slider cabecera

Mostrando entradas con la etiqueta Cartas de los Obispos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cartas de los Obispos. Mostrar todas las entradas

viernes, 10 de febrero de 2012

Samaritanos de los enfermos. Manos Unidas 2012

Queridos hermanos y amigos: paz y bien.

Son muchas las páginas del Evangelio en las que aparece Jesús curando a los enfermos. Los había de todo tipo de dolencias. Pertenecían a toda clase social y cultural. Unos eran afines a la fe de Israel, otros serían tibios, o ajenos, o descreídos. Pero todos los que acudían a Él, o quienes eran llevados ante Él, reconocían que podían recibir de algún modo la curación: o bien porque se erradicaba la enfermedad que portaban, o bien porque se les condecía otro modo de vivirla y afrontarla.

Como cada año, también este tenemos delante la jornada de Manos Unidas, cuyo lema para 2012 es precisamente “La salud, derecho de todos. Actúa”. En tantos sentidos, Jesús actuó. Y no sólo nos dejó su precioso ejemplo, sino también nos dejó en herencia su divina solidaridad: “venid a Mí, benditos de mi Padre… porque estuve enfermo y vinisteis a visitarme” (Mt 25).

¿Quién nos “debe” la salud para que nosotros podamos esgrimir un derecho? ¿Dónde está la ventanilla en la que presentar nuestra solicitud o nuestro pliego demandante? Todos tenemos la experiencia de cómo la enfermedad cuando llega no pregunta por nuestra nómina salarial, por nuestro currículum académico, por nuestra afiliación política o nuestra posición religiosa y creyente. Hemos visto enfermar a todos, sea cual sea su edad y su derrotero particular. Y la enfermedad no es la resulta de un fracaso, de un traspié, con el que no se sabe quién nos penaliza. Efectivamente, la salud no es el premio de nuestro buen hacer, ni la falta de ella es el resultado de nuestras maldades.

Más que un derecho, que inútilmente podríamos reivindicar, es un deseo justo, una imprescindible aspiración: querer vivir, querer estar bien, querer gozar de la vida con aquellos que amamos. Y esto mismo es lo que igualmente deseamos a todas nuestras personas queridas. Es más que un derecho, es una inmensa, infinita exigencia que no nos dispensa nuestro corazón.

No obstante, el lema de Manos Unidas de este año tiene una parte que es legítimamente reivindicativa: cuando la enfermedad es consecuencia de la injusticia a la que tantos pobres se ven abocados. Porque también debemos decir que hay enfermedades que están domiciliadas en el barrio de la desigualdad, de la incultura, de la marginación, de la violencia, de la exclusión, tengan el rostro que tengan todas estas realidades tan presentes en nuestro mundo insolidario.

Esta benemérita organización católica de Manos Unidas denuncia “que el aumento de los casos de malaria, sida y tuberculosis en países en desarrollo se debe, no sólo a la crisis económica, sino a una crisis de valores que provoca la falta de solidaridad, condiciones de vida precarias, el colapso de los sistemas sanitarios, el deterioro medioambiental, el aumento de los refugiados por causa de los conflictos armados”. Y sin caer en la demagogia de la ideología de género, es cierto “que el número de mujeres infectadas por el Sida triplica al de los hombres, porque son más vulnerables y están más desprotegidas”. E igualmente se indica “que la enfermedad se ha convertido en un negocio multimillonario que provoca que la investigación esté centrada en las enfermedades de los países ricos”.

Ni Manos Unidas ni el resto de los cristianos pretendemos en esta lucha una estrategia de competitividad social o de oportunismo político, sino la pasión por testimoniar el amor de Dios que nos ha abrazado en nuestras heridas dejándose herir Él por nosotros hasta la muerte, abriéndonos la puerta de la vida con su resurrección. En nuestra cercanía al enfermo expresamos nuestro más noble gesto de compasión que nos lleva a rezar por él, a ofrecerle nuestra fraterna compañía, y a comprometernos con todas las fuerzas para que la enfermedad no sea la consecuencia de una injusticia o de una violencia, ni fruto de una desigualdad insolidaria, ni la ocasión para un enriquecimiento. Hemos de actuar, con la misma entraña que actuó Jesús. Este es nuestro secreto, nuestro motivo y nuestra razón. Somos samaritanos de los enfermos, por el amor a Jesucristo y a nuestros hermanos, como comenzaron a enseñarnos aquellas mujeres que dieron inicio a Manos Unidas hace más de 50 años, paliando el hambre de pan, de cultura y de Dios.

Recibid mi afecto y mi bendición.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Leer más...

miércoles, 18 de enero de 2012

Los hermanos unidos, una belleza creíble

Queridos hermanos y amigos: paz y bien. Nada más hermoso como la unidad verdadera, la comunión fraterna. Fue, de hecho, una de las oraciones del mismo Jesús durante aquella cena postrera de confidencias e intimidades con sus discípulos. Puesto a hacer síntesis de su mensaje, de todo cuanto dijo e hizo durante aquellos tres años inolvidables, no dejó de invocar la unidad de aquellos que llamaría amigos y hermanos. No fue una referencia abstracta, sino nada menos que una oración al Padre: “que todos sean uno, para que el mundo crea” (Jn 17).

Podríamos decir a la inversa, que cuando estamos divididos complicamos la adhesión a la fe de aquellos a los que anunciamos el Evangelio. De hecho, la división de los cristianos ha supuesto y sigue suponiendo una piedra de escándalo. Porque la revelación de Dios que nos ha hecho Jesucristo no es un camino privado y solitario, en el que fuera indiferente mi relación con el otro. No puedo amar a Dios, ignorando o destruyendo a los que Él ama como hijos y me da como hermanos.

El Papa Benedicto XVI lo dijo en la misa de clausura de la JMJ a los jóvenes de tantos países y culturas: “permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir ‘por su cuenta’ o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él… Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha permitido conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor”.

La historia cristiana no siempre ha sido en este punto un motivo de encuentro, sino que también hemos cometidos errores y pecados contra la unidad pedida por Jesús en su oración al Padre. El Papa no ha tenido inconveniente en reconocer humildemente durante el encuentro de Asís en octubre pasado, en esa iglesita de la Porciúncula, verdadero corazón franciscano de la reconciliación y la paz: “quisiera decir como cristiano: sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza. El Dios en que nosotros los cristianos creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, por el cual todos son entre sí hermanos y hermanas y forman una única familia”.

Desde hace años, entre el 18 y el 25 de enero, tenemos el octavario de oración para la unidad de los cristianos. El lema de este año está tomado de un texto paulino: "Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo" (cf. 1Co 15, 51-58). Cristo ha vencido todo aquello que nos divide por dentro y nos enfrenta por fuera, y uniéndonos a Él seremos transformados en su misma victoria. No se trata de llegar a un consenso ingenuo para sencillamente “llevarnos bien”, sino de unirnos en torno al Señor, a su Verdad, a su Belleza y su Bondad. Porque no será mirándonos a nosotros y a nuestros acuerdos como nacerá la deseada unidad, sino mirándonos en Jesús y dejarnos mirar por Él, será como veremos las cosas que nos han enfrentado y dividido tal y como Dios la ve.

Precisamente en Erfurt (Alemania) patria chica del luteranismo, afirmó con audacia Benedicto XVI hace unos meses que “fue un error haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo. Éste ha sido para mí el gran progreso ecuménico de los últimos decenios: nos dimos cuenta de esta comunión y, en el orar y cantar juntos, en la tarea común por el ethos cristiano ante el mundo, en el testimonio común del Dios de Jesucristo en este mundo, reconocemos esta comunión como nuestro común fundamento imperecedero”. Este es el camino. Recemos para que seamos uno, como un don que pedimos al Padre con la oración misma de Jesús.

Recibid mi afecto y mi bendición.

+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Leer más...

sábado, 7 de enero de 2012

¿Qué hemos hecho de nuestro Bautismo?

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos en este domingo la fiesta del Bautismo del Señor, acontecimiento que cierra su vida oculta e inaugura su vida pública. Ya desde los primeros siglos, la liturgia de la Iglesia oriental dedicó una atención preferente a este hecho significativo de la vida de Jesús. El emperador Carlomagno, a principio del siglo IX, quedó impresionado de la solemnidad con que se celebraba esta fiesta en los monasterios de Oriente. En los calendarios litúrgicos de Occidente, sin embargo, no tuvo asignada una fecha particular. El bautismo del Señor era simplemente un aspecto más de la solemnidad de la Epifanía. La liturgia latina hubo de esperar al Concilio Vaticano II para que el Bautismo de Jesús tuviese su encaje en este primer domingo después de Epifanía, dándonos a entender que es como una prolongación de aquella.

El Bautismo del Señor debió de impresionar tanto a los testigos del acontecimiento que los cuatro evangelistas se sintieron obligados a referirlo, quizá porque quedaban todavía entre sus lectores quienes habían visto y oído los signos del cielo que tuvieron lugar en aquel momento incomparable. Por otra parte, la teofanía maravillosa en la que el Padre declara que Jesús es el Hijo amado, el predilecto, mientras el Espíritu Santo unge a Jesús en el comienzo de su ministerio público, es la prueba incontestable de su mesianidad y el más seguro refrendo de su divinidad. El relato del Bautismo del Señor es además para los evangelistas la mejor explicación catequética del significado del bautismo cristiano, que Jesús inaugura en el Jordán. En este sentido nos dice San Máximo de Turín: "El Señor Jesús viene para ser bautizado y quiere que su cuerpo santo sea lavado en las aguas del Jordán. Alguien dirá quizá: si es santo, ¿por qué quiso ser bautizado?... Cristo es bautizado no para ser Él santificado por las aguas, sino para que las aguas sean santificadas por Él. Más que de una consagración de Cristo, se trata de una consagración de las aguas de nuestro bautismo".

La fiesta del Bautismo del Señor evoca el día de nuestro bautismo, el día más importante de nuestra vida, aquella fecha magnífica que todos deberíamos conocer y celebrar más incluso que el día de nuestro nacimiento físico. En aquel día fuimos purificados del pecado original y consagrados a la Santísima Trinidad, que vino a morar en nuestros corazones. En aquel día memorable recibimos el don de la gracia santificante, el mayor tesoro que nos es dado poseer en esta vida. Es la vida divina en nosotros, que nos permite formar parte de la familia de Dios como hijos bienamados del Padre, hermanos del Hijo y ungidos por el Espíritu. En aquel día fuimos incorporados al misterio pascual de Cristo y al mismo tiempo, quedamos incorporados a la Iglesia, permitiéndonos vivir nuestra fe no a la intemperie, sino acompañados por una auténtica comunidad de hermanos. 

El recuerdo de nuestro bautismo hace brotar en nosotros un primer sentimiento de gratitud al Señor, que permitió que nacieramos en un pais cristiano y dentro de una familia cristiana, que pidió para nosotros a la Iglesia la gracia del bautismo. Recordamos esa fecha con una profunda alegría pero también con responsabilidad. Todavía recuerdo con estremecimiento la pregunta valiente y vigorosa que el Papa Juan Pablo II hizo a los franceses en 1979, con ocasión de su primer viaje a Francia: "Francia, ¿qué has hecho de tu bautismo?". 

Es la misma pregunta que en esta fiesta todos nos debemos formular: ¿Qué hemos hecho de nuestro bautismo? ¿Es algo vivo que compromete nuestra vida de cada día? ¿Vivo con confianza y alegría mi condición de hijo de Dios, Padre bueno y providente, que se preocupa de mí y me mira con ternura? ¿Mi vida está organizada como una respuesta a la alianza que sellé con el Señor en aquella fecha decisiva? ¿Soy consciente de que la gracia santificante es un tesoro que debo cuidar cada día? ¿Cultivo la amistad y la intimidad con el Señor? ¿Vivo con hondura la fraternidad? ¿Vivo con gratitud amor y orgullo mi pertenencia a la Iglesia, la familia magnífica que me acoge y acompaña en mi vida de fe? 

Termino recordándoos un fragmento de la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, en el que todos los sacerdotes, consagrados y  laicos, se nos invita a buscar y a vivir la santidad como exigencia de nuestro bautismo: "Los seguidores de Cristo… han sido hechos en el bautismo... verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que, con la ayuda de Dios, conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron" (n. 40). Este es mi deseo y mi mejor augurio para todos vosotros, queridos hermanos y hermanas, en los comienzos del nuevo año de gracia que el Señor nos ha concedido.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
Leer más...

sábado, 24 de diciembre de 2011

RECUPERAR EL SENTIDO CRISTIANO DE LA NAVIDAD

Queridos hermanos y hermanas:

Escribo esta carta semanal en las vísperas de Navidad, que yo deseo muy felices a todos los cristianos de la Archidiócesis. Todo indica que también este año serán muchos los interesados en vaciar de contenido religioso estos días santos, convirtiéndolos en las vacaciones blancas, en la celebración del solsticio de invierno y, en todo caso, en las fiestas del consumismo y el derroche. La secularización de la Navidad tiene múltiples manifestaciones. En la ambientación navideña de nuestras ciudades y de nuestros hogares, se prescinde del misterio que en estos días celebramos. Se sustituye el Belén por el árbol de Navidad, los Reyes Magos por un Papá Noël sin referencias religiosas, y hasta las entrañables tarjetas navideñas se han convertido en felicitaciones laicas portadoras de vaporosos deseos de paz y de felicidad inconsistente, porque se olvida al verdadero protagonista de la Navidad, Jesucristo, Príncipe de la paz y punto de partida de nuestra alegría en estos días.

El despojamiento del sentido religioso de la Navidad se manifiesta también en el lenguaje. La palabra Navidad, que significa natividad o nacimiento del Señor, es sustituida por la palabra "fiesta", más inocua y menos comprometedora. La tradicional expresión “felices pascuas", de tanta riqueza espiritual, porque con ella aludimos al meollo de la Navidad, el paso del Señor junto a nosotros, junto a nuestras vidas, para renovarlas y hacerlas mejores, se ha sustituido la expresión "felices fiestas", circunloquio que busca en definitiva evitar reconocer que el corazón de la Navidad es nuestro encuentro con el Señor que nace para nuestra salvación.

Por ello, cuando estamos iniciando el tiempo de Navidad, os invito a fortalecer el sentido cristiano de estos días. No os pido grandes gestos. Sólo os pido que seáis muchos los que tratéis de vivir la Navidad con hondura, autenticidad y verdad. El Dios que se hace niño lo es todo para nosotros. Por ello, hemos de compartirlo con nuestros conciudadanos, pues Él nos trae la paz, la alegría, la esperanza y el sentido para nuestra vida, el futuro y la esperanza también para el mundo. “Anuncia la Navidad desde tu balcón” es el lema de la loable campaña que están realizando no pocas parroquias en Andalucía. En ella se invita a colocar una imagen del Niño en el exterior de nuestros hogares. Me parece una forma magnífica de dar testimonio del misterio que celebramos. Dios quiera que sean muchas las familias que la secunden.

Vivid la Navidad en el hogar. Pocas ocasiones unen más a las familias que estos días entrañables. No os olvidéis de poner el Belén familiar por sencillo que sea. Ayudad a vuestros hijos a instalarlo, al mismo tiempo que les explicáis el sentido más genuino de esta representación plástica de los misterios de la encarnación, nacimiento y manifestación del Señor. No os olvidéis de los villancicos en vuestras reuniones familiares.

Iniciadlas con una oración, previamente preparada, al hilo de los misterios que celebramos, y procurad acudir en familia a la Misa del Gallo.

Vivid la Navidad desde la Eucaristía. Entre Navidad y Eucaristía hay un nexo muy estrecho. En la Eucaristía el Salvador, encarnado en el seno de María, continúa ofreciéndose a la humanidad como fuente de vida divina. El Señor que vino al mundo hace 2000 años, sigue viniendo cada día sobre el altar, quedándose después en el sagrario, el mejor y más verdadero Belén. Aprovechad estos días para pasar largos ratos acompañándolo, adorándolo y admirando el misterio de su amor y de su entrega por nosotros. Qué bueno sería que en estos días acojamos al Señor en nuestros corazones recibiendo el sacramento de la penitencia, que es el sacramento de la paz, de la alegría y del reencuentro con Dios.

Huid del derroche y del consumismo que solapan el misterio y son una afrenta para los miles y miles de hermanos nuestros que están sufriendo las consecuencias pavorosas de la crisis económica y el paro. No os pleguéis sin más a los reclamos publicitarios. Vivid unas Navidades austeras, pues la alegría auténtica no es fruto de las grandes cenas ni de los regalos pomposos. Nace del corazón, de la conciencia pura y de la amistad con el Señor. En este año, más que nunca, vivid también unas Navidades fraternas y solidarias con las víctimas de la crisis. Prescindid incluso de algo necesario para compartirlo con quienes nada tienen. Procurad buscar algunos momentos en estos días para visitar enfermos, ancianos o necesitados. En ellos está el Señor, que nacerá en nuestros corazones y en nuestras vidas si lo acogemos en los pobres y en los que sufren.

Termino deseando a todos los cristianos de Sevilla una Navidad gozosa, honda y auténtica. Mis mejores deseos también para aquellos que no creen en el misterio que celebramos, para los que también nace el Señor. Para todos, queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz y santa Navidad!

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla
Leer más...

viernes, 23 de diciembre de 2011

Carta de Navidad

Cuando la Navidad no es un cuento

Queridos hermanos y amigos: paz y bien.

Es tal vez difícil imaginarse la escena, de tantas veces como nos la hemos imaginado. Juegan en contra los mil versos y poemas que nos lo han contado con lo mejor de las palabras de los hombres. Igual sucede con el talento de los pintores, los escultores que han puesto sus pinceles y gubias a correr para decirnos con formas y colores algo inaudito, insólito, desapercibido. ¿Y los músicos? También ellos lo han contado con sus notas, haciendo melodía la historia más bella jamás contada y sucedida.

Anónima donde las haya fue aquella escena: una joven mujer en trance de dar a luz a su pequeño, ante la intemperie de no encontrar lugar para semejante instante. Siendo como era casi niña, primeriza mamá, con el peso de todas las incertidumbres, confiada en la palabra que el mensajero de Dios le había dado, apoyada en la fidelidad discreta de aquel carpintero bueno y justo que la acompañaba, José que tanto y tan puramente la quería. La joven nazaretana Miriam, encontró en una especie de establo el lugar para que naciera el Mesías, Rey de todos los reyes.

Todo esto sucedió entonces, lejos de cualquier glamour pinturero, al margen de los mentideros y de las vanidades, de los que calculaban sus vergüenzas para tener a raya la infinita paciencia de Dios. Nada parecía estar pasando, y sin embargo un antes y un después para siempre aconteció.

Arriba en las majadas, el campo de los pastores no tenía mayor cosa extraordinaria aquella noche. Entre zurrones y sin turrones, también a ellos, los primeros de todos, se les dio la noticia con un “hoy” que resonará para siempre en la historia de los hombres: os ha nacido un Salvador. ¿Un Salvador? ¿Y de qué o en qué estamos nosotros perdidos para que vengan a salvarnos? La vida tosca y sin apenas horizonte de aquellos pastores, al margen de tantas cosas, carentes de tanto cuanto su ignorancia les hurtaba y escondía, de pronto se iluminó.

La luz era distinta, tanto que ni siquiera la sabrían contar, ni dibujar, ni darle forma o componer para ella una música especial. Pero era luz. No sabían cómo, pero aquellas vidas quedaron iluminadas y encendidas con una claridad y una lumbre tan poderosas como tiernas y sin mentiras. ¿Era posible que una escena así pudiera hacer tanto? ¡Pero si era tan sólo un bebé recién nacido, y su madre que no sabía bien como cogerle en brazos, o cómo cambiar su llanto en sonrisa! Y aquel José que parecía el padre sin serlo, estaba lleno de asombro como si de un pasmo se tratase.

Una escena así de inocente, así de incatalogable, traía toda la buena noticia que el mundo esperaba. No fue un sabihondo sabelotodo quien allí impartía doctrina, sino un infante que no sabía hablar todavía. No fue un técnico comercial el que traía estrategias a buen precio para arreglar el mundo en un plis-plas, sino ese niño al que alguien deberá enseñar a andar. No era una fuerza multinacional la que allí se contenía entre pajas de establo y pañales mojados, sino un bebé que traía paradójica y discretamente la salvación a hurtadillas.

Así de cotidiana fue esa escena, así de inesperado el modo con el que Dios quiso enviarnos al Salvador de nuestras vidas. Siglos después aquella escena tiene otros escenarios, pero Dios se hace nuevamente encontradizo en el hoy de nuestros días. También nosotros andamos en las mil derivas, sin lograr dar a luz un mundo en donde la paz y la justicia se besen como dice el profeta Isaías, en donde la gloria de Dios no se perciba como rival de nuestra dicha, en donde los hombres se sepan verdaderamente hermanos bajo la mirada del Padre de todos, a pesar de nuestras fugas pródigas o nuestras permanencias resentidas.

La Navidad vuelve a ponernos delante una escena distinta, que no siempre coincide tampoco hoy con lo que nuestros más nobles escritores, músicos y artistas han expresado en sus muchos talentos. Y es preciso dejarse sorprender como entonces aquellos pastores, porque el Señor Jesús no cesa de venir, santa María no deja de arrullarnos y el bueno de san José sigue velando por nuestros sueños cada vez que algo o alguien los quiere convertir en pesadillas.

Navidad es el abrazo misterioso y misericordioso de Dios que viene a nuestra vida, como hace dos mil años, como cuando vuelva al fin de los tiempos, como en cada fecha y circunstancia se hace presente para salvarnos.

Que tengáis una feliz Navidad cristiana. Recibid mi afecto y mi bendición.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Leer más...

lunes, 19 de diciembre de 2011

Agradecer la Encarnación



Queridos hermanos y hermanas:

¡Santa y feliz Navidad! Este es mi mejor augurio en las vísperas de la Nochebuena para todos los cristianos de Sevilla. No es para menos. El próximo sábado, en la Misa de medianoche, la liturgia nos anunciará de nuevo la magnífica noticia que hace dos mil años el ángel anunció a los pastores: "No temáis, os traigo la Buena Nueva, una gran alegría para todo el pueblo: en la ciudad de David os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor" (Lc 2,10-11). Y volveremos a escuchar el cántico de los ángeles: "Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor". Por ello, nos alegramos y regocijamos con la liturgia de la Iglesia, porque con el nacimiento de Jesús «se manifiesta la benignidad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres» (Tit 3,4). Así es en realidad. La encarnación y el nacimiento del Señor es fruto del amor deslumbrante de Dios por la humanidad. «El Verbo, igual con el Padre -escribe San Juan de Ávila- quiso hacer romería y pasar por el mundo peregrino. Por amor toma ropa de paño grueso, el sayal de nuestra humanidad» (Serm. 16).


Por último, en estos días de Navidad hemos de acercamos con amor filial a Santa María, la «llena de gracia» (Lc 1,28), la esclava obediente a la Palabra de Dios (Lc 1,38). Con María la humanidad tiene una deuda permanente e impagable. Su fiat, su sí, su hágase en mí según tu palabra hace posible nuestra salvación. Con gran generosidad responde a Dios que ella es su esclava y que desea ardientemente que se realice con su cooperación su proyecto salvador. Nosotros admiramos con emoción su grandeza y con gratitud inmensa la alabamos como causa de nuestra alegría.
Un nuevo modo de agradecer el nacimiento del Señor es reconocer y respetar la dignidad del hombre, que en la encarnación recobra toda su grandeza. En el oficio de lecturas del día de Navidad nos dirá San León Magno que al precio de la sangre de Cristo, Dios ha concedido al hombre una dignidad extraordinaria: ha sido hecho partícipe de la naturaleza divina, miembro del cuerpo místico y templo del Espíritu Santo. Cristo, pues, descubre al hombre la grandeza de su vocación. Por ello, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado (GS, 22). En su encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre, identificándose especialmente con el hambriento, el sediento, el desnudo, el transeúnte y el inmigrante, el enfermo y el privado de libertad (Mt 25,31-46). En consecuencia, agradecemos el don de la Encarnación, cada vez que reconocemos, respetamos y defendemos la dignidad inalienable del hombre, cuando lo valoramos como Dios lo valora y le amamos como Dios le ama. Cuando curamos sus heridas o aliviamos su soledad, cuando damos de comer al hambriento o cobijo a los sin techo, cuando tutelamos y defendemos la dignidad de nuestros hermanos.
En su encarnación y nacimiento el Señor se hace enteramente solidario con nosotros. Por ello, sólo viviremos auténticamente la Navidad si una fuerte carga de fraternidad alienta nuestras relaciones y sacude nuestra indiferencia ante los hermanos. La cercanía a los pobres es una actitud obligada si queremos vivir coherentemente la Navidad.
Os reitero a todos mi felicitación más cordial ¡Santas y felices Pascuas para todos los cristianos de la Archidiócesis!

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
Leer más...

viernes, 2 de diciembre de 2011

BENDITA SEA LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTISIMA VIRGEN MARÍA

La Concepción Inmaculada de María deriva de su maternidad divina. Por ser Dios, Jesús pudo dibujar el retrato físico y espiritual de su madre y, en consecuencia, pudo hacerla santa, hermosa y "llena de gracia" (Lc 1,18).


https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0Bzd6PfHDMS2TYzA1ZTBlNzktMWJlMC00NzdjLWJkMjktMGU1OTdiOWRjYTE0&hl=
Leer más...

sábado, 19 de noviembre de 2011

La vida y la verdad. Un criterio electoral

Queridos hermanos y amigos: paz y bien.

Se suceden de nuevo los tiempos de la elección, y la nueva convocatoria del domingo veinte de noviembre nos reclama a todos los ciudadanos una reflexión serena a la hora de depositar nuestro voto. Ya se ha hecho una indicación por parte de la Conferencia Episcopal Española, con una nota de la Comisión Permanente en la que se vuelven a recordar las cuestiones indiscutibles en las que los cristianos entendemos que no son asuntos menores, de coyuntura o de oportunidad. Efectivamente, a la hora de decidir con nuestro voto una nueva composición del parlamento, del que saldrá la fuerza política que podrá formar un equipo de gobierno, estamos decidiendo quién y cómo administrará la cosa pública, quién y cómo hará las leyes que hagan emanar, las que hubiera que modificar o suprimir de las ya legisladas, quién y cómo afrontará los retos que tenemos en el orden económico, cultural, educativo, social, quién y cómo enfocará nuestras relaciones regionales y las que tenemos en el plano internacional.

Pero en el galimatías de desentrañar los quiénes y los cómo a lo que me estoy refiriendo, nosotros como cristianos no somos neutros. Y lo que una vez más decimos los obispos desde la doctrina social de la Iglesia al respecto, lo hacemos para recordar los referentes morales desde los que debemos ejercer este derecho ciudadano del voto en unas elecciones. Si callásemos, nos dirían que estamos al margen o que estamos tal vez otorgando con complicidad; si hablamos, no faltarán los habituales vociferantes en el sentido más propio de la expresión, para decir que los Obispos entramos en campaña, que sobra nuestra voz y nuestras reflexiones; y al exponer nuestros principios, que se derivan del evangelio, de la tradición cristiana y de nuestra particular manera de ver el mundo y el hombre con sus heridas y sus esperanzas, tampoco dejarán de estar quienes piensan que tomamos partido por esta o aquella formación política dándoles la razón o criticando su deriva.

Nunca me he sentido rehén de nadie, cuando la libertad que nace de la verdad como dijo el Maestro (la Verdad os hará libres) me pide que hable o que calle. Ni busco el aplauso de nadie, ni temo desprecio alguno. Y con esta libertad cristiana, digo a los fieles católicos y a quien quiera escucharme algo sobre estas elecciones, no tanto pensando en el 20N, sino pensando en lo que viene después, cuando se pase página a este período de legislatura que ha sido el que es.

La vida es un valor primordial, no moneda de cambio de oportunismo o demagogia que se calcula según las adhesiones o rechazo de un posible electorado. La vida no tiene parvedad de materia: la del no nacido, la del anciano o enfermo terminal, la vida de quien malvive por falta de libertad, de dignidad, de trabajo. Toda la vida nos importa, y con toda ella estamos comprometidos, porque la vida es sagrada y sólo la da o la quita Dios. Quienes confunden la manipulación de la vida con sus intereses de poder, no son aptos de la confianza, sino más bien reprobables por sus hechos, por sus leyes, por sus demagogias lingüísticas de géneros varios. No hay derecho a matar, sólo hay derecho a vivir cuando Dios nos ha llamado a la existencia. Y este derecho debe ser tutelado, debe ser protegido: desde el seno materno del no nacido, hasta el natural tramo final de una andadura humana, pasando por las mil circunstancias intermedias en donde la vida puede estar amenazada de tantos modos por zarpazos económicos, bélicos, terroristas y violentos de toda índole y catadura. La vida, importa. La vida no tiene color rojo, o azul, o arco iris, la vida es un buen punto de examen para plantearnos nuestro voto cristiano y humano con responsabilidad y sensatez.

Hay otro tema que representa igualmente un momento de claridad en nuestro juicio electoral: la verdad. Porque la verdad se presenta como un gran test para analizar posturas de coherencia personal en candidatos, estrategias creíbles en los programas políticos para salir de las dificultades que atenazan a demasiada gente y a muchísimas familias. Cuando la mentira en todas sus formas se convierte en un arma política más, y no duelen prendas ni gastos a la hora de engañar a mansalva con tal de seguir obteniendo resultados de puro poder, estamos ante otro frente de personas o de posiciones partidistas que en su deshonestidad con son merecedores de una confianza por parte del pueblo. Hemos visto engañar demasiado en estos años, con enormes consecuencias para las personas y para un país como estamos ahora lamentando. Hay crisis que son demasiado complejas, y que sin duda son fruto de un sinfín de factores. Pero la gestión de esa crisis no puede hacerse desde la mentira, desde el engaño para atrincherarse en el poder a toda costa. La verdad también importa, y no tiene color alguno, sino el brillo de las cosas hechas con coherencia responsable.

La familia, la educación, la convivencia en paz y sin crispaciones insidiosas, son asuntos a los que nos hemos referido los Obispos en esa nota de la Comisión Permanente.

Hay muchos políticos honestos, que viven responsablemente su misión, que buscan con sinceridad el bien de sus conciudadanos. A todos ellos les damos las gracias por su labor al término de una legislatura. Pero sobre todo pedimos al Señor y deseamos de ellos que los que salgan elegidos en las urnas ejerzan su misión con altura de miras buscando el bien de las personas, especialmente de las más desfavorecidas.

Recibid mi afecto y mi bendición.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Leer más...

domingo, 13 de noviembre de 2011

Somos Iglesia diocesana

El Día de la Iglesia Diocesana nos recuerda que, además de pertenecer a nuestra familia natural, iglesia doméstica que nos transmite la fe, tenemos otra familia, nuestra diócesis, que es como el seno materno en el que hemos sido engendrados como hijos de Dios y el medio que nos une con Jesucristo y nos brinda la gracia santificadora de su Espíritu que actúa en la palabra de Dios y en los sacramentos. Ella, por otra parte, nos permite vivir comunitariamente nuestra fe y nuestro compromiso cristiano.

La primera finalidad de esta Jornada es acrecentar nuestra conciencia de familia y de pertenencia a la Iglesia que peregrina en Sevilla. En este domingo hemos de dar gracias a Dios por pertenecer a este pueblo y a esta Iglesia y, sobre todo, hemos de rezar por nuestra archidiócesis, por sus obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y fieles, para que cada día crezcamos en comunión con el Señor, en fidelidad a las respectivas vocaciones, en unidad y comunión fraterna y en compromiso apostólico y evangelizador. Hemos de pedirle también por nuestros seminarios, y que nos conceda muchas, santas y generosas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

Con ocasión de esta jornada, que tiene como lema “Tu iglesia contigo, con todos”, la archidiócesis de Sevilla quiere renovar su compromiso de servicio a los fieles y a la sociedad sevillana, a través de sus instituciones y personas, que constituyen la estructura necesaria para llevar a cabo la misión salvadora que Jesucristo confió a su Iglesia. Mantener esta estructura exige medios económicos cuantiosos, para retribuir a los sacerdotes, garantizar el funcionamiento de los seminarios y demás servicios diocesanos, servir a los pobres, construir nuevos templos y restaurar y conservar nuestro ingente patrimonio artístico y cultural. Por ello, otra de las finalidades de esta Jornada es solicitar la ayuda generosa de los fieles.

Acudimos a la intercesión de nuestros santos diocesanos y, sobre todo, de la santísima Virgen de los Reyes, patrona de la archidiócesis, para que esta jornada contribuya a fortalecer nuestra conciencia de familia, a amar con sentimientos de gratitud filial a nuestra archidiócesis, a crecer en actitudes de colaboración con ella, a asumir y aplicar el plan pastoral, que a todos nos compromete, y a valorar y sentir como algo muy nuestro todo lo diocesano.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de sevilla
Leer más...

domingo, 6 de noviembre de 2011

ENTRE LAS BRUMAS OTOÑALES, LA ESPERANZA

Queridos hermanos y amigos: Paz y Bien.

Es un rito acostumbrado. Todos lo recorremos al llegar este rincón de cada año, metidos ya en el otoño que hace de paisaje ancestral. Noviembre nos sorprende siempre con una doble memoria que está en la entraña de nuestra noble humanidad cristiana. En primer lugar hacemos la memoria de Todos los Santos, esos hijos de la Iglesia que la liturgia califica de mejores. Son todos, también los no canonizados porque no sabríamos hacerlo, porque acaso pasó su santidad desapercibida a nuestra mirada alicorta, pero no así se desapercibió ante los ojos del Buen Dios. Y ahí están todos ellos, en una fiesta que a todos ellos reúne, y con ellos y por ellos la Iglesia del Señor entona su más solemne ¡Gloria! Santos anónimos, que sin embargo Dios no olvidó sus nombres.

Son los santos que tienen nuestros apellidos y que por ese motivo son de la familia formando parte de nuestros genes. En nuestras calles y pueblos por cuyas cuestas arriba, cuestas abajo, plazas y bulevares ellos deambularon sin apenas hacerse notar. También ellos supieron de sudores de frente en el trabajo honrado, y de dolores de parto en la vida que tanto amaron. Acertaron a vivir en la paz y a ser instrumentos de ella sin ideologías pacifistas, al igual que la justicia que gozaron y ofrecieron no tuvo jamás un rostro revolucionario justiciero. Y lo más solemne y extraordinario, como lo más sencillo y cotidiano, acertaron a vivirlo sabiéndose hijos de Dios, miembros de su santa Iglesia, y cada uno desde su talento y responsabilidad pertenecieron a esta sociedad de los humanos tan plural, tan contradictoria y tan sin terminar.

A estos santos la Iglesia ensalza en estas fechas de cada primero de noviembre, y entre ellos estarán no pocos de los difuntos que venimos a encomendar en nuestros camposantos. Es la segunda memoria que nos apremiamos a realizar también en estos días. Bien sabemos que noviembre no es un mes ceniciento, aunque tiene color malva su paisaje. Es el tono cromático del recuerdo que hacemos de nuestros seres queridos: junto a todos los santos, hacemos en el recuerdo de los difuntos. Es una fecha serenamente esperada cada año, como sereno es el tiempo que ya nos envuelve entre brumas otoñales y alfombras de hojas caídas que ponen una nota de sentimiento calmo.

Más de una vez lo hago, cuando tal vez con menos gente o a hora más temprana o más tardía, también yo me acerco al cementerio donde descansan los restos de mis queridos padres. Sentarme con respeto en una esquinita de la lápida que tapa su sepultura, esa que lleva sus nombres y sus fechas, y cerrando los ojos dejar que sobrevengan los recuerdos de sus vidas en la mía. Es un modo de dar gracias agradecidamente, mientras con mis manos pongo unas flores y con mis labios elevo por ellos mis oraciones.

No se trata de leer el acta de una inevitable y universal derrota, yendo al lugar en donde el adiós se hizo sepelio para siempre. Sino avivar la esperanza que late sentidamente: la certeza de que el deseo de mi corazón de no separarme para siempre de cuantos aquí he amado, se hace promesa de parte de Dios que viene a anunciarme precisamente que Él volverá para resucitarles, y para adentrarnos a todos en esa nueva morada junto al Padre Dios, en la que no habrá más llanto, ruptura ni separación, sino que viviremos eternamente en la Paz del Señor, mirándole como el nos mira, y descubriendo la vida como nuestros ojos ni siquiera lograron adivinar.

Con todos los santos, con todos los fieles difuntos, nos adentramos en este mes en el que desde el consuelo de la fe, se llena de esperanza nuestro corazón, para seguir caminando como peregrinos con la caridad cristiana, siendo testigos del Resucitado en todo aquello que hacemos, lo que sufrimos, lo que gozamos, lo que recordamos y en lo que somos capaces de soñar.

Hay un “amagüestu”, como decimos en Asturias, un momento de encuentro fraterno y desenfadado, en donde al calor de unas castañas asadas, y gustando una sidrina dulce, poder arrimarnos a lo que nos reconcilia, a lo que nos alegra serenamente, a lo que despierta la esperanza por la promesa del Resucitado, mientras reconocemos como verdaderas las palabras del sacerdote Martín Descalzo que dejó en su testamento poético lo que encontró al poco tiempo tras la hermana muerte: “Y entonces vio la luz. La luz que entraba / por todas las ventanas de su vida. / Vio que el dolor precipitó la huida / y entendió que la muerte ya no estaba… / Acabar de llorar y hacer preguntas; / ver al Amor sin enigmas ni espejos; / descansar de vivir en la ternura; / tener la paz, la luz, la casa juntas / y hallar, dejando los dolores lejos, / la Noche-luz tras tanta noche oscura”.

Descansen en paz nuestros queridos seres difuntos. Recibid mi afecto y mi bendición.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Leer más...

sábado, 5 de noviembre de 2011

CARTA PASTORAL: URGENCIA DE UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN: DESAFÍOS Y POSIBILIDADES


Carta pastoral del bueno de Don Antonio Ceballos, obispo emérito de Cádiz y Ceuta, de gran actualidad eclesial que nos ilumina de forma brillante nuestra pastoral. 


leer documento
Leer más...

sábado, 29 de octubre de 2011

LOS SANTOS, NUESTROS HERMANOS

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo martes, 1 de noviembre, celebraremos la solemnidad de Todos los Santos, una fiesta que ya se celebraba en Roma en los primeros siglos de la Iglesia y que adquiere carta de ciudadanía a partir del año 835, cuando el Papa Gregorio IV la extiende a toda la Iglesia y fija como fecha de su celebración el día 1 de noviembre.

El próximo día 1, celebraremos en una misma fiesta los méritos de todos los Santos. Veneraremos a aquellos hermanos nuestros cuya santidad heroica ha sido reconocida oficialmente por la Iglesia y que tienen un puesto en el calendario litúrgico. Pero honraremos además a aquellos que de forma anónima, desde la sencillez de una vida poco significativa a los ojos del mundo, en la familia, el trabajo, la vida sacerdotal o religiosa han hecho de su vida una hermosa sinfonía de fidelidad al Señor y entrega a los hermanos, viviendo el ideal de las Bienaventuranzas. Todos ellos constituyen una "muchedumbre inmensa que nadie puede contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas", que está "en pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos" (Apoc 7,9).

La celebración de la solemnidad de Todos los Santos nos sitúa en el corazón de la Iglesia, pues la santidad pertenece a su esencia más íntima. Esta fiesta nos recuerda todos, sacerdotes, consagrados y laicos una verdad fundamental declarada por la Iglesia y vivida por ella: la llamada universal a la santidad. Todos, cualquiera que sea nuestro estado y condición, estamos llamados a la santidad más alta. Todos estamos llamados a participar de la vida y santidad del Padre, que nos ha engendrado, santidad que nos ha merecido Jesucristo, el Hijo, con su sacrificio redentor, santidad que es el mismo Espíritu Santo, recibido como huésped y como don en nuestras almas. La santidad es la única vocación del hombre. No hay otra vocación, ni tenemos otra tarea mejor que realizar en la tierra. Todo para ser santos... Todo para glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu.

La santidad no consiste en hacer cosas raras o extravagantes. La santidad consiste en la participación en la santidad del mismo Dios. Esto es lo realmente raro, lo realmente asombroso: que Dios quiere compartir su santidad inmensa con su criatura, que Dios quiere hacer gustar a su criatura de la comunión plena con Él.

Los santos canonizados aspiraron con todas sus fuerzas a la santidad. No se conformaron con mediocridades, porque estaban convencidos de que el amor de Dios es inmensamente más fuerte y abundante que la debilidad humana. Ellos conocieron el amor de Cristo y creyeron en él más que en sus propias fuerzas. Se entregaron totalmente a Cristo, porque Cristo se les había entregado totalmente a ellos. Confiaron en el Espíritu Santo y procuraron secundar sus inspiraciones. Amaron a la Iglesia y a sus hermanos hasta el heroísmo. Quisieron ser testigos de un amor que convence a otros, un amor que salva a muchedumbres. Fueron hombres y mujeres de intensa vida interior, humildes y alegres, austeros, recios y penitentes, alejados de mediocridad y de la rutina, con una radicalidad que apuntaba siempre a lo más; hombres y mujeres de una fe hecha vida, antes que concepto o doctrina, libres para servir al Señor, a la Iglesia y a sus hermanos, con generosidad, sin cálculos ni condicionamientos.

Al recordar en la solemnidad de Todos los Santos a estos campeones de la santidad, el más rico patrimonio de la Iglesia, resuena con especial intensidad para nosotros lo que ellos escucharon tantas veces de labios de Jesús en la oración “¡Sed santos porque vuestro Padre celestial es Santo!". Efectivamente Dios es la única causa y fuente de la santidad. Dios es quien quiere que seamos santos y es Él quien quiere hacernos santos con su gracia. No somos nosotros, ni son nuestras solas fuerzas. La iniciativa y el poder son suyos. Sólo Dios es Santo; sólo Dios es quien santifica con su gracia.

También nosotros, sacerdotes, consagrados y laicos, jóvenes y adultos, padres y madres de familia, estamos llamados a ser santos, santos de los sencillo, santos de lo cotidiano, buscando nuestro camino de santificación en la piedad sincera, en la oración diaria, en la participación en los sacramentos, en el trabajo ofrecido a Dios, en la educación de los hijos, acogiendo amorosamente en nuestras manos la voluntad santa de Dios y ofreciendo la propia vida, abierta a las necesidades de los que sufren y comprometida en el apostolado y en la construcción de la nueva civilización del amor. A todo ello nos invitan los Santos, nuestros hermanos, también esa legión de héroes anónimos, a los que hoy honramos y que interceden por nosotros. Entre ellos seguramente están nuestros padres y muchos familiares y amigos. Imitémosles y acudamos a su intercesión encomendándoles nuestra fidelidad.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
Leer más...

miércoles, 19 de octubre de 2011

Jornada del Domund 2011


Carta Pastoral del Obispo de Jaén, Mons. Ramón del Hoyo López.

Muy queridos fieles diocesanos:

En este domingo, 23 de octubre, se celebra en toda la Iglesia la Jornada Mundial de las Misiones. Es, como sabemos muchos desde niños, un día dedicado especialmente a prestar especial atención a nuestros compromisos misioneros que nacen de nuestro bautismo.

El lema para este año: “ASÍ OS ENVÍO YO”, debe sonarnos en cada uno de nosotros de una forma muy personal. Es el Señor quien nos envía, a cada uno y como comunidad, a ser testigos del Evangelio de Jesucristo, luz del mundo y sal de la tierra. Como nos propone y desea el Santo Padre, Benedicto XVI en su Mensaje para esta Jornada y este día debe suponer para cada cristiano “el deseo y la alegría de ir al encuentro de la humanidad llevando a todos a Cristo”.

Permitidme recordaros las palabras aún muy recientes del Papa dirigidas a los jóvenes cristianos de todo el mundo en aquella memorable Misa de clausura en Madrid de la Jornada Mundial de la Juventud cuando, en medio de un entusiasmo indescriptible, les decía, nos decía: “No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación’ (Mc. 16, 15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios” (Homilía en Cuatro Vientos, Domingo 21 de agosto de 2011).

Preciosas también sus palabras dirigidas en el Patio de los Reyes de El Escorial a las jóvenes religiosas, destacando, entre otros campos de su apostolado “la labor misionera y la nueva evangelización”.

Sí. Es la hora de despertar todos los bautizados, unidos y bien organizados a favor de los creyentes tarea de una nueva evangelización en el territorio diocesano, pero abiertos siempre a la universalidad, a la misión “ad gentes”, tan necesaria como siempre desde el primer Pentecostés de la historia de la Iglesia.

Hemos de procurar por todos los medios mantener viva esta llama y espíritu misionero en todas las parroquias y comunidades, como respuesta a la vocación de cristianos. No podemos dejar solos a quienes, jugándose hasta su vida, desafían todos los medios e interrogantes para desplazarse a tierras de misión. Su único afán y programa es dar a conocer el tesoro que ellos han encontrado: Jesucristo.

Vale más un misionero o misionera que miles de eurospero con nuestras oraciones, sacrificios y ayuda generosa también participamos y apoyamos a quienes, en nuestro nombre, nos representan y siembran en corazones vírgenes el Evangelio.

Gracias por vuestra generosidadde esta nuestra Iglesia de Jaén. ¿Sabían que, a pesar de la crisis entre nosotros, el año 2010 superó en 19.052,33 euros al ejercicio de 2009 con 242.064,06 euros en total como cooperación económica misionera?

Entre las setenta diócesis españolas figuramos en el número veinticuatro en cuanto a las cantidades aportadas a favor de las misiones.

Sigue habiendo cristianos que olvidándose de sí mismos se entregan y dan su vida a favor de los demás, como hizo el Hijo de Dios, Jesucristo. El DOMUND nos invita a cada uno de nosotros a seguir esa dirección del amor cristiano y a colaborar con ellos en su generosa entrega.

Con mi agradecimiento y saludo en el Señor.

+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén



Leer más...

sábado, 16 de julio de 2011

Transmitir la fe dentro de la familia marinera

Carta Pastoral del Obispo de Cádiz y Ceuta, Mons. Ceballos Atienza, con motivo de la Jornada de las gentes del mar.

Mis queridos diocesanos:

Un año más celebramos el día 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, la Jornada de las Gentes del Mar. Es ésta una jornada entrañable para las gentes del mar: marina mercante, puertos, pueblos enteros y parroquias y cofradías de pescadores de nuestra Diócesis de Cádiz y Ceuta, vivirán este día con manifestaciones cagadas de fervor y devoción marianas, a la Virgen del Carmen, que es invocada como “Estrella del Mar”.

1. Transmitir la fe dentro de la familia marinera
María es la gran educadora, Estrella del Mar, que nos guía por las aguas difíciles de la vida, de una manera especial en estos momentos álgidos de crisis económica y de paro.

María, en el hogar de Nazaret, ayuda a su Hijo a crecer desde la infancia hasta la edad adulta, en sabiduría, en fe y gracia (cf. Lc 2,52). Su experiencia educadora constituye un punto de referencia seguro para los padres cristianos. Todos conocemos la importancia de una buena formación en los primeros años de nuestra vida en familia.

La madres son las primeras educadoras y sembradoras de la semilla de la fe en el corazón de los hijos. Nuestras abuelas y nuestras madres nos enseñaron a amar a la Madre del cielo. Ellas con gran naturalidad y ternura abrieron nuestras almas a la fe, y quizás la primera oración que aprendimos de sus labios fue el Ave María. ¡Gran responsabilidad para los padres! Ellos son los primeros educadores de los hijos en la vida de familia.

2. Sensibilidad con las gentes del mar
Nuestros pueblos costeros sufren los efectos de una crisis económica sin precedentes, que afecta al mismo tiempo a la situación de las gentes del mar, pescadores, marineros y sus familias. El mar es el escenario de la vida de tantas personas que viven de él, en donde experimentan sus riesgos y peligros y donde practican la fraternidad y la solidaridad.

Nuestra Iglesia Diocesana debe estar sensibilizada con las gentes del mar, los gozos y las esperanzas, angustias y tristezas (cf. GS 1) de las gentes del mar deben ser apoyados por los responsables cristianos y reivindicar sus derechos. Considero que debemos estar cerca de las cofradías de pescadores y hacer camino con ellos.

3. Esfuerzo de cercanía
Debemos estar cerca de tantos hombres y mujeres que trabajan y viven entre las preocupaciones de muchas tormentas de inseguridad, y llevarles la esperanza de saber que cuentan con la ayuda de Dios y de la Virgen del Carmen, Estrella de los Mares, y también de todos aquellos que, desde su responsabilidad pública, se ocupan de los asuntos del mar.

María se presenta a los cristianos de todos los tiempos como aquella que experimenta una viva compasión por los sufrimientos de la humanidad. María es la verdadera Madre que vela por sus hijos. La Virgen María, bajo la advocación del Carmelo protege y guía a las gentes del mar. Ella es Estrella de los Mares, así es invocada por pescadores y marineros.

4. Situación de la población laboral
En nuestras Diócesis de Cádiz y Ceuta existe un gran número de parados en esta tarea del mar, en algunas de las zonas marítimas.

Las causas son complejas, entre otras causas podríamos recordar las negociaciones con los países limítrofes y la paradas biológicas. Se calcula, concretamente en Barbate, que un 50% de la población laboral está en paro, de ellos el 25% son trabajadores directos, es decir, pescadores, pero el otro 25% son trabajadores que dependen de los productos de la pesca. Es cierto que en la zona comprendida entre Tarifa y Conil, durante cinco meses, hay un alivio económico para ellos por el trabajo de las Almadrabas.

5. Lucha por la defensa
Tengamos presentes a todas aquellas personas que viven del mar y de sus frutos. Luchemos por la defensa del reconocimiento social de la dignidad y el valor de los trabajadores del mar, tantas veces mal valorados y en ocasiones ignorados.

Esta Jornada del Apostolado del Mar nos recuerda nuestro compromiso con las gentes del mar, la asistencia pastoral a los marineros y a sus familias; la formación específica de los agentes de pastoral del mar; el esfuerzo por restablecer las relaciones con las entidades regionales, nacionales e internacionales que hacen referencia a los hombres del mar.

6. Oración confiada
En esta Jornada queremos tener un recuerdo especial de las familias de los marineros que durante este año han muerto en el mar. Queremos mostrarle todo nuestro apoyo humano y espiritual, y encomendarlos a ellos y a sus respectivas familias al Señor y a nuestra Señora del Carmen, a la que ellos, en muchas ocasiones han invocado en los momentos de dificultad en alta mar.

Que Santa María, Estrella de los Mares, nos acompañe ahora y siempre.

Reza por vosotros, os quiere y bendice,

+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Leer más...

jueves, 7 de julio de 2011

JORNADA DE RESPONSABILIDAD EN EL TRÁFICO

CARTA PASTORAL
JORNADA DE RESPONSABILIDAD EN EL TRÁFICO
"CAMINOS DE ENCUENTRO"

Mis queridos diocesanos:

El domingo 10 de julio, fiesta de San Cristóbal, celebra la Iglesia la JORNADA DE RESPONSABILIDAD EN EL TRÁFICO. La movilidad es un signo característico de nuestro tiempo. La carretera no es un fin en sí misma, sino un lugar de tránsito para llegar a una meta concreta. Los profesionales del volante pasan muchas horas en las carreteras y muchos de nosotros también; por lo que tenemos que concienciarnos de hacer la vida agradable y segura. Todos debemos ser responsables cuando nos ponemos al volante.

1. Caminos de encuentro
Este año el lema escogido para la Jornada es el siguiente: "Caminos de encuentro". Este eslogan se ha elegido pensando en los miles de profesionales del volante - taxistas, transportistas, viajantes, repartidores...- que han hecho de las carreteras y de las calles y plazas los lugares de trabajo y también todos aquellos que, sin ser conductores profesionales, utilizan de manera habitual el vehículo.
 
2. Jornada Mundial de la Juventud

Nuestro eslogan "Caminos de encuentro" también tiene presentes a tantos y tantos miles de jóvenes que este verano se van a poner en camino para peregrinar hasta Madrid desde los cinco continentes por medios de transporte y por caminos diferentes, convocados por el Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Juventud. Ellos nos van a recordar de forma alegre que el vehículo y la carretera son instrumentos providenciales para el encuentro con Dios, que en su Hijo Jesucristo, se ha hecho compañero de camino, como le sucedió a los discípulos de Emaús (cf. 24, 13-35). Este hecho nos recuerda que todos somos peregrinos y que Jesucristo es el camino que nos conduce al Padre (cf. Jn 14,6).

3. Defensa de la vida en el tráfico
A los que creemos en el Dios de la vida nos implica de manera singular la defensa de la vida en el tráfico. El Pontificio Consejo para los Emigrantes e itinerantes ha advertido reiteradamente que las muertes por accidentes son un fenómeno global muy preocupante; tanto que se lleva la vida de 3000 personas al día, de los que una sexta parte son niños. Por eso el Papa Benedicto XVI nos ha recordado que "la defensa de la vida exige prudencia en la carretera", y el catecismo de la Iglesia católica nos advierte que "quienes en estado de embriaguez, o por afición inmoderada de velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras... se hacen gravemente culpables" (n.2. 250). En España hay que felicitarse porque en los últimos años han descendido muy significativamente los accidentes mortales de tráfico. En concreto, del 2001 al 2010 se han reducido un 57%, cosa que nos alegra y nos agrada.
 
4. Si conduces, sé prudente.

Si eres prudente, conduce; y si conduces, sé prudente. Es decir: ten muy metido en la cabeza algunos principios básicos y trata de ponerlos en práctica.

¿Qué principios? Mencionaré alguno de ellos: "en cuanto más se acreciente el poder del hombre, más amplia ha de ser su responsabilidad" (G.S.35); "No perder la calma" (cf. Jn 14,1). El tiempo nos lo da Dios, y nos lo da en general, con abundancia y para nuestro bien y nuestro desarrollo: sé fiel a la observancia de las normas: piensa en los demás, la preocupación por los que dependen de nosotros, la valoración y servicio al bien común por encima de intereses personales: observar las buenas formas, la amabilidad y la paciencia. No te olvides...

Poseer los principios y aplicarlos a la realidad. ¡De ahí el fundamento de la prudencia!

5. Encuentro y alegría
A todos los que iniciáis ya el descanso estival os deseo unos días de alegría y de encuentro en vuestros caminos, sin olvidar a aquellos que no pueden gozar de un merecido descanso por razones económicas o de paro.

Que Santa María del Camino, el Ángel de la Guarda, el Arcángel San Rafael y San Cristóbal nos acompañen ahora y siempre.

Reza por vosotros, os quiere y bendice.

+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Leer más...

lunes, 6 de junio de 2011

PROPONER LAS VOCACIONES EN LA IGLESIA LOCAL



Queridos hermanos y hermanas:

El domingo IV de Pascua, conocido como Domingo del Buen Pastor, celebrábamos la XLVIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. El evangelio nos presentaba a Jesucristo como el heredero del amor paternal con que Dios mismo guiaba en el Antiguo Testamento al pueblo de su elección. Jesús, en efecto, es el Buen Pastor, que llama y reúne a sus ovejas, las conoce por su nombre, las cuida, guía y conduce a frescos pastizales; que busca a la oveja perdida y que en su inmolación pascual da la vida por sus ovejas. La alegoría del Buen Pastor encontró en las primeras comunidades cristianas una acogida entusiasta. Entró en la iconografía de las catacumbas y de las primeras basílicas bajo la figura del pastor que cuida con abnegación a su rebaño y lleva sobre sus hombros a la más débil de sus ovejas. Los Santos Padres acogieron también cálidamente esta imagen para presentar a Cristo como el guardián de la Iglesia, rabadán del rebaño y modelo de pastores.
En este contexto litúrgico se nos recordaba que en la tarea salvadora, que tiene como fuente el misterio pascual, el Señor necesita colaboradores para cumplir la misión recibida del Padre y que Él confió a sus Apóstoles. A través de humildes instrumentos humanos, el Señor ha de seguir predicando, enseñando, perdonando los pecados, acogiendo a todos, sanando y santificando. Son las distintas vocaciones que el Espíritu suscita en su Iglesia para seguir a Jesucristo, Buen Pastor, viviendo como Él en castidad, pobreza y obediencia, al servicio del Pueblo santo de Dios.
Aunque sea con retraso, debido a otras muchas celebraciones que han concurrido en estas semanas, no quiero dejar pasar la oportunidad de recordaros a todos que la pastoral de las vocaciones es un tema mayor en la vida de la Iglesia; que cada día hemos de dar gracias al Señor por la vida de tantos hombres y mujeres que en la Iglesia universal y en nuestra Archidiócesis, en el ministerio sacerdotal, en la oración y el silencio del claustro, en el servicio a los pobres y marginados, en el acompañamiento a los enfermos y ancianos, en la dedicación a la enseñanza y a la formación de los jóvenes, están gastando generosamente su vida al servicio de Dios y de sus hermanos. Hemos de dar gracias a Dios muy especialmente por el don que supone para la Iglesia la vida oculta y aparentemente inútil a los ojos del mundo, pero preciosa a los ojos de Dios, de nuestras hermanas contemplativas, que inmolan su vida por amor al Señor y para su gloria y que son un torrente de gracia para todos nosotros.
Es formidable la riqueza que para la comunidad eclesial constituye la vida consagrada en sus distintos carismas. Que cada día les acompañemos con nuestro afecto y nuestra oración para que sean siempre fieles y el Señor les conceda muchas y santas vocaciones que perpetúen la historia luminosa de sus institutos para gloria de Dios y bien de la Iglesia.
En el mensaje del Papa para la Jornada de este año, que tenía como título "Proponer las vocaciones en la Iglesia local", Benedicto XVI nos dice que es muy importante "que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y asociativo, principalmente a los muchachos, a las muchachas y a los jóvenes, como hizo Jesús con los discípulos". El Papa nos dice que la pastoral vocacional es compromiso ineludible de toda la comunidad diocesana. Os invito, pues, queridos fieles de la Archidiócesis, a implicaros en la pastoral de las vocaciones, que es tarea de toda la comunidad cristiana, de los sacerdotes, consagrados, catequistas, padres y madres de familia, educadores y profesores de Religión.
Dirijo ahora mi palabra a los niños, adolescentes y jóvenes de la Archidiócesis: Os necesita nuestra Iglesia diocesana, pero, sobre todo, os necesita el Señor. Sí, queridos chicos y chicas: Cristo os necesita para seguir cumpliendo en el mundo su misión salvadora, para anunciar su Palabra, santificar a los hombres a través de los sacramentos, perdonar los pecados, enseñar a los ignorantes, servir a los pobres, consolar a los tristes, acompañar a quienes se sienten solos y abandonados, curar sus heridas físicas y morales y mostrar al Señor a todos como único camino, verdad y vida del mundo. Cristo necesita hoy más que nunca jóvenes alegres, limpios, valientes y generosos dispuestos a entregar su vida al Señor al servicio del Evangelio y de sus hermanos.
Concluyo mi carta invitando a todos a rogar cada día "al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies". La oración es el alma de toda pastoral y muy singularmente de la pastoral de las vocaciones.
Para los jóvenes y para todos aquellos que leen semanalmente mi carta pastoral, mi saludo fraterno y mi bendición.


+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
Leer más...

martes, 17 de mayo de 2011

Carta del Obispo de Jaén con motivo del terremoto de Lorca



La catástrofe inesperada de Lorca, Murcia, hace que despierte nuestra solidaridad, desde el amor cristiano, a favor de no pocas personas y familias que sufren los destrozos causados por el terremoto que se produjo en el día de ayer.

Las nueve vidas humanas y el alto número de heridos, viviendas destrozadas, centros de salud y de trabajo, las pérdidas considerables en su patrimonio, el miedo a nuevos movimientos y su inquietud para afrontar el futuro, hacen que estemos muy cerca de todos ellos.

Desde esta Iglesia de Jaén queremos decirles que estamos a su lado en el dolor, que pensamos en todos los afectados por esta catástrofe y que deseamos poner nuestro granito de apoyo y de ánimo en sus manos. Así se lo pedimos también al Señor, desde la oración.

Propongo ante los fieles diocesanos y personas de buena voluntad encauzar nuestros donativos a través de Cáritas diocesana de Jaén para su posterior entrega a la de Cartagena.

Si en otras muchas ocasiones hemos respondido con generosidad ante el dolor y otras necesidades de lejos, en esta ocasión están muy cerca de nosotros. Gracias.

Con mi saludo y bendición

+ Ramón del Hoyo López

Obispo de Jaén
Leer más...

domingo, 8 de mayo de 2011

Vale la pena dedicarse a la causa de Cristo



“Al volver la vista atrás y recordar los años de mi vida, les puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo”. En el pórtico de este breve artículo dedicado a la beatificación hoy del Papa Juan Pablo II, he querido traer a colación esta rotunda y hermosa afirmación del entonces ya anciano Papa que ciertamente, haciendo honor a estas palabras, dedicó toda su vida a la causa de Cristo. Con la beatificación de este domingo, la Iglesia no hace otra cosa que reconocer que Karol Wojtyla, fue en este mundo un hombre de Dios que “vivió las virtudes cristianas en grado heroico” y falleció con reconocida fama de Santidad.


La beatificación no añade nada nuevo a lo que la persona ha sido y es ante Dios, pero con ello la Iglesia reconoce su entrega y fidelidad a la causa de Cristo y lo presenta a los fieles como alguien a quien podemos imitar y con quien podemos seguir contando, pues sus enseñanzas son guía segura para la vida cristiana y desde el cielo nos ayuda con su intercesión.


En el caso de Juan Pablo II la reforma de la legislación canónica ha permitido que, a poco más de cinco años de su ‘partida a la casa del Padre’, vaya a ser ya elevado a los altares al reconocerse ambas cosas. No podemos olvidar el clamor del pueblo cristiano en su propio funeral reclamando el conocido “santo súbito”. Además, el reconocimiento oficial de un milagro, es decir, un hecho que no es explicable por causas naturales, y que se atribuye a la intercesión de este siervo de Dios, hace posible que la Iglesia entera se alegre por este acontecimiento singular.


Un buen grupo de peregrinos de nuestra Diócesis Nivariense nos representarán en esta jornada en la plaza de S. Pedro. La rapidez del proceso hace posible que muchos podamos contar alguna experiencia personal con Juan Pablo II. Yo recuerdo con especial cariño cuando, mientras cursaba estudios en Roma, una temprana mañana pude concelebrar con él y otros sacerdotes diocesanos en su capilla privada. Entonces le pregunté: ¿Santidad, para cuándo un viaje a Canarias? A lo que él, con su conocido sentido del humor, me respondió: “Cuando me dejen”. Al final no pudo ser.


Aún así, Juan Pablo II, además de por sus muchas obras, mensajes, gestos que nos ha legado a todos los católicos, y yo diría a cualquiera que quiera escucharlos, para nosotros siempre será el Papa que canonizó en Guatemala a nuestro primer santo canario: El Santo hermano Pedro de S. José Betancur.


El hecho singular de que varias generaciones de personas sintamos al ya hoy beato Juan Pablo II como contemporáneo nuestro, es una espléndida oportunidad para imitar el ejemplo de su vida, de su entrega, de su fidelidad hasta las últimas consecuencias. Una vida en gran medida inexplicable si no fuera porque "Dios estaba con él" y, en cierto modo, esto es lo que la Iglesia proclama con su beatificación.


Buena parte de nosotros tendrá en la retina de sus ojos y en los oídos momentos de la vida de este eslavo que fue considerado ‘el atleta de Dios’, que se presentó al mundo con aquel conocido: “No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo”, que influyó decisivamente en los acontecimiento ocurridos en la Europa del Este y que condujeron a la "caída del muro de Berlín", que viajó por buena parte del planeta como predicador incansable de la Buena Nueva de Jesucristo, que nos legó extraordinarias encíclicas, profundizó en la aplicación del Concilio Vaticano II, promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, reformó el Código de Derecho Canónico, empatizó y simpatizó con los jóvenes de modo singular, sin tener que adularles sino proponiéndoles con libertad y valentía la exigencia del evangelio, que se acercó a tantos empobrecidos y vulnerables con sus palabras y con sus hechos, y que nos legó en la manera de vivir – entre otras cosas - el perdón a quien le intentó asesinar, su entrega cotidiana al plan de Dios, su enfermedad, su muerte, etc. ejemplos preclaros de vida en la fe, esperanza y caridad.


Juan Pablo II sube hoy a los altares sólo 6 años y un mes después de su muerte. Como señalan algunos de los que han estado en este proceso: “Él mismo decía que no se puede entender su personalidad desde fuera sino desde dentro. Por eso, la clave de lectura de este personaje es su fe. Fue un hombre de Dios. Esto es lo que mejor le define. Fue auténticamente un hombre de Dios, un hombre que realmente creía, que estaba enamorado de Cristo y de la Iglesia”. “La fama de santidad es una constante en la vida de Juan Pablo II. Cuando estaba vivo la gente lo consideraba un santo. Muchos dicen que han recibido gracias especiales de Dios cuando pidieron a este papa que rezara por ellos”. Este domingo, el sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI, reconocerá oficialmente todo ello.


Celebremos, por tanto, con gozo, la grandeza de Dios en este día, ya que como proclama la liturgia: “En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre Santo, porque manifiestas tu gloria en la asamblea de los santos, y, al coronar sus méritos, coronas tu propia obra. Tú nos ofreces el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino, para que, animados por su presencia alentadora, luchemos sin desfallecer en la carrera y alcancemos, como ellos, la corona de gloria que no se marchita, por Cristo, Señor nuestro”.


Desde hoy podemos darle culto e invocarlo públicamente: "Beato Juan Pablo II, ruega por nosotros".


+ Bernardo Álvarez Afonso

Obispo de Tenerife
Leer más...

martes, 3 de mayo de 2011

Mes de María: pinceladas de esperanza



Muy queridos fieles:

La mención Mes de María suscita en mí, como en un gran número de cristianos católicos, muchos recuerdos. Parece como si aún disfrutara del perfume que invadía aquella mi primera escuela y el Templo parroquial, con flores frescas de todas clases y tamaños, junto a cantos a María, que tan adentro penetran en muchas vidas.


La piedad sencilla y sincera del pueblo, que ama el despertar de la naturaleza y que lo traslada al ámbito de lo sagrado y de la oración, forma parte de vivencias que, lejos de perderse, deberíamos conservar, revivir cada primavera y cantar “con flores a porfía, que Madre nuestra es”. Es el Mes de María, el mes de las flores, flores de esperanza y señalo sólo tres:

1. Romería de nuestra Patrona, la Virgen de la Cabeza.

Con ella abriremos Mayo. Por razones litúrgicas no podrá ser este año el último domingo de abril, al coincidir con la gran fiesta de la Pascua de Resurrección.

Son miles de romeros y familias de Andújar y su comarca, de muchas otras parroquias de la geografía diocesana, de otras Diócesis, los que se acercan año tras año a orar ante la Reina de Sierra Morena, “La Morenita”, la Madre de Dios y una sarta interminable de piropos, que son flores que brotan del corazón.

Abuelos, padres, hijos, nietos que peregrinan juntos, cada uno con sus secretos. ¡Cuántas madres habrán enseñado a sus hijos a querer a la Virgen, cuando apenas sabían hablar y andar!. La lección bien aprendida nunca se olvida y cuántos mantienen su fe cristiana y la afianzan en estos encuentros ante la imagen que rezaron desde niños.

Romerías marianas de Mayo, mes de las Flores, ¡María, Virgen y Madre, rogad por nosotros!

2. Un pastor santo.
También el día primero de mayo la Iglesia católica declarará Beato, en Roma, al Papa Juan Pablo II, al que tanto debemos muchos cristianos. Una vida impresionante: el enamorado de Cristo y de la humanidad. El que quiso a la humanidad desde Cristo.


Muchas veces he pensado en una anécdota que le define como creyente: Al enterarse de su nombramiento de Obispo, se dirigió al convento de las Ursulinas para rezar. Después de un tiempo prudencial abrieron la puerta de la capilla y estaba postrado en el suelo frente al sagrario. Después de unas horas, como era tarde, una monja se acercó para decirle si deseaba cenar. Su respuesta fue: “Por favor, dejadme aquí. Mi tren no sale hacia Cracovia hasta pasada la media noche. Tengo un montón de cosas que hablarle al Señor.”


Impresionante también aquel leccionario que movía sus hojas al viento sin parar, el día de sus exequias, en la Plaza de San Pedro. Muchos lo recordarán. Nos dejaba su vida gastada por entero por la Iglesia, sus ejemplos y enseñanzas para los que presenciábamos aquel solemne acto. Pero su intercesión no ha terminado desde su presencia ante el Señor.

3. Los jóvenes de la esperanza.
Fue precisamente el Papa Juan Pablo II quien tuvo la inspiración, como tantas otras, de promover las Jornadas mundiales de la Juventud, con tantos frutos. Creía y amaba a los jóvenes. Muchos hemos podido ser testigos de cómo se transformaban ante la fuerza de su testimonio como testigo de Jesucristo.


Su sementera continúa y la estamos viendo junto a nosotros en la preparación de la JMJ de Madrid, para el próximo mes de agosto. Junto al lamentable espectáculo de miles de jóvenes que se citan para beber alcohol, otros jóvenes, de su misma edad, se dan cita cada mes en un templo de la Diócesis para orar, celebrar su “Adoremus”.


Les acompañé en la Catedral el pasado día 15 y, al día siguiente, recibí un e-mail de una madre que decía: “Quiero felicitar al Sr. Obispo y a todo su equipo por el maravilloso encuentro que ofreció ayer viernes a los jóvenes al que acudieron mis hijos. Ellos me han contado todo con sumo detalle y han venido entusiasmados por la vivencia, dispuestos a volver a asistir, pues no sólo no se les hizo pesada sino que les gustó muchísimo. Cuando los jóvenes encuentran otra alternativa a las drogas, el alcohol y la pornografía y además, esa alternativa es Cristo, entonces hay que dar gracias a Dios...”


Es momento de intensificar todos nuestra invitación, uno a uno, a los jóvenes cristianos para su encuentro con el Papa en Madrid, para recorrer la geografía diocesana, antes, con una Cruz y los iconos de María y del Santo Rostro. Os esperamos.

Con mi afecto en el Señor.


+ Ramón del Hoyo López

Obispo de Jaén
Leer más...