
Cuando hace unos años fui ordenado, no me podía imaginar la satisfacción que me iba a proporcionar ser incluido en el Orden de los Diáconos Permanentes de la Diócesis de Huelva. Para mí y mi familia fue, y es, una gracia concedida por elamor del Padre, a quien me afano en corresponder. A pesar de la incomprensiónde algún clérigo que, posiblemente, no conoce sufi cientemente bien o rechaza el rol del diácono permanente, que de todo hay.
La experiencia que tengo a lo largo de todos estos años es desde la práctica del servicio a la parroquia, Pueblo de Dios, en donde ejerzo mi ministerio, ayudando y colaborando con el párroco en aquellos ministerios para los que fui ordenado: la liturgia, la Palabra y la caridad.
Personalmente, me siento útil a la Iglesiadiocesana en el contacto directo con aquellas personas, muchas en estos últimos tiempos de crisis, paro, escasez, soledad, angustias y necesidades de toda clase, que se acercan a nosotros en demanda de auxilio y/o ayuda de cualquier género. Son muchas personas las que se acercan solo para hablar, con mucha necesidad de compañía, de ser oídas y escuchadas en su problema personal, en lo que sienten y sufren, buscando comprensión y, desde mi condición de hombre casado y creyente, buscan orientación familiar y consejo que les haga soportable su situación particular, en ocasiones, grave.
También me siento agradecido y comprometido, como cristiano y creyente convencido, con el deber de ser testigo de mi opción en el seguimiento del Nazareno, y corresponderle, en la medida de mis posibilidades y de mis limitaciones humanas, pero honestamente, al amor y la ternura de Dios hacia mí y hacia mi familia.
VIDA NUEVA 2749_pliego DIACONOS PERMANENTES