Se ha elaborado el documento que recoge las conclusiones del II Encuentro de los Diaconos del Sur, celebrado recientemente en Antequera (Málaga), el pasado 2 de Abril de 2011, con una notable asistencia y una brillante ponencia del Rdvdo. Don Alfonso Crespo Hidalgo, pbtro. de la diócesis de Málaga.
Las conclusiones han sido:
I. Enraizados en la Iglesia “misterio, comunión y misión”.
Vivimos un misterio, donde la Iglesia se presenta al mundo como “sacramento universal de salvación”. Por eso no tiene otra razón de ser,
sino la de servir, de signo de ese misterio del amor salvador de Dios y transmitirlo a la humanidad.
Y en esta donación es Jesucristo el Diácono por excelencia. La mayor parte de su vida es absolutamente diaconal. Esto hace que el ministerio del Diacono sea signo sacramental del servicio. Nuestra misión es hacerque la Iglesia sienta y viva su misión de diaconía.
El Diácono como colaborador del Obispo, debe estar al lado de los pobres y donde el Prelado le envíe, para dar la respuesta eclesial que la diócesis necesita.
En comunión con nuestro Pastor, el Diácono se siente unido y colaborador con los presbíteros, en las diversas tareas que les son propia. Con un mismo sentir y pensar, lo que nos une es Cristo.
II. La identidad del diaconado
El origen de la identidad del Diacono es Cristo, modelo por excelencia, que vivió totalmente dedicado al servicio de Dios, por el bien de los hombres” y está relacionada con los sacramentos.
Entonces para que ¿sirve un Diacono? Ante esa pregunta, se podría responder: “más de para que sirve, te puedo hablar de cómo vivo. Porque mi vida es una existencia entregada que desaparece en el Señor.
Es por ello que la misión del Varón de la Caridad es la de servir en la Iglesia, desde la humildad que le es propia.
III. El servicio diaconal en la Iglesia misterio, comunión y misión.
Se pone el acento en que lo importante del Diacono está en el ser, por encima del hacer. En que ha de entronizar la Palabra en la Liturgia, con todo el significado sacramental, catequético y existencial que ello conlleva, y entronizarla en la propia vida, que es propio de todo cristiano, más aún urge a los presbíteros y es un servicio que los diáconos por su propia identidad deben recordar continuamente a la comunidad eclesial en la que desarrollan su ministerio. Se subraya como necesidad del Diácono, el llevar la Palabra a la vida.
En cuanto “la dimensión evangelizadora de la Caridad, corren tiempos difíciles y no todo vale. En la Iglesia no tenemos oro ni plata, lo que tenemos lo damos. Por ello el Diacono ha de estar sirviendo de puente y enlace con los más pobres. En la multiplicidad de la presencia del diaconado, se ve bien la presencia en pastorales fronteras, con los enfermos, en los hospitales,… en las más necesitados.
El Diácono es un atleta que tiene que hacer mucho ejercicio y sacrificarse, estudiar el Evangelio día y noche, luchar y rezar mucho.
IV. Un especial reclamo, hoy, para el diaconado: construir la comunión.
El desafío de la nueva evangelización, hunde sus raíces en promover la comunión eclesial, donde se aprecie y aliente la formación permanente e integral. Es por ello que se ve conveniente que participe en la que la diócesis aporta al clero, a la vez que la especifica como se hace en otras diócesis hermanas, con tres encuentros al año. Porque la formación no puede reducirse a un simple encuentro, sino que debemos seguir estudiando para ampliar nuestros conocimientos. Dedicar un tiempo cada día a la formación. Nadie da lo que no tiene. Si no conoces, no puedes transmitir.
Se ve conveniente hacer un comunicado a los Obispos y Delegados para el Clero.