructivo contra la familia tradicional.En fin, un conjunto de cosas positivas y negativas que dificultan establecer un balance universal.

Ante esto, el diácono permanente, que es un hombre de la esperanza, ha de asumir una actitud firme, decidida, positiva y comprometida, dentro de su papel como miembro de la jerarquía eclesial y sobre todo, la inmensa mayoría, como esposos, padres de familia, que viven integrados en el mundo del trabajo y hombres que la Iglesia ha señalado como ministros ordenados. Por eso, y a manera de reflexión, es posible atreverse a considerar cómo podría ser el diácono permanente en los comienzos del siglo XXI y para este nuevo año 2008.

En primer lugar ha de tener muy claro su compromiso bautismal que lo invita no sólo a ser un fiel católico sino también un misionero capacitado, que cubierto por la gracia sacramental del orden diaconal, ha sido encargado oficialmente por la Iglesia para llevar el Evangelio a todos los hombres.

Concretamente en este año 2008, o cuando corresponda, el diácono estará disponible para asumir el oficio que su Obispo le señale para la Misión que ha sido programada en la Conferencia de Aparecida, buscando que todos nuestros pueblos latinoamericanos y del Caribe encuentren una renovación de su vida en Jesucristo.

Será un defensor especializado de la familia cristiana, primero con su vivencia ejemplar, y después con su esfuerzo apostólico ha de contagiar a otras muchas familias de la riqueza inmensa de buscar la santidad dentro de su vocación primera de casado.

Es un hombre de acción, apasionado por la verdad, que trata de encontrarla en los diferentes acontecimientos de la vida, esforzándose, desde el sitio que le corresponde en la sociedad, a denunciar las injusticias y a fomentar la solidaridad, especialmente con los más necesitados.

También es un hombre de oración, no sólo con la Liturgia de las Horas a la que está obligado en conciencia por la promesa de su ordenación, sino que la Palabra Sagrada, su cercanía a la Eucaristía y el seguimiento al Señor Jesucristo son primordiales en su vida, tratando de contagiar, lo máximo posible, a su esposa e hijos de su actitud orante.

Conviene sea un sencillo intelectual que está informado de lo que ocurre en el mundo, que lee, que estudia, y que se forma permanentemente de manera personal y por los medios que la Iglesia pone a su disposición, cultivando, en lo posible, la oratoria, y la homilética, estando familiarizado con los modernos medios de comunicación.

Un hombre fraterno que camina junto al otro y se siente miembro de la comunidad diaconal diocesana y universal, y por eso está abierto a compartir sus experiencias vitales con otros ministros y con muchas familias y personas.Tiene muy clara su vinculación con la Iglesia particular para la que ha sido ordenado y con su Obispo. Como dice William T. Ditewig en su comentario al Nuevo Directorio nacional para los diáconos permanentes de los Estados Unidos, que: “el diácono ejerce su ministerio, dentro de un específico contexto pastoral, la comunión y misión de su Iglesia diocesana. Está en directa vinculación y comunión con su Obispo y es bajo su autoridad como practica su ministerio” (Today´s Deacon).

Está abierto y propone creativamente las pastorales que el mundo exige y las que se vayan planteando como nuevas, algunas de las cuales son:

a) El acompañamiento de parejas en conflicto y personas separadas en su matrimonio y vueltas a unir, situaciones por las que el Papa ha manifestado su preocupación recientemente.

b) El acompañamiento a comunidades eclesiales de diversas características, especialmente en las fronteras geográficas y culturales, como ha señalado el Documento de Aparecida.

c) Pastorales familiares para las que el diácono ha de ser un ministro especialmente cualificado, dada su vocación y experiencia matrimonial.

d) Pastorales especializadas como son la penitenciaria, la de los migrantes, refugiados, víctimas de la violencia, como señala el Documento de Aparecida o la que conviene desarrollar en los nuevos conjuntos residenciales y otras muchas más.

e) Catequesis ordinaria y especialmente la sacramental y postsacramental, teniendo en cuenta la gran cantidad de personas que llegan a los sacramentos con poco más interés que una costumbre social y que muchos de los acompañantes a los sacramentos del bautismo, primera comunión, matrimonio y exequias son los únicos momentos en los que asisten al templo.

El diácono tiene clara su función litúrgica y la desempeña con dignidad y eficiencia, vistiendo decorosamente los ornamentos que le corresponden, pero no trata de hacer más de lo que le toca, autorizado por el celebrante principal, y también celebrando dignamente los sacramentos o sacramentales que la Iglesia le encomienda presidir. Ha de tener claro que la función litúrgica, con ser muy importante, no es para lo único que ha sido ordenado. La Iglesia no necesita diáconos que sólo distribuyen la sagrada comunión o acompañan al celebrante en el altar. Hay muchos laicos que pueden hacerlo perfectamente.

Si es encargado de predicar la Homilía, la preparará adecuadamente, tratando de interiorizarla y asimilar la Palabra de Dios no sólo como proclamación sino como lección para su vida. Si considera honestamente que no lee bien o que no está razonablemente preparado para predicar es preferible que renuncie a hacerlo.

Establece las mejores relaciones, además de con su Obispo, con los presbíteros y compañeros diáconos con los que trabaja, tratando de ser colaborador al máximo y creativo cuando sea oportuno, huyendo de controversias y sin buscar protagonismo, si bien puede y debe manifestar su desacuerdo, cuando exista, con el mejor ánimo, con palabras adecuadas, y actitud cristiana positiva.

Tiene conocimiento firme de los fundamentos teológicos y eclesiales del diaconado permanente, para responder con humildad y amor, pero con firmeza, a los cuestionamientos que aún hacen muchos sobre la necesidad de este modo del diaconado, desconociendo o sin querer valorar, la restauración del diaconado permanente por el Concilio Vaticano II.

Es responsable de sus actos y da la cara siempre. Conoce sus debilidades y fortalezas, sabe que puede equivocarse y está dispuesto a corregir el error.

No pierde el tiempo juzgando a otros, sólo se juzga a sí mismo para pedir perdón en el sacramento de la penitencia y para avanzar en su vida espiritual. En este proceso será muy bien ayudado por su Director espiritual, figura imprescindible en la vida del diácono.

Asume lo difícil, no lo esquiva, pues sabe que las dificultades son la mejor forma de desarrollarse y aprender.

Se apasiona, ama y dedica tiempo a su ministerio, si bien reconoce y acepta que antes que diácono permanente es esposo y padre y que no puede deteriorar sus relaciones conyugales y paternales como consecuencia de su dedicación excesiva o abusiva al oficio diaconal. En esto, la esposa y los, hijos son jueces que han de ser escuchados y atendidos.

Entre las dos fuerzas que mueven al mundo, el odio y el amor, escogió decididamente el amor, como mandato principal de Jesucristo y porque el amor es la única forma de dar sentido a su vida de hombre y de diácono.

Y es… esencialmente, un hombre sencillo. Cuando se pone en un papel una reflexión como esta, se descubren los numerosos fallos y debilidades de quien lo escribe, por lo que no queda más remedio que entregar, una vez más, la vida en las manos del Señor.


Manuel Cantero Capilla
Diácono, Formador de la “Escuela Diaconal Casa Pablo VI”Arquidiócesis de Medellín, Colombia.
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sábado, 30 de enero de 2010

LA ENCARNACIÓN DE LA IGLESIA COMO DIACONÍA


Iglesia está llamada a ser comunidad profética, menos por aquello que predica y anuncia en sus palabras, y más por lo que ella es. La Iglesia es profecía, porque en ella Dios revela al mundo su proyecto: Él es, en el hoy de la historia, el acontecimiento por el que el Padre, en Jesucristo su hijo hecho carne, y en el dinamismo del Espíritu Santo hace entrar en el mundo la comunión plena, la actualización, fuera de la intimidad divina, de aquel que Dios tenía en proyecto, cuando Él creó el universo. La Iglesia no se limita a hablar en el nombre de Dios: En Cristo, la Iglesia es palabra de Dios.
El diácono desempeña una función importante en la tarea de hacer a la Iglesia más apta para llevar al mundo su mensaje de verdad y de salvación. “La Iglesia se convierte cada día a la Palabra de verdad; sigue a Cristo encarnado, muerto y resucitado, por los caminos de la historia y se hace servidora del Evangelio para transmitirlo a los hombres con plena fidelidad”. (Puebla, n. 349).Como anunciador de la palabra, el diácono convive frecuentemente con el Evangelio y transmite a la comunidad la palabra que él mismo, en primer lugar, sintió como fuerza liberadora. Como discípulo de Cristo, él se convierte en servidor de la palabra. Por su predicación y por su vida anuncia a la Iglesia y al mundo el poder transformador del Evangelio. “Recibe el Evangelio de Cristo, para el cual fuiste constituido mensajero; transforma en fe viva lo que lees, enseña lo que crees, y realiza lo que enseñas”. (Rito de ordenación n. 238).
INCULTURACIÓN Y DIACONÍA. La nueva evangelización lleva a conocer bien las nuevas situaciones concretas vividas por el hombre contemporáneo para ofrecerle la fe como elemento iluminador (cf. DSD n. 48). Significa, además, dar especial atención a la valorización de la piedad popular (cf. DSD n. 53). “La Iglesia espera mucho del empeño de todos los laicos que, con entusiasmo y eficacia evangelizadora, actúan a través de los nuevos movimientos apostólicos” (DSD n. 102). El gran desafío se encuentra en la búsqueda de nuevos caminos y formas para seguir una pastoral orientada hacia aquellas situaciones irregulares, particularmente en la vida de las parejas (cf. DSD, n. 24).El desafío de la inculturación, que implica el conocimiento de los nuevos valores que coincidan con el mensaje de Cristo, como también el rescate de las características cristianas, desfiguradas o ya abandonadas por la sociedad secularizada y, también, la incorporación de nuevas conquistas de la cultura actual en las cuales la fe cristiana pueda encarnarse, tiene como protagonistas principales a los fieles laicos, y también a los religiosos y a los ministros ordenados, de entre los cuales los diáconos permanentes, teniendo en cuenta su particular situación de hombres casados y de profesionales que actúan en la sociedad civil.
DIÁLOGO Y DIACONÍA. El Concilio Vaticano II quiso inaugurar un diálogo amplio y profundo con la sociedad moderna basado en la humildad y en la afabilidad, y también en la sinceridad y en la verdad (cf. AG n. 11). Constituye un arte a ser cultivado y a ser entrenado (cf. AA 29 y 31). “Es deber de la Iglesia establecer el diálogo con la sociedad humana en la cual vive... con el fin de que siempre vaya unida la verdad con la caridad, la inteligencia con el amor, es necesario que se distingan por la claridad de lenguaje, así como por la humildad y mansedumbre, e igualmente por la debida prudencia, junta, no obstante, con la confianza, que, al fomentar la amistad, tiende por naturaleza a unir los ánimos” (CD n. 13).El Documento de Medellín considera el diálogo un servicio a la humanidad: “Así es como la Iglesia quiere servir al mundo, irradiando sobre él una luz y una vida que sana y eleva la dignidad de la persona humana, consolida la unidad de la sociedad y da un sentido y un significado más profundo a toda la actividad de los hombres” (DM n. 1,5). La Iglesia de América Latina quiere ser evangelizadora de los pobres y solidaria con ellos.
LA DIACONÍA DEL DIÁLOGO. Desde los primeros tiempos, vemos a los diáconos como servidores de los pobres, de los que no tienen voz, de las personas excluidas del diálogo, de la comunión fraterna. Son ellos los que realizan la comunión entre los pobres y los ricos, entre los que nada poseen y los que disfrutan de los bienes materiales y espirituales. No se limitan a ser servidores de las mesas para proveer el alimento a todos; por encima de todo, ellos son promotores de la dignidad humana. Mantienen vivo y permanente el diálogo entre los fieles laicos y los ministros ordenados y de los fieles entre sí. Solamente cuando los diáconos, por motivos diversos, se distancian de su condición de puente y base de unión, y se dejan atraer por el poder y por las riquezas, comienzan a perder el sentido de su vocación y de su misión de servidores a ejemplo de Cristo Siervo.
El diácono cultiva el diálogo, en primer lugar, con su propia familia, después con la comunidad eclesial y, después, con la sociedad civil. Para esa misión cuenta no sólo con sus capacidades humanas, sino especialmente con la gracia sacramental del diaconado. En la Iglesia y en la sociedad ofrecerá un servicio enteramente desprovisto de cualquier ambición personal. Como Jesús, él se arrodillará delante de la comunidad para lavarle los pies, a fin de que todos comprendan que, lavándose los pies unos a otros, se construye la fraternidad universal. Nunca se está tan cerca del ser humano necesitado como cuando uno se arrodilla para lavar sus pies. En ese rebajarse, el diálogo se vuelve más intenso y más fecundo, el diálogo se hace caridad, habla todas las lenguas y destruye todos los tabúes. Ese diálogo jamás pasará: será el comienzo del eterno diálogo de amor en Dios-Trinidad.
PERSPECTIVAS Y DESAFÍOS
+ La Iglesia es llamada a ser comunidad profética, menos por aquello que predica y anuncia, y más por lo que ella es. El diácono no puede limitarse a hablar de Dios o en nombre de Cristo: Él es la palabra de Dios.
+ Sabiendo que no se debe predicar el Evangelio como si fuese solamente una doctrina, aún siendo atrayente, sino que él debe ser sobre todo Palabra de Salvación, el diácono, antes de ser anunciador, será discípulo y oyente. Buscará en el contacto con la Sagrada Escritura la fuerza liberadora de Cristo y la anunciará a los hermanos. Por su predicación y por su vivencia, el diácono demuestra a la Iglesia y al mundo el poder transformador del Evangelio.
+ Dado que el hombre de nuestro tiempo escucha de mejor gana a los testigos que a los maestros, el diácono deberá evangelizar al mundo principalmente por su fidelidad al Señor Jesús, a través del testimonio de pobreza, de desapego, y de libertad interior.
+ Para desempeñar su misión, la Iglesia debe descubrir las señales de los tiempos e interpretarlas a la luz del Evangelio. El diácono no medirá esfuerzos para vislumbrar en los acontecimientos de cada día las exigencias y las aspiraciones de nuestro tiempo, las verdaderas señales de la presencia de Dios entre nosotros.
+ La nueva evangelización exige el conocimiento de las situaciones concretas vividas por el hombre de hoy, a fin de poderle ofrecer la fe como elemento iluminador. El diácono se empeñará en la búsqueda de nuevos caminos y formas que fundamenten una pastoral renovada y eficiente, particularmente en lo que se refiere a situaciones susceptibles de exclusión eclesial y social.
+ El diácono debe ser evaluado, no tanto por aquello que hace, sino por lo que es, por lo que significa para la Iglesia y para el mundo. Por eso mismo, dará una contribución preciosa en la formación de los líderes laicos, en la construcción de comunidades eclesiales de base, en el fortalecimiento y en la inculturación de comunidades eclesiales rurales y urbanas, en el aliento de la fe de la juventud, en los Movimientos de Iglesia, en las vocaciones a la vida religiosa, en los matrimonios, en las familias y en el vasto campo de los agentes de la pastoral social.
+ El Concilio Vaticano II inauguró un amplio diálogo con la sociedad moderna, coloquio que acontece antes que nada por iniciativa divina en la creación y en la encarnación y que se coloca como servicio a la humanidad. El diácono, servidor de los pobres, de los que no tienen voz, de los excluidos de la comunión fraterna por la sociedad consumista, promoverá el diálogo de la caridad de Cristo primeramente en su propia familia, después en la comunidad eclesial y, seguidamente, en la sociedad civil. Como Jesús, él se arrodillará delante de los hermanos para lavarles los pies, a fin de que todos comprendan que, lavándose los pies unos a otros, con verdadero desprendimiento y amor, se construye la verdadera y duradera fraternidad universal.


Articulo publicado en el CIDAL 19/12/2007
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miércoles, 27 de enero de 2010

Fraternidad diaconal



Rescatamos este interesante artículo, publicado en el CIDAL 16/01/2008.


I. Fundamentos: El Directorio para el ministerio y la vida de los diáconos permanentes dice que “los diáconos en virtud del Orden recibido, están unidos entre sí por la hermandad sacramental... siéntase cada diácono ligado a sus hermanos con el vínculo de la caridad...”[1]

“Es bueno que los diáconos ...se reúnan periódicamente para verificar el ejercicio de su ministerio, intercambiar experiencias, proseguir su formación, estimularse recíprocamente en la fidelidad”[2]

“La Iglesia reconoce... el derecho de los diáconos para asociarse entre ellos, con el fin de favorecer su vida espiritual , ejercitar obras de caridad y de piedad y conseguir otros fines, en plena conformidad con su consagración sacramental y su misión”[3]

Los diáconos deben aspirar a vivir entre ellos como “la multitud de los primeros creyentes, que tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos...”[4]

“Una primera consideración que podemos hacer sobre este pasaje es que la unidad de corazón y la unidad de alma, fruto del amor recíproco, tiene como inmediata consecuencia la comunión de bienes materiales”[5]


II. Aspectos de la fraternidad diaconal:
Debemos intentar vivir la mutua caridad, el amor recíproco, entre nosotros. Estamos hermanados por el sacramento del Orden y nuestras relaciones deben ser en verdad fraternas. Que los demás, cuando nos ven integrados en una comunidad diaconal puedan decir: “¡miren, cómo se aman!”

¿Cómo vivir esa mutua caridad?. Del modo como la vivimos en nuestras familias biológicas. Con total preocupación y entrega. Demos los pasos necesarios para llegar a conocernos uno por uno; que las necesidades de uno se conviertan en las necesidades de todos; si a uno le falta el trabajo, a todos les falta el trabajo: todos deben buscarlo; si uno tiene a un familiar enfermo, todos lo debemos sentir como nuestro enfermo; si uno pasa hambre o cualquier otra carencia, es como si todos tuviéramos esa necesidad y debemos concurrir para satisfacerla[6].

Si así logramos vivir nuestra fraternidad, “la comunión de bienes materiales sería lógica, espontánea, constante”[7].

Compartir nuestras necesidades y nuestro superfluo será la forma concreta de manifestar la hermandad diaconal.Este es el sentido y la finalidad del Fondo Diaconal Solidario que resolvimos constituir hace poco más de dos años. Poner en común nuestro superfluo mediante una entrega voluntaria de dinero, para atender con ese Fondo las necesidades de nuestras familias diaconales cuando determinadas circunstancias las afectan en su vida y no cuenten con los bienes requeridos para satisfacerlas.

III: Algunas acciones sugeridas para afirmar la fraternidad diaconal
Gestos personales: Cada uno debería intentar vivir en lo personal ese ideal de llegar a ser un solo corazón y una sola alma. Tenemos en nuestro poder el listado de nuestros diáconos con datos de fecha de cumpleaños del diácono y de su esposa y del aniversario de su matrimonio y de su ordenación. ¿Nos podemos comprometer a saludar a quienes festejan estas fechas, mediante una visita o un llamado telefónico?. Es como decir: “hermano!, tu alegría por lo que hoy estás festejando, es mi alegría”.

O también cuando se sabe de un miembro enfermo de la familia: sentir el dolor del otro y preocuparse por él. O frente a un diácono desocupado estar atento a una posibilidad de empleo y de inmediato comunicarla....

Fomentar nuestros encuentros fraternos: Hasta ahora los encuentros mensuales, como comunidad diaconal, tienen una asistencia cercana al 50% del total de diáconos. Y casi siempre son los mismos quienes participan. Esto quiere decir que uno de cada dos diáconos no puede o no quiere encontrarse con sus hermanos.

¿Qué es lo que nos pasa? Tal vez, como ahora somos 38, hemos perdido el contacto de amigos que naturalmente teníamos antes, sea en la Escuela de Ministerios, sea en las visitas de familia después de ordenados. Y debemos procurar volver al ejercicio de encontrarnos.

a) Encuentros por grupos de edades: un modo de comunicarnos con naturalidad, por tener los mismos campos de interés, es dividirnos según nuestras edades. Por ejemplo: de 63 y más años, de 55 a 62 años y hasta 54 años. Un programa simple para estos encuentros: compartir sus realidades de vida en la familia, en el ejercicio del ministerio, en sus actividades profesionales.

b) Encuentros por cercanía de domicilios (decanatos o zonas geográficas). Estos encuentros pueden servir para unir a las familias de los diáconos en convivencias de medio día, por ejemplo, para celebrar algunos acontecimientos (cumpleaños, aniversario de ordenación o de matrimonio)

c) Encuentros de “a dos o tres”. ¿No se nos ocurre que con facilidad podemos combinar una merienda o un almuerzo dos o tres de nosotros, acompañados por nuestras esposas?. Resultan útiles para compartir nuestras realidades de vida, sirven para conocernos más profundamente y crear relaciones más sólidas entre nosotros.

d) Encuentros de formación. Podríamos añadir algunos encuentros dedicados exclusivamente al estudio de un documento de la Iglesia, por ejemplo, o a profundizar un aspecto de nuestra espiritualidad diaconal. Podrían incorporarse como modalidad a los encuentros por grupos de edades o por domicilio.


IV. Hacia la concreción de un programa para fomentar la fraternidad diaconal.
El movimiento se demuestra andando. No pensemos por ahora en una estructura específica para llevar adelante este programa. Basta que tres o cuatro de nosotros nos pongamos de acuerdo para iniciar algunas de las acciones. Es cuestión de empezar. Queda abierta la invitación para todos.



Marco Antonio Gallar Mendoza
Diácono de Argentina





[1] Directorio, nº 6[2] Ibidem[3] Directorio, nº 11[4] Hechos, 4, 32[5] “Como un arco iris”, pág.. 36. Editorial Ciudad Nueva, Arg. 2000.[6] Idem pág.39[7] Idem pág.43
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viernes, 1 de enero de 2010

Realidad de los Diáconos del Sur

En el corazón de los Diáconos está el crecer fraternalmente, máxime con los más cercanos. El curso 2007-2008 fué intenso en esta dimensión, propiciado por el aliento del XXII Encuentro Nacional del Diaconado Permanente. La presencia en las diócesis hermanas en momentos fundantes, en las ordenaciones de Diáconos, la cercania y próximidad entre todos, fué edificando unos a otros e invitó a los Diáconos del Sur a hacerse cada vez más presentes con sus oraciones y a estar más disponibles con los hermanos. Prueba de ello, fue el inicio de acuerdo entre los Diáconos del Sur.

Actualizando su realidad actual, aprovechamos para recordar el impulso en el crecimiento de la fraternidad, hasta hoy, a Enero de 2010.

http://docs.google.com/present/view?id=dfd6wdc8_40ctj8grm6

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SER Y MUNUS DEL DIACONADO PERMANENTE



SER Y QUEHACER DEL DIACONADO PERMANENTE: TEOLOGIA DEL SERVICIO, PASTORAL DEL SERVICIO, LITURGIA DEL SERVICIO



La interesante ponencia de Hugo Montes B., sobre "el Ser y Quehacer y los desafíos del diaconado permanente hoy", en torno a la enciclica de Benedicto XVI, Deus Caritas est (DCS), fue expuesta en el Encuentro Nacional de Asesores y Coordinadores diocesanos de Diaconado Permanente. CELAM Chile, allá por mayo de 2006. Se encuentra en el enlace que se detalla:

http://docs.google.com/View?id=dfd6wdc8_5drvch3cr
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viernes, 18 de diciembre de 2009

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE MOTU PROPRIO "OMNIUM IN MENTEM"

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE MOTU PROPRIO "OMNIUM IN MENTEM" DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI, CON LA CUAL SON MODIFICADAS ALGUNAS NORMAS DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO

La Constitución Apostólica Sacrae disciplinae leges, promulgada el 25 de enero de 1983, llamó a la atención de todos que la Iglesia, en cuanto comunidad al mismo tiempo espiritual y visible, y ordenada jerárquicamente, tiene necesidad de normas jurídicas “para ordenar correctamente el ejercicio de las funciones confiadas a ella divinamente, sobre todo de la potestad sagrada y de la administración de los sacramentos”. En tales normas es necesario que resplandezca siempre, por una parte, la unidad de la doctrina teológica y de la legislación canónica y, por otra, la utilidad pastoral de las prescripciones, mediante las cuales las disposiciones eclesiásticas están ordenadas al bien de las almas.A fin de garantizar más eficazmente tanto esta necesaria unidad doctrinal como la finalidad pastoral, a veces la suprema autoridad de la Iglesia, después de haber ponderado las razones, decide los oportunos cambios de las normas canónicas, o introduce en ellas alguna integración. Esta es la razón que Nos lleva a redactar la presente Carta, que concierne a dos cuestiones.En primer lugar, en los cánones 1008 y 1009 del Código de Derecho Canónico sobre el sacramento del Orden, se confirma la distinción esencial entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial y, al mismo tiempo, se pone en evidencia la diferencia entre episcopado, presbiterado y diaconado. Así pues, después que, habiendo oído a los Padres de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Nuestro venerado Predecesor Juan Pablo II estableció que se debía modificar el texto del número 1581 del Catecismo de la Iglesia Católica, con el fin de retomar más adecuadamente la doctrina sobre los diáconos de la Constitución dogmática Lumen gentium (n. 29) del Concilio Vaticano II, también Nos consideramos que se debe perfeccionar la norma canónica que concierne a esta misma materia. Por lo tanto, oído el parecer del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, establecemos que las palabras de los susodichos cánones sean modificadas como se indica sucesivamente.Considerado todo esto, y evaluados cuidadosamente los pareceres tanto de los Padres de la Congregación para la Doctrina de la Fe y del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, como también de las Conferencias Episcopales que han sido consultadas sobre la utilidad pastoral de conservar o abrogar esta excepción a la norma general del can. 11, ha parecido necesario abolir esta regla introducida en el cuerpo de las leyes canónicas actualmente vigente.
Por eso, habiendo oído a la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos y pedido también el parecer de Nuestros Venerables Hermanos Cardenales de la Santa Iglesia Romana responsables de los Dicasterios de la Curia Romana, establecemos cuanto sigue:
Art 1. El texto del can. 1008 del Código de Derecho Canónico "1008" mediante el sacramento del orden, por institución divina, algunos de entre los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las funciones de enseñar, santificar y regir."

sea modificado de modo que, de ahora en adelante, resulte así:
“Mediante el sacramento del orden, por institución divina, algunos de entre los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a servir, según el grado de cada uno, con nuevo y peculiar título, al pueblo de Dios”.

Art. 2. El can. 1009 del Código de Derecho Canónico "1009 § 1. Los órdenes son el episcopado, el presbiterado y el diaconado. § 2. Se confieren por la imposición de las manos y la oración consecratoria quelos libros litúrgicos prescriben para cada grado."
de ahora en adelante tendrá tres parágrafos, en el primero y en el segundo de los cuales se mantendrá el texto del canon vigente, mientras que en el tercero el nuevo texto será redactado de modo que el can. 1009 § 3 resulte así:
“Aquellos que han sido constituidos en el orden del episcopado y del presbiterado reciben la misión y la facultad de actuar en la persona de Cristo Cabeza; los diáconos, en cambio, son habilitados para servir al pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad”.

Cuanto hemos deliberado con esta Carta Apostólica en forma de Motu Proprio, ordenamos que tenga firme y estable vigor, no obstante cualquier cosa contraria aunque sea digna de particular mención, y que sea publicado en el comentario oficial Acta Apostolicae Sedis.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 26 del mes de octubre del año 2009, quinto de Nuestro Pontificado.
Ciudad del Vaticano, 16 Dic. 09


Ayer, 15 de diciembre de 2009, la Santa Sede hizo público el motu proprio de Benedicto XVI "Omnium in mentem", fechado el 26 de octubre de 2009, que contiene dos variaciones que hay que realizar al Código de Derecho Canónico (CIC), desde hace tiempo sometidas al estudio de los dicasterios de la Curia Romana y de las conferencias episcopales.

En los cinco artículos del documento se presentan los cánones modificados: 1008, 1009, 1086, 1117 y 1124. Las variaciones, explica en un comentario el arzobispo Francesco Coccopalmerio, presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, "conciernen a dos cuestiones: adecuar el texto de los cánones que definen la función ministerial de los diáconos al texto del Catecismo de la Iglesia Católica (Nº 1581). Con la variación, el texto del canon 1008 se limitará a afirmar que quien recibe el sacramento del Orden "está destinado a servir al pueblo de Dios por un título nuevo y peculiar", y al canon 1009 "se añadirá un tercer párrafo en el que se precisa que el ministro constituido en el Orden del episcopado o del presbiterado recibe la misión y la facultad de actuar en la persona de Cristo Cabeza, mientras los diáconos sirven al pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia, de la Palabra y de la caridad". J.D. Flynn, canonista de la Arquidiócesis de Denver, explicó a Catholic News Agency las implicancias del Motu Proprio "Omnium en mentem" en el que el Papa Benedicto XVI aprobó dos modificaciones al Código de Derecho Canónico. Según Flynn, el nuevo documento aclara la naturaleza de las órdenes de un diácono y "describe las órdenes sagradas como la participación en la autoridad de Cristo", explicó Flynn. "El Motu Proprio aclara que los sacerdotes y los obispos participan en la autoridad de Cristo in persona Christi, mientras que los diáconos sirven a la Iglesia, el pueblo de Dios, a través del ministerio, los servicios, o ‘diaconías’ de la liturgia, la palabra y la caridad".Por lo tanto, dijo Flynn, el documento hace hincapié en que hay una "clara distinción entre el diaconado y el presbiterado". "La distinción es entre el diácono, que actúa en imago Dei y el sacerdote que actúa in persona Christi", explicó Flynn. Lo que esto significa en términos simples es que "vemos el diaconado como un único ministerio en sí mismo y no simplemente como un paso en el camino hacia el sacerdocio", añadió.
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miércoles, 9 de diciembre de 2009

XXIV ENCUENTRO NACIONAL DEL DIACONADO PERMANENTE


Desde el día 4 hasta el 7 de Diciembre han estado reunidos los diáconos permanentes de las diferentes diócesis de España en Alcalá de Henares con motivo del XXIV Encuentro Nacional del Diaconado Permanente.


De nuestra diócesis de Cádiz ha participado el diácono permanente Manuel López López y su esposa en representación de todos los diáconos.

Han sido días para la reflexión, para compartir experiencias y sobre todo para actualizar la formación. El Tema de este año ha sido “La Palabra del Señor”.

El Encuentro se inició con un saludo del Obispo de Alcalá de Henares D. Juan Antonio Reig Plá y acto seguido el Obispo de Tenerife D. Bernardo Álvarez Afonso, Presidente del Comité Nacional para el Diaconado dio informaciones generales del Comité Nacional e internacional del Diaconado.

El tema estrella del Encuentro lo ha desarrollado D. Salvador Pié Ninot, doctor en teología por la Pontificia Universidad Gregoriana y Profesor Ordinario de Teología Fundamental y Eclesiología tanto en la Facultad de Teología de Cataluña como en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, así como experto sinodal.

Las ponencias han tratado “LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA EN LA VIDA DE LA IGLESIA” y “EL MINISTERIO DE LA PALABRA Y EL DIACONADO PERMANENTE” aportando la siguiente síntesis teológica:

· La voz de la Palabra de Dios: La Revelación.
· El rostro de la Palabra de Dios: Jesucristo.
· La casa de la Palabra de Dios: la Iglesia
· El camino de la Palabra de Dios: la misión.

Al mismo tiempo ha recordado a todos los diáconos presentes algunos textos significativos:
§ “Es propio del diácono proclamar el Evangelio y predicar la Palabra de Dios… para cumplir esta misión deben prepararse con un estudio diligente de la Sagrada Escritura, de la Tradición y de la vida de la Iglesia” (directorio para los diáconos permanentes, nº 23) y
§ “El diácono, configurado con Cristo siervo de todos, es ordenado para el servicio de la Iglesia, y lo cumple bajo la autoridad de su obispo, en el ministerio de la Palabra, el culto divino, la guía pastoral y la caridad” (Compendio de Catecismo de la Iglesia Católica nº 330).

D. Bernardo Álvarez, impartió la ponencia “LA PALABRA ESCUCHADA, CELEBRADA, VIVIDA Y ANUNCIADA: LECTIO DIVINA”, siguiendo las etapas del camino de la Lectio:

1. STATIO (Preparación). La Palabra esperada. Estoy a la espera. Me pongo a la escucha. Disposición interior. Silencio.
2. LECTIO (Lectura). La Palabra escuchada. Leo el texto con atención. Leer bien es escuchar en profundidad.
3. MEDITATIO (Meditación). La Palabra comprendida. El significado de la Palabra. ¿Qué dice, qué me dice? ¿Quién me dice?
4. ORATIO (Oración). Mi palabra responde a la Palabra. Se inicia mi diálogo con la Palabra. Oro el texto, brota viva la oración.
5. CONTEMPLATIO (Contemplación). La Palabra encarnada. Epifanía. Ante la manifestación de Dios, me postro, adoro, Silencio ante la Palabra
6. DISCRETIO (Discernimiento). La Palabra confrontada. Prolongo la escucha, discierno. Analizo. Distingo cuál es la voluntad de Dios.
7. COLLATIO (Intercomunicación). La Palabra compartida. Sopeso con otros mi respuesta a la Palabra. Diálogo con los hermanos.
8. ACTIO (Respuesta) La Palabra en acción. La Palabra da frutos. Se cumple, se realiza. Vida. Testimonio. Anuncio. Compromiso.

El encuentro también ha servido para compartir y degustar los productos típicos de cada zona aportado por los asistentes y visitar Las Edades del Hombre de Soria.

Ha sido una experiencia muy gozosa y enriquecedora.


Manuel López López.
Diácono Permanente de Cádiz y Ceuta
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jueves, 3 de diciembre de 2009

XXIV Encuentro Nacional de Diáconos


Del 4 al 7 de diciembre se celebra en la Residencia Ekumene de Alcalá de Henares (Madrid), el XXIV Encuentro Nacional de Diáconos, organizado por el Comité para el Diaconado de la Conferencia Episcopal Española.

Como es habitual, en este Encuentro participan un elevado número de diáconos casados, la mayoría acompañados de sus esposas, y aquellos célibes que pertenecen a diversas órdenes y congregaciones religiosas. Estas reuniones están dedicadas principalmente a reflexionar sobre este ministerio ordenado, a compartir experiencias y a la oración.

Esta es la agenda de trabajo que se tendrá de estos provechosos, alegres y nutridos días de paz.


+ Viernes 4 de diciembre
Inauguración del XXIV Encuentro Nacional

Informaciones varias: Comité Nacional y Comité Internacional

+ Sábado 5 de diciembre
Ponencias del Rvdo. Sr. D. Salvador Pié Ninot, profesor de la Universidad Gregoriana de Roma:
1. “Importancia de la Palabra de Dios en la vida de la iglesia”
2. “El ministerio de la Palabra y el diaconado permanente”
3. Trabajo por grupos sobre las ponencias y diálogo con el ponente.

+ Domingo 6 de diciembre
Ponencia del Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Bernardo Álvarez Alfonso, obispo de Tenerife, responsable del Comité del diaconado permanente de la C.E.E.:
1. “La palabra escuchada, celebrada, vivida y anunciada: Lectio Divina”

· Excursión a Soria:
· Visita a Santo Domingo
· Visita a la Exposición “La edades del hombre” , edición “Paisaje interior”.

+ Lunes 7 de diciembre
Clausura del Encuentro.
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domingo, 8 de noviembre de 2009

Los Diáconos Permanentes

Desde los tiempos de los apóstoles surgieron hombres dedicados al servicio del altar: “... hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra. Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe a Prócoco, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos.” ( Hch. 6, 3 – 6).
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Si bien los siete no son llamados diáconos la palabra con la que designan este servicio se repite muchas veces. Tal palabra en griego es diakonía de donde derivará la palabra diácono. La imposición de las manos a la que hace referencia el texto bíblico es un gesto de comunión, destinado frecuentemente a transmitir una función eclesial. La función eclesial de alguna manera viene precisada en 1 Tm 3, 8 – 13: “También los diáconos deben ser dignos, sin dobles, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; que guarden el Misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se les someterá aprueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos... Los diáconos sean casados una sola vez y gobiernen bien a sus hijos y su propia casa. Porque los que ejercen bien el diaconado alcanzan un puesto honroso y grande entereza en la fe de Cristo.
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”La historia de la Iglesia observó la figura de los diáconos como una gran ayuda para que los presbíteros pudieran desarrollar su ministerio. El Concilio Vaticano II ha redescubierto su valor y así ha establecido y sugerido, donde sea oportuno, el establecimiento de diáconos permanentes, es decir, hombres jóvenes o maduros que se dedican al servicio de la Iglesia.
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¿Quién puede ser un diácono permanente? Dado que quien se incorpora al diaconado pasa a ser un ministro, es decir, un clérigo, por el hecho de recibir una orden sagrada, las personas que lo reciben por lo menos deben tener una preparación de tres años para recibir las sagradas órdenes. Esta preparación, como lo establece el Derecho Canónico en el canon número 236, deberá ser de tal manera que ayude a los diáconos a cultivar su vida espiritual y ayudarles a cumplir dignamente los oficios propios de ese orden. La forma concreta en que se verificará dicha preparación quedará establecida por cada uno de los obispos en sus diócesis.
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Pueden ser diáconos permanentes todos aquellos varones bautizados que han recibido la debida preparación. Si son célibes, deberán permanecer célibes y si son casados permanecerán como tales. Si enviudan, no pueden volverse a casar, salvo una dispensa expresa, ya que como clérigos atentan inválidamente el matrimonio quienes han recibido las órdenes sagradas. (Canon 1087 del Código de Derecho Canónico).
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¿Cuáles son los deberes de los diáconos permanentes? Estos deberes han quedado recogidos por la Lumen Gentium y por los cánones757, 835, 910, 943 y 1087 del Derecho Canónico. En un breve resumen podemos anotar los siguientes deberes: administrar solemnemente el bautismo, conservar y distribuir la Eucaristía, ministros de la exposición del santísimo Sacramento y de la bendición eucarística, ministro ordinario de la sagrada comunión, portar el viático a los moribundos, en nombre de la Iglesia asistir y bendecir el matrimonio, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo de Dios, presidir el culto y la oración de los fieles, servir en el ministerio de la palabra al pueblo de Dios, celebrar el culto divino, administrar los sacramentales como pueden ser el agua bendita, la bendición de casas, imágenes y objetos y por último presidir el rito fúnebre y la sepultura.
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Por lo tanto el diácono no es simplemente una persona de ayuda al párroco o al sacerdote. Comporta todo un servicio al pueblo de Dios. De ahí la preparación espiritual, humana, teológica y filosófica que deba tener previo al ejercicio de su ministerio.
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