
Queridos hermanos y hermanas:
Un año más la Iglesia nos invita a celebrar los misterios de la Pasión, Muerte yResurrección del Señor. En la Eucaristía del Domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa,escucharemos el relato de la Pasión según San Mateo, quien subraya el silencio de Jesús antePilatos, silencio elocuente, silencio creador, presagio de la epopeya divina de nuestra salvación.El filósofo Ortega y Gasset dejó escrito que "si se quiere de verdad hacer algo en serio, loprimero que hay que hacer es callarse". Este pensamiento nos ayuda a comprender el silencioimpresionante de Jesús en su Pasión y Muerte, el momento más "serio" de su vida y elacontecimiento más "serio" de la historia de la humanidad. En él realiza la obra de nuestraredención desde el lenguaje del silencio, que es el lenguaje del amor, de la hondura y de lagenerosidad de un Dios que entrega libremente su vida por nosotros.
En un mundo inundado de palabras, que se convierten en muchos casos en ruidodeshumanizante, en este Domingo de Ramos, os invito a buscar el silencio interior. Sólo desdela "soledad sonora" y fecunda del silencio es posible la conversión, el encuentro con nosotrosmismos, con la verdad del hombre y con el rumor de Dios, sólo perceptible en el silencio. Este silencio interior es especialmente necesario en estos días. Vivir la SemanaSanta hoy no es fácil. Por lo menos no lo es como hace sólo unas décadas, en las que elambiente era esencialmente religioso. Hoy son muchos los señuelos y ruidos con que trata deseducirnos la sociedad consumista y secularizada en que vivimos. Por ello, vivir hoy conseriedad y provecho espiritual, desde el silencio orante, la epopeya de la Pasión del Señor tieneun mérito mayor. Ojalá lo hagamos en familia, participando todos sus miembros en lascelebraciones litúrgicas del Triduo Pascual. En ellas vamos a actualizar los misterios centralesde nuestra fe. Preparémonos para vivirlas reconciliándonos con Dios y con nuestros hermanosen el sacramento de la penitencia. Busquemos espacios amplios para el silencio, la reflexión y laoración contemplativa.
Agradezcamos al Señor la institución del sacramento de su Cuerpo y de suSangre en el Jueves Santo y visitémoslo con piedad y unción en los Monumentos. Vivamos congratitud inmensa la liturgia del Viernes Santo y abramos nuestro corazón para que la sangrederramada de Cristo sane nuestras heridas, penetre en nuestro espíritu, nos convierta y nossantifique. Participad también en la Vigilia Pascual. La Semana Santa no termina en el Calvario,sino en la mañana radiante de Pascua, cuando Cristo, rotas las cadenas de la muerte, asciendevictorioso del abismo. Vivid con gozo la Pascua del Señor. Uníos al Aleluya exultante de laIglesia que celebra la resurrección del Señor, la verdad central de nuestra fe, el fundamento másfirme de nuestra esperanza y la seguridad más cierta de que el objeto de nuestro amor vive, puessu Padre lo resucita al tercer día devolviéndole el Espíritu que Él le entregara en el Calvario.
Acompañemos al Señor con recogimiento y sentido penitencial en lashermosísimas estaciones de penitencia de la Semana Santa sevillana, que no son primariamentemanifestaciones culturales, ni espectáculos de interés turístico, sino expresión de la religiosidadde nuestro pueblo y manifestaciones de piedad y fervor. Ni las procesiones, ni las sagradasimágenes, ni sus pasos, suplen la riqueza de la liturgia del Triduo Pascual. Es más, tienen sentidosi son consecuencia de la participación en la liturgia y la suponen, si contribuyen a unacelebración auténtica y fervorosa, personal y comunitaria, de la Pascua del Señor muerto yresucitado, que es nuestra Pascua. Desde esta perspectiva, no celebrarán la Semana Santa como la Iglesia desea,quienes se limiten a participar activa o pasivamente en las procesiones si no penetran en elnúcleo profundo de lo que la Iglesia celebra y actualiza. De la misma forma, cuando lasmanifestaciones de la religiosidad popular apartan, desvían o distraen de la celebración litúrgicadel misterio de la Pascua del Señor o sólo se busca su interés turístico, cultural o costumbrista,pierden su razón de ser y se convierten en mero espectáculo sin meollo, cuando no en unaadulteración de los misterios santos que en estos días celebramos.
Dios quiera que vivamos estos días con hondura. Dios quiera que nos sirvan pararenovar nuestra vida cristiana personal y comunitaria. Ojala favorezcan nuestro encuentro conCristo, que transforma nuestras vidas, si nosotros nos dejamos transformar por la eficacia de susangre redentora. Ojala que quien resucita para la Iglesia y para el mundo en la Pascua florida,resucite sobre todo en nuestros corazones y en nuestras vidas. Sólo así experimentaremos laverdadera alegría de la Pascua.
Este es mi deseo para todos los cristianos de la Archidiócesis. Para todos, misaludo fraterno y mi bendición. Feliz y religiosa Semana Santa.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla