slider cabecera

domingo, 24 de enero de 2010

…. ESTUVE ENFERMO Y ME VISITASTEIS (Mt. 25, 36)


Desde la primera comunidad de Jerusalén, hasta nuestra época, la Iglesia ha tejido una espléndida guirnalda de amor hacia todos los débiles, especialmente hacia los enfermos. Es consciente de que su misión incluye, por mandato de su fundador Cristo, la preocupación de la diaconía por los que sufren. Esta Pastoral se llama de la Salud o de los Enfermos.

No cabe la menor duda que la enfermedad, el dolor y la muerte es un verdadero misterio. No se puede entender fácilmente, y quizás difícilmente, que esto suceda, sobre todo cuando estamos sujetos a este mundo que nos ha tocado vivir, y por ello es lógico que cuando nos llega ese momento, que sabemos que llegará, nuestra pregunta sea: ¿por qué?, sin que recibamos una respuesta acorde con lo que nosotros deseamos oír.

Si es cierto que de Jesucristo no puede manar enfermedad ni muerte, porque El es Salud y Vida, nunca lo hemos visto enfermando o matando. Su paso, reflejado en el Nuevo Testamento, fue dar vida y salud a los que encontró. Pasaba por los enfermos y curaba a muchos. Pasaba por la muerte y a algunos los libró de ella. Siempre animando, siempre levantando, siempre perdonando, siempre invitándonos a confiar en el Amor del Padre, que cuida a los pájaros del cielo y que a nosotros nos quiere muchos más, porque somos sus hijos (Mt 6,26).

Jesús sabe lo que es sufrir y lo que es morir, hablándonos de amor hasta las últimas consecuencias, enseñándonos a vivir esas situaciones difíciles sin dejar de confiar en que el Padre nos salvará.

Sin embargo, somos humanos, y en un principio el dolor y el sufrimiento nos lleva a un desagradable cambio en nuestras vidas, a convertirnos bien por una concreta enfermedad o por la edad, a creernos en ocasiones que somos autosuficientes, dioses a veces, y lo que somos es barro, limitados y que nos tiene que llegar la hora de finalizar nuestra peregrinación por este mundo.

Por todo ello, la Pastoral de la Salud, (la propia Diócesis, Parroquias, Capellanes de Hospitales, religiosos/as, agentes de pastoral, ….) es la indicada para hacerse presente ante el que sufre, para hacerle llegar que aprenda a valorar lo verdaderamente importante de lo superfluo; a llevarle el amor de Jesucristo; a acompañarle; a ayudar a su familia; a mostrarle nuestra solidaridad en la soledad; a escucharle; a evangelizarlo si así lo requiere; a ofrecerle los sacramentos propios de la enfermedad (penitencia, eucaristía, unción de enfermos); y por último la atención a su familia tras la muerte.

El Papa Benedicto XVI, ante la 18º Jornada Mundial del Enfermo 2010 (11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes), nos ha enviado un mensaje en el que destaco: “la Iglesia intenta sensibilizar sobre el terreno a la comunidad eclesial sobre la importancia del servicio pastoral en el vasto mundo de la salud, servicio que es parte integrante de su misión, que se inscribe en el surco de la misma misión salvífica de Cristo, ya que Él, médico divino, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos. Y continúa diciendo: En el misterio de su pasión, muerte y resurrección, el sufrimiento humano alcanza el sentido y la plenitud de la luz. Y por último recojo estas palabras dirigidas a todos nosotros: al lavar los pies a los Apóstoles en la última cena, anticipó el supremo acto de amor de la Cruz, y, con ese gesto, invita a los discípulos (nos invita a todos nosotros) a entrar en su misma lógica del amor que se da especialmente a los más pequeños y a los necesitados. Siguiendo su ejemplo, todo cristiano está llamado a revivir, en contextos diversos y siempre nuevos, la parábola del Buen Samaritano.

Doy gracias a Dios porque ha puesto en mi camino diaconal esta pastoral y la atención a los enfermos.


Felipe Bononato Sáez
Diácono de la diócesis de Asidonia-Jerez