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martes, 5 de enero de 2010

Experiencia de un Diácono, junto a las Misioneras de la Caridad, entre los más empobrecidos

- Y se puso a lavar los pies de los discípulos (Jn. 13,4)-


Nuestro querido hermano en el ministerio Andrés me ha pedido que os ponga unas palabras sobre las Misioneras de la Caridad, la congregación fundada por la beata Teresa de Calcuta para el blog de Los diáconos del Sur, y primero aprovecho para deciros que, aunque recibí las aguas del bautismo en el Norte, de África, en Melilla, el que escribe también es del Sur, porque empecé mis primeros pasos en la fe en Cádiz donde recibí la primera Comunión y me confirmé, aunque he acabado recibiendo otros dos sacramentos, el del matrimonio y del orden en Madrid, donde me encuentro incardinado.

Bueno, de lo que os iba a hablar es de aquello que Dios puso en mi camino y es que a dos pasos de mi casa se encontrasen aquellas monjas que visten un llamativo sari blanco ribeteado en azul. Pues tengo que reconocer que el amor a la Iglesia lo debo en gran parte a las Misioneras de la Caridad, porque ha sido sin duda crucial el ejemplo de ellas para que prendiera en mí la semilla de la vocación al servicio, al diaconado, y no por que me predicasen con palabras, sino por que me han hablado del Amor infinito de Dios con el testimonio de sus propias vidas. Comencé como voluntario en el comedor de indigentes ya hace unos diecisiete años a pasar a colaborar en la Casa de enfermos terminales de Sida. Recuerdo que la primera noche que llegué, me encontré con los colaboradores, chicos jóvenes y con unas impresionantes carreras, limpiando uno de ellos de rodillas a un enfermo terminal de Sida que se había hecho sus necesidades encima. Cuando he sido padre ya tenía experiencia en limpiar pañales. Los de mis hijas no fueron los primeros, fueron los de los enfermos.

La época en la que ayudaba en el turno de nocturno, era cuando no existía medicación efectiva para esta enfermedad y rara era la noche en que no se moría algún enfermo, alguno incluso en mis brazos.

En la Casa del Sida compartí noche con un sacerdote, el Padre Enrique, que se metía en la capilla y le veíamos que dormía dos horas sentado, pasando el resto de la noche rezando y atendiendo a los enfermos. Desde entonces mi mujer, que entonces era mi novia, y yo quedamos con él para recibir dirección espiritual. Este verano viajamos toda la familia como voluntarios a Tánger. ¡Imaginaos a mi hija Inmaculada de tres años de voluntaria con los pobres!

¡Qué grande fue Madre Teresa!. Por eso le hemos puesto a mi hija mayor Teresa. ¡Pero que grandes son cada una de sus hijas! . Muchas veces me han preguntado si conocí en persona a Madre Teresa. Pues no, pero si que he conocido a muchas Misioneras de la Caridad y cada una de ellas son tan santas. ¿Cómo sería la fundadora para que hayan salido estas santas!.

En uno de los veranos que fuimos como voluntarios con las misioneras a Tánger, mientras que nos encontrábamos cuidando a los niños en la guardería que las misioneras tienen para los hijos de madres solteras, anunciaron que la hermana Prema tenía prevista su llegada para esa misma tarde.

Desde el momento en que se supo la noticia, tanto la comunidad como sus colaboradores esperaba expectante la llegada de esta religiosa, responsable de toda la obra desarrollada por la congregación en Suiza, Francia, España, Portugal y Marruecos.

Nada más desembarcar en Tánger, la hermana Provincial, acompañada de la hermana Superiora, hizo su aparición en la guardería. Era el momento de la merienda de los niños. La hermana Provincial, tras saludar y agradecer su ayuda a los colaboradores, se puso un delantal y cogió un cuenco, lo llenó de papilla, y se puso a servir a los niños. No paró hasta que terminaron de comer todos los pequeños. Al acabar el reparto de papilla se puso a fregar y limpiar, sin que se le notase el cansancio del largo viaje Madrid-Tánger, que realizó en autobús y barco durante toda la noche.

En otra ocasión, me pidieron que trasladase en mi coche a varias de las hermanas, pues tenían que visitar a una joven misionera madrileña que se encontraba hospitalizada, ya que padecía un doloroso tumor que le afectaba la espina dorsal. Fue sobre las nueve de la noche cuando llegó a la Clínica San Francisco, llevando consigo a cuatro de las hermanas, entre las que se encontraba también la anteriormente nombrada Hermana Provincial. Tras la esperada vista, establecieron turnos para cuidarla, realizando el primero la hermana Provincial, la Superiora de las Superioras en la Europa Occidental, escogiendo para sí el peor turno, y cuidando a la enferma durante toda la noche, sentada en una silla y sin poder dormir prácticamente nada. La hermana Provincial ponía en práctica aquél consejo de Jesús de que “aquél que quiera hacerse el primero que se haga el último”. Pues la hermana Prema ha sido nombrada recientemente la Superiora General, la sucesora de Madre Teresa, y hemos tenido la sorpresa estas navidades de recibir una felicitación suya de navidad desde Calcuta, con unas reliquias de la beata Teresa.

En las casas de las misioneras he escuchado el grito de Cristo que leemos junto a la cruz:¡Tengo Sed!. No sabéis lo que impresiona leer este mensaje escrito en otros idiomas como leerlo en árabe en la casa de El Cairo o en Tánger!. ¡Gracias por ayudarme a quitarme los tapones que impedían ver a Cristo y así encontrarlo en la Eucaristía y en los más pobres de entre los pobres!. Desde luego es imposible ser ateo en las casas de las misioneras: ¡Te encuentras a Cristo en cada esquina!

Francisco José García-Roca López
Diácono de la diócesis de Madrid


(La fotografia es del bautizo de Teresa, en brazos de la hermana Prema, hija de nuestros Paco y Belén)