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sábado, 2 de enero de 2010

Ave María

El Ave María es una oración que nunca cansa. Cuando hablamos de las cosas de la tierra, del comercio, de la política..., nos cansamos; pero cuando hablamos de la Virgen, es siempre nuevo...

Todos los santos tienen una gran devoción a la Virgen; ninguna gracia viene del cielo sin pasar por sus manos. Cuando queremos ofrecer algo a un gran personaje, le presentamos ese regalo a través de la persona que él prefiere, para que el regalo sea bien acogido.
Así, nuestras oraciones, presentadas por la Santa Virgen, tienen un valor distinto, porque la Santa Virgen es la única criatura que nunca ha ofendido a Dios. Sólo la Virgen cumplió el primer mandamiento: amarás perfectamente y adorarás a un solo Dios. Ella lo cumplió en su totalidad... Todo lo que el Hijo pide al Padre se le concede. Todo lo que la Madre pide al Hijo se le concede de modo similar.

Cuando nuestras manos han tocado aromas, perfuman todo lo que tocan; pasemos nuestras oraciones por las manos de la Virgen: ella las perfumará. Creo que al final del mundo la Virgen estará muy tranquila, pero mientras el mundo dure, es reclamada por todas partes. La Virgen es como una madre que tiene muchos hijos. Continuamente está ocupada atendiendo a uno u otro.

(Juan María Vianney, Cura de Ars. “Importunad al buen Dios, Pensamientos y sermones”, pp. 137-138, editorial Ciudad Nueva)