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domingo, 24 de julio de 2011

MENSAJEROS DE PAZ

Al amanecer y junto al mar de la Playa de La Antilla (Huelva), en mi subconsciente y en plena vacaciones de verano, entre las olas rompiendo en plena orilla, escuché tambores de guerra; guerras en curso, unas más lejanas que otras; guerras crueles, inhumanas, absurdas; guerras que llevan meses y años, guerras sin causa ni razón. Las guerras, Dios mío, nunca tienen razón. Siempre solicito a Dios en mis oraciones (sí, en mis oraciones diarias) que callen las bombas y los cañones, que calle el tumulto de las guerras en los corazones de los seres humanos y en los campos de batalla; que el silencio de la paz cubra el universo; que se vuelvan a oir los cantos de los pájaros en vez del tableteo de las ametralladoras; que se destruyan las armas que amenazan a los seres humanos y a su civilización con él. Sobre todo, que haya paz, sí, mucha paz en los corazones, porque ahí es donde están las raíces de las guerras y de la violencia; las pasiones que llevan a los seres humanos a buscar el poder, a odiarse unos a otros, a destruir y a matar. Siempre pienso que la paz es posible cuando el ser humano vive en paz consigo mismo. La paz empieza cuando cesan la avaricia, el odio, la ambición. Habrá que acallar las tormentas que muchos llevan dentro para que sus truenos no salgan afuera. Sería bueno establecer la paz en el interior de cada uno para que sea plegaria de paz para todos. No habrá paz en el mundo si no hay paz en nuestros corazones. ¡Qué bonito sería que el clamor de las batallas dé paso a la danza de la paz¡...Porque Dios es el auténtico mensajero de la paz. Como diácono, enamorado de mi vocación de servicio a los demás, muchas veces me invaden estas preguntas; ¿facilito la paz en mi entorno, tanto familiar, laboral o entre mis amistades?. ¿Soy mensajero de paz o repartidor de discordias y violencias?...

Alberto Ávarez Pérez
Diácono de la Archidiócesis de Sevilla.