- San Francisco de Sales -
Preguntando yo un día a nuestro Santo, San Francisco de Sales, en qué podría conocerse si la corrección procede de caridad, me respondió con aquel juicio que servía de norte a todas sus palabras(1): “La verdad procede de la caridad, cuando se dice solo por amor de Dios, y para bien de “aquel a quien se reprende”. Respuesta notable, en la cual se explica el verdadero término y último fin de todas nuestras acciones; porque, prescindiendo de otras muchas cualidades en que la caridad sobresale a las demás virtudes, tiene de propio y peculiar el no buscar sus propios intereses(2) .
Todas las demás virtudes se terminan a sus propios sujetos, y no tienen otro fin que el bien de la criatura; pero la caridad es la única que, como nos dice el Apóstol, sólo busca el bien del objeto soberanamente amado, que es Dios, y de lo que tiene relación a él, como último fin.
Por tanto, si el que reprende a otro tiene algún fin que no sea la honra de Dios, y la eterna felicidad de aquel a quien reprende, de tal modo que de la corrección se siga el aumento de la gloría de Dios, no hay duda que las verdades que diga no procederán del espíritu de caridad, sino de algún otro principio.
Más vale callar una verdad, que decirla mal y de mala manera. Lo contrario viene a ser presentar una buena vianda, pero mal condimentada, y aplicar una medicina fuera de tiempo y sazón. Pero ¿esto no será aprisionar injustamente la verdad? No por cierto: al contrario, será producirla con injusticia; porque la verdadera justicia de la verdad, y la verdad de la justicia consiste en la caridad: y así en faltando esta, mejor es un silencio juicioso y prudente, que una verdad desnuda de caridad.
1 Ideò debemus amando corripere, non nocendi aviditate, sed studio corrigendi... Si amore tui id facis, nihil facis; si amore illuis facis, optimè facis. (S. August. serm. 82.aliàs 16; de verbis Domini, cap.3.
2 I Cor. XIII, 5 .