Recientemente hemos venido mi esposa y yo, de visitar las misiones de Ecuador, y os cuento brevemente mi experiencia.
Hemos vivido allí dos experiencias muy distintas. La primera ha sido en la montaña, en la misión de NAZON, un pueblo indígena, y para nosotros ha sido de gozo y alegría al ver que esos 250 niños que llevaban 12 años sin colegio, ya tienen su colegio para estudiar y educarse, y todo ello, gracias a un buen amigo nuestro, que por su calidad humana, quiso desprenderse generosamente de 95.000 dólares que suponía levantar allí un colegio con todo lo necesario. Y lo que no esperábamos nosotros, es que estaban aguardando que llegáramos para que nosotros hiciéramos la inauguración. Recibimos una gran alegria y lo que más nos sorprendió, que siendo indígenas, vivieran la misa con tanta fe. Traemos un bello recuerdo de aquella misión.
La segunda experiencia no se parece nada a la primera, ha sido de gran pena para nosotros, ya que al bajar de la montaña a la costa, en Portoviejo, las cosas han sido totalmente distintas. Nos hemos encontrado en esa misión, familias sumidas en la más absoluta pobreza, sin trabajo, sin apenas poder comer, y otras familias hasta sin casa donde cobijarse, y con el corazón roto de ver tanto mal, aquí hemos vuelto, y ya estamos viendo a cuántas familias podríamos sacar a flote de su inmensa pobreza.
Como observaréis, mi diaconado tiene una doble vertiente: una dedicación a la Iglesia y otra ayudar a las misiones; no podemos quedarnos indiferentes ante tanta miseria como hemos visto, ya encontraremos soluciones.
Compañeros un abrazo para todos.
José Prieto Periñán
Diácono misionero de la diócesis de Sevilla